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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 17 de noviembre de 2019

EL TORO / por Alberto Pérez de Vargas


Toro de 'Partido de Resina' lidiado en Madrid

El juego de la Naturaleza es un continuo nacer para morir, completado por las circunstancias que llenan el cauce, que es la vida, a través del que se desarrolla el camino a recorrer. El sacrificio del toro es la razón para que nazca y para que viva. El dolor del toro está inscrito en la definición de su especie: ha de ser así porque de otro modo no se justifica su presencia. 

EL TORO 

Alberto Pérez de Vargas 
Catedrático de la Universidad Complutense
Madrid, 17 Novbre. 2019
La Fiesta es el centro de las ferias de Andalucía, de España, y de otros lugares, y en el centro de ese centro está el toro de lidia, especie que de no ser criada para el espectáculo estaría extinguida. Cuando hay arte y sabiduría, la muerte del animal es limpia y culmina con ella el destino que le fue definido en la crianza, en la propia intención con que se planifica su existencia. 

El juego de la Naturaleza es un continuo nacer para morir, completado por las circunstancias que llenan el cauce, que es la vida, a través del que se desarrolla el camino a recorrer. El sacrificio del toro es la razón para que nazca y para que viva. El dolor del toro está inscrito en la definición de su especie: ha de ser así porque de otro modo no se justifica su presencia. No puede ser, por ello, el dolor del toro entendido como concebimos el dolor desde la perspectiva humana. Es un dolor construido en el diseño de su vida. y cuando la lidia lo es en todo su significado, ese dolor es el que tiene que ser, el justo, el que está determinado para la especie. El equilibrio de la Naturaleza exige la lucha para sobrevivir y esa lucha ha de ser cruenta en el universo irracional que es el de los animales. 

El toro es, como digo, el centro de la Fiesta. El toro respetado, libre, con la única limitación de su irracionalidad, con el único poder de su fuerza y de su instinto. El hombre, frente a él impone su racionalidad y un arte que no se aprende, como no se aprende ningún arte, enriquecido con sabiduría y oficio. Y en el toro, sus astas son la terminación tangible de su raza.

 No hay toro si no hay astas o si éstas no lo son en toda su integridad. El asta es una parte fundamental de la anatomía del toro y, por ello, su manipulación debe de afectar al comportamiento del animal en la plaza. 

El "afeitado" o acortamiento y achatamiento del asta muy probablemente modifica el sentido de la distancia e incluso el de orientación y es de esperar, por consiguiente, que la pretensión de disminuir el peligro al actuar fraudulentamente sobre aquéllas, no sólo no lo logre sino que incluso produzca un efecto contrario por las alteraciones que pueda inducir en el comportamiento del toro. 

Los viejos planteamientos, puestos de actualidad, no hace mucho, en el Parlamento Europeo, respecto de la supuesta brutalidad del espectáculo taurino, son reflejo de la ignorancia o de la irreflexión, o de ambas cosas. Solamente la mala lidia que acompaña a las actuaciones lamentables de algunos profesionales, debe ser considerada brutal. Y también todo lo que influya en el comportamiento irregular de la res. Que yo sepa, si bien el "afeitado" es ilegal, nada está previsto para actuar legalmente contra quienes infringen al toro el castigo y la crueldad derivados de actuaciones lamentables. Pero, ya sea con mayor o menor acierto, una lidia bien hecha no es sino lo que termina con un proyecto elaborado para que sea así como se acabe.

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