
'..Fue construido como monumento a la reconciliación de los españoles bajo el signo de perdón de la Cruz. La arquitectura de cuartel y monasterio transmite bien la imagen del caballero español, mitad monje, mitad soldado..'
Otra vez Valladolid
Jesús García-Conde
Pucela se desvela despeinada, según el primer verso del Soneto XXV de los ciento del libro de sonetos de Sabina. El miércoles Valladolid se ponía, en cambio, de punta en blanco para la presentación del libro Valle de los Caídos; una investigación exhaustiva, minuciosa, pulcra sobre el monumento más grandioso de los construidos en el Siglo XX en todo el mundo. Escribe la pieza, Carlos Romero, un médico que ha mojado su bisturí de precisión en la tinta del respeto hacia la memoria de quienes hicieron posible la construcción del monumento, los restos de los que albergan y los monjes que los guardan.
Edita una editorial vallisoletana, GallandBooks de un vallisoletano, Lucas Molina, nacido en Galicia. Los vallisoletanos, acudieron en masa al Estudio Teológico Agustiniano de la Calle Filipinos, abarrotaron las más de 230 butacas disponibles ocupando los pasillos y puertas de entrada. Un llenazo histórico. Algo insólito. No había una organización detrás que convocara, no había que dejarse ver esperando una palmada ni hacer méritos ante nadie. Valladolid respondió a un llamamiento popular hecho en digitales como este, programas como El Gato al Agua o emisoras como InformaRadio. Valladolid movió a sus asociaciones, como la muy vallisoletana Conde Ansúrez, a la difusión de un acto que pretendía difundir el cariño por la obra inmensa del Valle de Los Caídos. Y Valladolid respondió.
Allá por el año 1965 decía Ramón Ferreiro en su discurso, Nostalgia y Exaltación de la Ciudad de Valladolid, que el culto de los vallisoletanos a lo justo, en todos sus órdenes y grados, se debe básicamente a siglos de civilización cristiana y a la influencia de figuras excelsas de la mística y el derecho.
Poco hay mas justo que hacer justicia con las figuras excelsas, que promovieron y levantaron el gran monumento a la reconciliación de los españoles y defendieron su integridad. Franco, como promotor del mismo, los arquitectos, Pedro Muguruza y Diego Méndez; el ingeniero Carlos Fernández Casado autor de los cálculos de la Cruz, los artistas, Ávalos, Padrós, Beobide, Ferreira, Espinós, Martín Méndez y Sanguino, entre otros; los monjes, de Fray Justo Pérez de Urbel al Padre Cantera, hombres de ciencia, artes y místicos. Sigue Ferreiro en su discurso de 1960 ante la Real Academia de Bellas Artes: Los vallisoletanos no tenemos fácil la simbolización provincial, la representación de nuestra ciudad y de nuestra vida. Puede ser, pero según la aristocracia espiritual que nos caracteriza, según nuestro autor, sabemos reconocernos en los símbolos de España como es el Valle de Los Caídos.
El Valle de los Caídos, dijo el autor al presentar el libro, es una obra grandiosa española hecha por españoles, de empresas españolas con artistas españoles. Efectivamente representa el sentido trascendental con el que los españoles hemos imprimido nuestras grandes obras de la Historia. Fue construido como monumento a la reconciliación de los españoles bajo el signo de perdón de la Cruz. La arquitectura de cuartel y monasterio transmite bien la imagen del caballero español, mitad monje, mitad soldado. La solemnidad de la nave, la belleza de las esculturas abre una gruta en el cielo para quien se deja envolver por su espíritu en la compañía de los Beatos y Siervos de Dios que ya gozan de Él.
Los días de Todos Los Santos se representa la obra magna de un vallisoletano, Don Juan Tenorio de Zorrilla. El Valle está amenazado ahora por alguien a quien le quedan bien los versos con los que Don Juan relata su historia en la Escena XII Yo a los palacios subí/ yo a los claustros escalé/ y en todas partes dejé/ memoria amarga de mí. Este personaje nefasto, espacio le falta a mi canto/ para maldecir su nombre dirá otro poeta, escaló hasta el claustro del Valle a fotografiarse con las calaveras de los caídos, interrumpiendo su descanso y ahondando en la amargura de la memoria histórica o democrática que dejará en todas las partes españolas. Por suerte un grupo de vallisoletanos, y pronto de otros españoles, mantienen el respeto y la honra la ausencia de los mozos de Castilla dormidos en la muerte que descansan entre los muros del Valle. Otra vez Castilla, otra vez Valladolid, siempre España, otra vez, muchas gracias.

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