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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 20 de abril de 2020

Los experimentos con gaseosa / por Paco Cañamero


Estaba claro que esa estructura creada únicamente para servir a las grandes figuras y carente de cualquier cimentación se vendría abajo ante algún huracán -más si es todo un tsunami, como la pandemia de dolor que padecemos-, que si no ponen remedio ya puede dejar a la Fiesta para la mulillas.

Los experimentos con gaseosa

Paco Cañamero
Glorieta Digital / 18 Abril 2020
Desconcertado me quedé al leer la información sobre el nuevo ensayo que preparan, en las locuras de su laboratorio, los muchachos de la plataforma televisiva Movistar para continuar en su alegato de seguir retransmitiendo corridas de toros. Resulta que Movistar, ante la ruina que se le avecina, quiere salvar los muebles de su interés -y de esa manera seguir haciendo caja con sus abonados- organizando festejos para septiembre a ¡puerta cerrada! ¡Temple y normalidad! Pisen la tierra y dejen de experimentar con gaseosa, señores. Ahora mismo la Turomaquia no está para sus jueguecitos y si para que, a la vuelta de la normalidad, se hagan las cosas bien y olviden tantas tropelías de los últimos años.


Desde hace años venimos denunciando en esta página que el toreo se sujetaba en una débil estructura y, de venir mal dadas, no soportaría demasiados vaivenes. Aquello que aparentaba ser un gran barco, realmente no era más que un velero que no saldría adelante si en plena navegación lo sorprende un temporal. Y desgraciadamente, una vez más, llevábamos razón.

La Fiesta lleva unos años bajo estructuras impropias para un espectáculo de su categoría. Unos pocos tiburones se quedaron con ese océano y allí no volvió a navegar nadie más que ellos. Lo devoraron todo, las ferias las convirtieron en un intercambio de cromos de su interés y hasta ningunearon a un sector que debía mandar y sin embargo, desde hace años, ha sido incapaz de imponer su ley, el de los ganaderos. Y más que a nadie, en ese egoísmo, no cuidaron al cliente, al aficionado.


Dieron de lado a quien mantiene la Tauromaquia, el aficionado, que jamás contó para nada y hasta fue una especie de apestado para las elites. Del aficionado solamente interesó que pasase por taquilla y no diese guerra. A las élites empresariales y de figuras le molestaba enormemente que, en su derecho protestase. Igual que el periodista crítico contra sus abusos o el toreo ligth, mientras buscaban una Fiesta de miel, de aplausos y lisonjas, matando a la gallina de los huevos de oro. Entonces los poquitos nos mojábamos denunciando esos atropellos nos llamaban destructores y enemigos de la Tauromaquia. ¡Y hasta nos llevaron el juzgado!

Estaba claro que esa estructura creada únicamente para servir a las grandes figuras y carente de cualquier cimentación se vendría abajo ante algún huracán -más si es todo un tsunami, como la pandemia de dolor que padecemos-, que si no ponen remedio ya puede dejar a la Fiesta para la mulillas. Era absolutamente intolerable que el pastel se lo repartieran una figuras, pocas, junto al gran sector empresarial, ya reducidos a muy pocos, pero con tremenda fuerza -apoderaban figuras, manejaban plazas, manipulaban ganaderías…- después de haberse comido al resto, quienes se vieron obligados a irse. Mataron la segunda línea del toreo, donde siempre hubo un grupo de destacados diestros que, desde esa posición buscaban el sitio a le élite y todo aquellos que no era barrer para la acera de su interés.

Ha sido una inmensa pena ver la Fiesta en manos tan poco brillantes como las que ha estado y me refiero al sistema empresarial. Un sistema tan escaso de talento, sin capacidad de plantar las líneas del futuro, de ningunear el débil… y ahora, cuando llegan mal, dadas es incapaz de flotar. Junto al sistema empresarial se suman las figuras que, en la mayoría de los casos, únicamente han actuado pensando en su cartera, abusando del toro chico y exigiendo el billete grande, muchas veces en plazas que apenas superaban la media entrada, pero avalados por una prensa servicial que, esos pobres aforos los justificaban. Una prensa que veía sangrar su histórica dignidad, especialmente con las corridas televisadas de los últimos años a través la plataforma Movistar, para cuyos comentaristas era malos aficionados quienes protestaban o exigían; se debería de echar del palco a presidentes serios, un bajonazo se daba por bueno al grito de “ha matado muy bien”, sin buscar otra cosa más que el triunfalismo. 

Hoy, esa plataforma Movistar, que de unos años para acá no miró por la defensa del toreo, quiere seguir haciendo caja y para que no se den de baja los abonados planea un navajazo traidor a la grandeza de la Fiesta con la programación de corridas a puerta cerrada. Ya está bien de manipular y distorsionar la realidad, de hacer comulgar con ruedas de molino, de manipular la verdad, cuando ahora saltan con la tremenda desfatachez de pretender salvar muebles con una Fiesta descafeinada, sin color y sin sabor. A ¡puerta vacía!, sin la grandeza que trae ese olé espontáneo que surge desde un tendido. Solamente con unos cuantos chupones en el callejón. Dignidad y respeto a la grandeza de la Tauromaquia.

Alegarán que lo hacen en defensa del momento crítico que atraviesan los ganaderos. Bien, se agradece que oculten su verdad intentando salvar otros gremio, pero aquí quien debe salvarse son ellos al exigir medidas y ayudas a la Administración; lo mismo que deben hacer subalternos y toreros. Ellos están en su derecho y son quieren deben negociar. No se puede jugar con el prestigio de la corrida a cualquier precio y menos en estos tiempos convulsos donde una parte del actual Gobierno anda con tantas ganas –y así lo ha dicho y lo demuestra- de sacar la hoz y darle con el martillo para ahogarla por asfixia. 

El festejo taurino, en el momento que se pueda y se haya acabado con esta lacra, debe volver con su pujanza y el colorido que encierra una tarde de toros, con los tendidos rebosantes de un público que es la misma postal de España. Vamos, no veo yo a Joselito y a Belmonte toreando a puerta cerrada cuando la gripe de 1918; porque aquellos, especialmente José, además de ser grandes toreros miraban por la grandeza de la Fiesta. Mientras que ahora solo le interesa llevárselo. O a mangonear su interés, como ocurre con la plataforma Movistar.


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