
SAN ISIDRO - 21° de FERIA
EL BUEN TOREO Y LA MALA ESPADA DE RUFO
Por Juan Miguel Núñez Batlles
Las huellas que viene dejando la Feria son en muchos casos de contrastes muy marcados, y absolutamente antagónicos. De extremo a extremo. Se ha pasado varias veces del triunfo al fracaso; de la abundancia al despilfarro; de lo próspero y triunfante al hundimiento, la desolación. Y todo viene ocurriendo en un santiamén, el tiempo de montar la espada para su manejo, con fallo final en la estocada.
Yendo al grano, resulta inconcebible, y hasta imperdonable -conviene matizar la apreciación, para hacerla más contundente-, que después de haber cuajado una buena faena, muy buenas faenas a las que nos vamos a referir, se acabe tirando el triunfo por la borda al no acertar en la llamada suerte suprema. Malvadas espadas. Con lo difícil que es cuajar un toro en Madrid. La de circunstancias a favor que han de darse para que pueda ocurrir. Por supuesto, el toro, que luzca los componentes fundamentales de la bravura. Y la disposición, el talento y los atributos artísticos del torero. Una perfecta conjunción que se había dado estos días atrás con los tres diestros anunciados por separado en el ciclo.
Perera cuajó una gran faena a un extraordinario toro de Fuente Ymbro, el 11 de mayo, al que no mató debidamente. De aquello se dijo que no se puede torear mejor y matar peor.
Adrián también bordó el toreo, el 16 de mayo, con un bravisimo toro de Victoriano del Río. Fue una actuación de mucha capacidad torera por la forma de plantearla y los arrestos para ejecutarla. Pero sin la rúbrica del acero.
Y Rufo hizo un toreo de ensueño, el 23 de mayo, también con un toro de Victoriano del Río de mucha calidad y empuje. Fue una faena extraordinariamente transcendental, a la que sólo le sobró el desbarajuste de la espada.
De modo que venían los tres con la asignatura pendiente de la suerte suprema. Pero el respaldo de aquellas faenas prestaba al cartel un carácter extraordinario. Expectación reflejada en el "no hay billetes" en taquillas.
Hoy tenía que pasar necesariamente algo importante. Claro que para eso es obligado contar con el toro. Y fue precisamente el toro el gran ausente en la tarde.
Corrida vacía de todo.
Se preocupó Perera de medir mucho las fuerzas del que abrió plaza, y para ello sin que apenas le castigaran en el caballo. Pero ni así.

Toro blando y soso, no decía nada, y menos para un torero poderoso como él.
Con el cuarto, idéntico panorama. El animal, violentito, remataba los viajes por la derecha pegando puñetazos. Y ante la indiferencia del tendido, Perera se lo quitó de encima sin darse más coba.
El segundo, primero de Adrián fue protestado por su escaso trapío. Una larga en el tercio y bonitos lances. En varas, sin apretar ni el toro ni el picador. Simulacro. Sin embargo, la faena prometía en el inicio, por la torería en las formas, el empaque de Rufo toreando a derechas, la muleta planchada y los trazos curvos. Extraordinarios los de pecho. La plaza se calentaba menos los eternos protestones. Y como a partir de una primera tanda por naturales el toro se apagaba, aquello se vino abajo pronto.

El quinto tuvo mal estilo, de embestida desigual, con genio y problemas para los que ya renunció a estar Adrián.
El primero de Rufo no podía con el rabo. Y esta vez también el hombre lo trató, o para ser exactos, lo maltrató con prisas y trallazos amontonándose. Poco bueno por parte de los dos.
Ya en el sexto y cuando más descontento estaba en tendido, se obró el milagro. Aunque hubo dudas en la apertura de rodillas, pronto se entendieron el hombre y el animal. Una primera tanda a derechas por abajo, de temple y dominio. Espectacular sometimiento en dos series más por ese pitón. Y también por naturales. Ahora las palmas echaban humo. Y Rufo se abandonó para pasar del poder y el sometimiento al relajo más absoluto. Quietísimo, y descolgado de hombros, acompañando con la cintura. Qué bonito todo, también en los remates finales. La lástima, la espada.

Otra vez la mala espada de Rufo vino a disminuir la importancia y el esplendor de su toreo bueno.
Cuando podía haber cortado las orejas, en plural, se cruzó el mal bajío de la espada.
Hay que dejar claro que la faena fue de mucha altura, técnicamente impecable y de considerable gracia y fundamento artístico.
- FICHA DEL FESTEJO
Toros de El Parralejo, justos de presencia, mansos, flojos y deslucidos. Pitados los cinco primeros arrastres.
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y desprendida (silencio); y estocada casi entera, trasera, tendida y caída (silencio).
Fernando Adrián: media desprendida (ovación); y estocada trasera y caída (aviso y silencio).
Tomás Rufo: casi media que escupe, pinchazo, estocada corta tendida y desprendida u descabello (silencio); y pinchazo y estocada trasera contraria (gran ovación tras petición mayoritaria).
La plaza registró lleno de "no hay billetes" en tarde de calor bochornoso.
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