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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 17 de abril de 2020

Dónde vas Antoine Griezmann, dónde vas triste de ti... / por Juan Manuel Rodríguez



En teoría el paso del Atlético de Madrid, del que se burló el jugador, al Barcelona, del que también se choteó, tendría que haber estrechado las distancias con sus competidores y, sin embargo, las ha agrandado tanto que ahora mismo nos encontramos con un Antoine Griezmann capitidisminuido y casi, casi irreconocible.


Dónde vas Antoine Griezmann, dónde vas triste de ti...


Hasta hace bien poco se hablaba de Antoine Griezmann como del único jugador capaz de competir ni más ni menos que con Cristiano y con Messi. El símil que se utilizaba era el gastronómico de la mesa, el de que el delantero francés era el único que podía comer en la misma mesa que el portugués y el argentino. Bueno, para ser del todo justos también habría que reconocer que quien más insistió en que Griezmann era el único que podía plantarle cara a Cristiano y a Messi fue el propio Griezmann, pero hay que añadir a continuación que, más allá de que se le criticara por su egocentrismo, durante un breve período de tiempo el periodismo se lo compró. En teoría el paso del Atlético de Madrid, del que se burló el jugador, al Barcelona, del que también se choteó, tendría que haber estrechado las distancias con sus competidores y, sin embargo, las ha agrandado tanto que ahora mismo nos encontramos con un Antoine Griezmann capitidisminuido y casi, casi irreconocible. Hace mucho tiempo que alguien que sabe mucho de fútbol como José María Minguella advirtió de que Griezmann iba a fracasar en el Barcelona, y camino lleva de ello.

Si suenan tan insistentemente Lautaro y Neymar, a por los que parece que va con todo el Barcelona, es porque Bartomeu no quiere pagar sino que pretende cambiar. Bartomeu no quiere pagar más que nada porque no tiene con qué hacerlo y los clubes de fútbol siguen sin admitir el Mortadelo como moneda de cambio. En verano ya trataron de engañar al Paris Saint Germain metiendo con calzador a futbolistas en los que no estaba interesado el club francés, pero el cromo de Griezmann es distinto porque Antoine nació en Macon, en la Borgoña, o sea que es francés de pura cepa, y si el PSG quiere nacionalizar el equipo y, de paso, quitarse de encima a Neymar, el cromo del futbolista galo encaja. En el caso de Lautaro, que está loco por la música, más de lo mismo: al Inter podría interesarle un canje con Antoine.

Otro asunto bien distinto es cómo haya llegado a convertirse en una simple moneda de cambio un jugador que, según él mismo y según muchos otros, estaba en disposición de quitarle a Cristiano el entrecot y robarle a Messi la merluza. Y en la historia del fracaso de Griezmann como futbolista culé tiene mucha culpa el propio Griezmann, sí, pero no conviene perder de vista el "factor Messi", más que nada porque el "factor Messi" no conviene perderlo de vista en ninguna de las parcelas de la vida cotidiana del Fútbol Club Barcelona. Leo, y eso es del todo mundo sabido, no quería a Griezmann porque Leo, y eso es también público y notorio, pidió la vuelta de Neymar.

Con el objetivo de distraer a su jugador franquicia el club transmitió en directo el viaje de hasta tres comitivas distintas a París y todo a sabiendas de que las negociaciones eran infructuosas más que nada porque el Barcelona no tenía dinero para afrontar la operación. A Messi quisieron darle gato francés por liebre brasileña y Messi, que habla poco pero que de tonto no tiene ni un pelo, no compró aquella charada. Y, entre él y Suárez, le han hecho la vida al sustituto momentáneo de Neymar lo más difícil que han podido.

No diré que Griezmann es pasado culé pero casi. Casi es pasado culé porque Bartomeu, que apura sus últimos meses como presidente azulgrana, quiere contentar a su astro como sea por el simple motivo de que necesita que Leo esté a tope, centrado, ilusionado en una temporada que, ahora mismo, sólo Dios sabe cuándo y en qué condiciones arrancará. Si Messi no ha ejercido con Griezmann como un gran capitán es por la sencilla razón de que no ha querido hacerlo, no ha tenido interés. Si, en vez de pensar en sí mismo, Leo hubiera pensado en el Barcelona habría cogido en un aparte a Griezmann, como hizo en su día con Suárez, y le habría dicho "oye, aquí estoy yo para lo que necesites, que sepas que estamos todos encantados de tenerte aquí".

Pero no lo hizo. Josep Pedrerol contaba ayer en El Chiringuito que, desesperado, Griezmann pidió la mediación de Godín para que éste entrara en contacto con Suárez y el uruguayo hablara con Messi. O sea, para Griezmann era más difícil hablar con su capitán que para mí sería hacerlo, por ejemplo, con Iker Casillas. Bueno, igual me he pasado. Pero fijaos las vueltas que tuvo que dar el pobre Antoine: contactó con Godín, que jugó con él en el Atleti y es uruguayo, para que llamara a Suárez, que también es uruguayo e íntimo amigo de Messi, y convenciera al argentino... ¿exactamente de qué? ¿De que le pase el balón? De comer en la mesa de los más grandes a convertirse en un cromo para canjear, como el de Sol en mis tiempos, que al tener sólo tres letras no lo quería nadie. Dónde vas Antoine, dónde vas triste de ti...


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