Matías Vegas, junto a su librería portátil de Las Ventas.PLAZA1
Con su tienda portátil, vendía libros, carteles y recuerdos taurinos sin librería, en los bajos del tendido 1
Muere el librero Matías Vegas, ‘torero de las letras’ en Las Ventas
ANTONIO LORCA
El País / 13 Abril 2020
Ha muerto Matías Vegas Rodríguez, el torero de las letras y ministro cultural de la plaza de Las Ventas, que vendía libros y carteles taurinos en un rincón de las escaleras que daban acceso al tendido alto del 1, a la derecha de la puerta del patio de arrastre.
Ha muerto un personaje singular, anónimo como tantos otros, pero protagonista de esa historia sentimental e íntima de muchos aficionados.
Ministro cultural de Las Ventas, sí, porque Matías era el portador y estandarte de las letras taurinas, de libros nuevos y antiguos, de reciente edición o ya descatalogados, biografías, manuales, publicaciones francesas o americanas, carteles de San Isidro… Y torero de las letras, también, porque su vida era un catálogo de artistas, toros bravos y suertes emocionantes.
Y todo, en una diminuta tienda portátil, en una estantería multicolor y cambiante cada día, en dos, tres metros de corto espacio, sin posibilidad de movimiento en tardes de bulla; y a todos, aficionados y curiosos, atendía Vegas, entrando ya en años, semblante serio y humilde, con la tímida amabilidad de las personas que destilan bonhomía.
Llegaba a la plaza con el almuerzo aún en el aliento, las puertas venteñas cerradas todavía, acudía presto a su almacén particular situado en el vestuario de los empleados de la plaza; allí cargaba con pesadas cajas de libros, y montaba sin prisa su librería en los bajos del tendido 1.
Hace dos días que Matías no está. Su móvil no responde. Se oye ese timbre metálico que dice “Este es el teléfono de…” y aparece entonces su voz templada para decir “Matías”, y no hay más.
Vegas no está, ni descuelga nadie de su entorno. No ha sido posible conocer la trayectoria vital y profesional de este torero de las letras. Los conocidos tienen en su agenda su número de Movistar, pero no el fijo de su casa familiar, y no ha habido manera de ponerle cara a su gente, dolida, sin duda, por su muerte, pero orgullosa, también, por su vocación.
¡Maldita tecnología que nos acerca en vida y nos aísla del mundo el día que cierras los ojos! Esos nueve números que sirvieron para pedir a Vegas ese libro taurino que no encontrabas han muerto con él el día que necesitabas de ellos para saber la historia de su dueño.
Un aficionado dice que era de Ávila, y poco más, pero todos coinciden en lo mismo: Matías era un buen hombre.
Cuenta el compañero Darío Juárez en su blog Por el pitón derecho que un día quiso entrevistarlo, y Vegas le respondió: “No quiero entrevistas, los protagonistas son los que salen en los libros que vendo”. Así era.
La librería estaba también cerca de la sala de prensa de la plaza, donde los plumillas se encierran después de cada festejo para escribir la crónica. Una hora, o quizá dos, más tarde, en el silencio nocturno de un domingo caluroso, o en la algarabía ruidosa y festiva de San Isidro, allí seguía él recogiendo sus libros, colocándolos de nuevo en las cajas y trasladándolas una a una al vestuario de los empleados, su particular biblioteca cultural.
Cuando Las Ventas vuelva a abrir sus puertas, ya no estará Vegas en su rincón. Y no solo habrá desaparecido él, sino un patrimonio cultural. Ya no habrá libros ni carteles, ni recuerdos…
Ni siquiera habrá autores ávidos de gloria que pidan al vendedor que muestre al público la portada de sus obras; ni aficionados y curiosos que se detengan a la vista del arcoíris de las últimas novedades.
Una de las últimas peticiones a Vegas fue el libro A las cinco de la tarde, de Adrian Shubert. No lo tenía, pero tardó un par de corridas en encontrarlo.
Y, ahora, quién ocupará ese rincón… quién buscará ese libro… Y, ahora, qué…
Descanse en paz el ministro cultural de Las Ventas, el torero de las letras.
Sus libros lo echarán de menos.
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