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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 21 de abril de 2020

El día de la ira / por Paco Mora


Pasada la debacle, si es que pasa, tiene que estallar inevitablemente el día de la ira, porque la soberbia de los que nos han conducido al matadero como un rebaño tiene forzosamente que ser castigada. Y ejemplarmente, para vacuna del futuro de la humanidad.

El día de la ira

Paco Mora
Escapamos de la catástrofe nuclear, pero somos víctimas de la bacteriológica. Cuando los hombres juegan a ser dioses tanto da la una como la otra. Trump ha pasado de puntillas sobre la posibilidad de que China haya organizado adrede la tragedia del COVID-19. Tanto da que nos hayan soltado los perros de una guerra de exterminio de una u otra manera. Son responsables y deben pagarlo. Y cuando esta guerra termine, o a los gerifaltes de la China comunista se les hace pagar su crimen de lesa humanidad o el futuro será un mundo en el que no valdrá la pena vivir. Y mucho menos crear vida para que la utilicen los amos de la Tierra como si fueran fichas de ajedrez. Ya sea la China, los EE.UU. o Rusia.

Que en España estamos gobernados por enanos mentales lo demuestran las cifras de la pandemia, muy superiores a las de los países orientales y occidentales de máximo censo humano.

Pasada la debacle, si es que pasa, tiene que estallar inevitablemente el día de la ira, porque la soberbia de los que nos han conducido al matadero como un rebaño tiene forzosamente que ser castigada. Y ejemplarmente, para vacuna del futuro de la humanidad.

Nuestros muertos exigen justicia. Incluso sobre los que han aprovechado la epidemia para hacer su agosto. Porque comerciar con el exterminio en masa de los ciudadanos debe tener también un castigo ejemplar. Nuestros muertos sin el consuelo de un apretón de manos de sus padres y hermanos, no merecen un borrón y cuenta nueva si queremos tener un futuro como seres humanos. Pero sobre todo, porque de esta tragedia tiene que surgir una clase política compuesta por los mejores y conscientes de que gobernar es servir. Si no, es que nos merecemos la clase política que padecemos.

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