Máximo representante del toreo sevillano con Chicuelo,
Pepe Luis y Manolo González
- Nacido en Sevilla el 6 de agosto de 1927
- Debut en público: Cehegín (Murcia), septiembre de 1943.
- Debut con picadores: Barcelona, 27 de septiembre de 1944. Ganado del duque de Tovar, acompañado por el peruano Alejandro Montani y por Aguado de Castro.
- Debut en Las Ventas: 1 de abril de 1944. Ganado del vizconde de Garci-Grande, acompañado de Paco Lara y Manuel Torres, Bombita.
- Alternativa: Barcelona, 3 de septiembre de 1944. Padrino: Domingo Ortega. Completaban el cartel, de 8 toros: Pepe Luis Vázquez y Carlos Arruza. Reses de Alipio Pérez-Tabernero. El toro era negro y se llamaba "Partidario"
- Confirmación en Las Ventas: 29 de abril de 1945. Toros de María Montalvo. Padrino: Pepe Bienvenida. Testigo: Morenito de Talavera
- Temporada 1953: Última corrida, el 22 de febrero en Caracas (Venezuela).
- 27 de Febrero de 2011 fallece en Sevilla
Apenas tres temporadas en la cumbre estuvo Pepín Martín Vázquez, torero sevillano de la Macarena, uno de los más importantes de la postguerra española y máximo representante del toreo sevillano con Chicuelo, Pepe Luis y Manolo González. Sólo tres años con tanta intensidad que le colocaron en el primer plano. La cornada de Valdepeñas el 8 de agosto de 1947 frenó de forma definitiva su trayectoria, porque Pepín ya no volvió a ser el mismo torero. Retirado en 1952, su estilo torero, y parte de su fama, se debió a la película Currito de la Cruz, donde se pueden apreciar las mejores imágenes de un torero en su esplendor. El toreo de Pepín ha trascendido en el tiempo gracias una película que lo inmortalizó para siempre. Su estilo vital, poco amigo de estar en primer plano, le barnizó de un halo algo misterioso. Pepín, a pesar de Currito de la Cruz, es uno de esos grandes toreros que no han recibido los honores merecidos por su enorme calidad.
El menor de los hijos del legendario espada sevillano Curro Vázquez vistió su primer traje de luces en Cehegín (Murcia) en la temporada de 1943 y debutó con picadores en Barcelona el 27 de febrero de 1944, en una tarde en la que Alejandro Montani y Aguado de Castro mataron con él una novillada del duque de Tovar. Era su presentación en Barcelona y constituyó un gran triunfo. Desde entonces su carrera hacia la alternativa resultó vertiginosa. Quiso refrendar este éxito enseguida en Madrid, y se presentó en Las Ventas el 1 de abril - con utreros del vizconde de Garcigrande y Paco Lara y Manuel Torres "Bombita" en el cartel, llevándose de calle desde que abrió el capote al público madrileño - y tras 34 triunfales novilladas, entre ellas la de su gran faena en Madrid a un novillo de Hoyo de la Gitana, tomó la alternativa en Barcelona el 3 de septiembre del mismo 1944 de manos de Domingo Ortega y con Pepe Luis Vázquez y Arruza de testigos. Y aún sumaría otras 13 corridas de toros en el que había comenzado siendo el año de su presentación con caballos.
En 1945 se esperaba a Pepín con verdadera ilusión, que no defraudó, pues triunfó en casi todas las grandes ferias. En Madrid, participó en cinco corridas, entre ellas la de su confirmación de alternativa y la de la Asociación de la Prensa, junto a Albaicín y el mexicano Antonio Velázquez, que confirmaba su alternativa. Confirmó el doctorado en Las Ventas el 29 de abril, esta vez de manos de Pepe Bienvenida y ante Morenito de Talavera, estoqueando al toro "Encandilado", de Maria Montalvo. Ese año fue la estrella de la Feria de Abril de Sevilla y después de 67 actuaciones viajó a México para hacer temporada.
En 1946 toreó 51 - frenado por la grave cornada sufrida en Madrid - y consolidó su cartel en toda España, con éxitos en Madrid, donde interviene de nuevo en cinco tardes, cortando una oreja el 30 de mayo, después de testificar la confirmación de alternativa de otro mexicano, El Calesero, que la recibe de manos de Pepe Luis Vázquez. Pepín cae herido en un muslo el 30 de junio, pero regresa a Las Ventas el 26 de septiembre y vuelve a cortar una oreja.
Todos auguran un año 1947 arrollador. Fueron precisamente las cornadas las que impidieron que Pepín Martín Vázquez cogiera el mando tras la muerte de Manolete. Y en especial una, la sufrida en Valdepeñas el 8 de agosto la misma temporada de la tragedia de Linares.
En 1947 Pepín había sido el triunfador de la primera feria de San Isidro, y en la Beneficencia de Madrid, el 16 de julio, había cortado cuatro orejas en tarde compartida con Manolete. Las imágenes de sus faenas de ese día a sendos toros de Bohórquez sirvieron para ilustrar magníficamente la película Currito de la Cruz que, en versión de Luis Lucia, él mismo protagonizó. Gracias a esta película - tercera versión cinematográfica de la novela de Alejandro Pérez Lugín y a la maestría del operador, el cameraman José Fernández Aguayo - hijo del gran fotógrafo taurino Baldomero -, los aficionados más jóvenes hemos podido contemplar la extraordinaria calidad artística de Pepín Martín Vázquez, del que Clarito comenta elogiosa y escuetamente en sus "Memorias" su actuación en la corrida de Beneficencia - última actuación de Manolete en Madrid - calificando sus lances y pases de asombrosos.
Pepín Martín Vázquez. Manolete, y Gitanillo de Triana
En 1947 Pepín había sido el triunfador de la primera feria de San Isidro, y en la Beneficencia de Madrid, el 16 de julio, había cortado cuatro orejas en tarde compartida con Manolete. Las imágenes de sus faenas de ese día a sendos toros de Bohórquez sirvieron para ilustrar magníficamente la película Currito de la Cruz que, en versión de Luis Lucia, él mismo protagonizó. Gracias a esta película - tercera versión cinematográfica de la novela de Alejandro Pérez Lugín y a la maestría del operador, el cameraman José Fernández Aguayo - hijo del gran fotógrafo taurino Baldomero -, los aficionados más jóvenes hemos podido contemplar la extraordinaria calidad artística de Pepín Martín Vázquez, del que Clarito comenta elogiosa y escuetamente en sus "Memorias" su actuación en la corrida de Beneficencia - última actuación de Manolete en Madrid - calificando sus lances y pases de asombrosos.
Pepín Martín Vázquez fue un torero lleno de virtudes. En su toreo se fundían - a la par - el salero y el clasicismo, el valor y la armonía, la casta y la gracia torera. Los aficionados dictan un juicio firme: ¡Por fin un torero de clase aúna está con la valentía!. En cuanto a su estilo, Cossío opina que "Toreaba excelentemente con la muleta y aun con un prurito de clasicismo que atenuaba su gracia auténtica, el ritmo alegre de su toreo. Cuajo muchas faenas memorables y especialmente en los años de su apogeo ocupó lugar en la primera fila de los matadores de su tiempo". Pepín era la gracia, el aroma, la sevillanía, la pinturería torera, pero también el valor y la casta. Era el detalle y el destello - heredado de Chicuelo y Pepe Luis Vázquez y precursor del de Manolo González - pero también el pundonor, la arrogancia y la lidia total que iba desde el capote grácil a la armónica y florida muleta, que no estaba exenta ni de hondura ni de profundidad, pasando por los tercios de banderillas que, de novillero, frecuentó a menudo y que más tarde fue posponiendo.
Su toreo a pies juntos no quitaba recorrido al lance ni al muletazo, y poseía la misma prestancia y majestad que si lo ejecutara con el cantado hacer clásico de cargar la suerte. Alegría en la leve carrera, con el acompañamiento alternativo de la voz, para citar en la verónica a pies juntos, en la chicuelina envolvente, en el natural netamente sevillano, pero con los cánones de Manolete del aguante y el colocarse un poco de costadillo, como imponía la época marcada por el signo del "Monstruo de Córdoba", que encontró su holocausto en Linares.
Pepe Luís Vàzquez, Pepín Martín Vázquez, y Pepe Bienvenida
Y luego el toreo de adorno, alegrando aún más al burel, para dar el kikirikí, el molinete trianero, girando en la misma cara del toro; el pase de la firma, que creó Granero y que Chicuelo (el de la Alameda) paseó por todos los ruedos del mundo. Pero la aportación más impactante de la tauromaquia de Pepín Martín Vázquez viene marcado por el lance de la gaonera y el pase por alto a pies juntos. Sin desdeñar su magnífico toreo fundamental, la magia de su capote a la espalda elevaba el toreo de capa a las cumbres del arte. Su gaonera honda y mayestática, graciosa y serena, asumía las cualidades del más reconocido temple y cargaba la suerte en cada uno de los lances resultando ser verdaderas verónicas.
Y junto a la gaonera, los pases por alto. Esos mismos que se ven en Currito de la Cruz. Sin moverse del sitio. A pies juntos. Como un telón que viene y va. Unos simples estatuarios que dan belleza y colorido hispalense al arte más rotundo. Pepín heredó de Chicuelo la gracia sevillana y continuó, como Pepe Luis Vázquez, la escuela de tal nombre. Los tres forman la cumbre de ese modo de torear, basado en aunar la clase con el conocimiento, lo fundamental con lo accesorio, simplemente, lo sevillano.
El torero de La Resolana intentaba fundir en una sola pieza Sevilla y Córdoba, Chicuelo con Manolete, y llegar así a torear como sólo comenzaron a hacerlo, una década más tarde, los mejores toreros de los años cincuenta. Pepín toreaba como los ángeles. Verdaderamente Pepín Martín Vázquez fue un adelantado a su tiempo. En plenos años cuarenta toreaba como se llegó a torear mucho después. Cuando contemplamos sus esplendorosas faenas, nos parecen de lo más actuales. Pepín estaba en la honda de lo que vendría después. Toreaba en el sitio y con la ligazón de Manolete, pero con otro acento, muy elegante, muy sencillo, muy clásico. Pepín Martín Vázquez fue un adelantado a su tiempo y lo pagó caro. En una galería de toreros ilustres debe figurar con todo merecimiento.
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