'Jabatillo' de Alcurrucén mejor toro de la Feria de San Isidro 2015 por "presentación y bravura" .
Para enderezar el rumbo hay que cambiar las reglas del mercado taurino y las preferencias del público, incluidos los aficionados, para que demanden un toro bravo de verdad con una nobleza encastada, que propicie emoción y belleza durante la lidia; lógicamente, es necesario que los toreros que mandan en el escalafón quieran enfrentarse a ellos.
OBJETIVO PRIORITARIO: RECUPERAR LA
BRAVURA
'Del toro al infinito' blogspot.
Estamos inmersos en tiempos difíciles para la Tauromaquia, no queda más
remedio que estar vigilantes para protegerla. Uno de los mayores problemas que
tiene la Fiesta de los toros en estos momentos, no viene de fuera, se encuentra
en sus propias entrañas: la falta de bravura y de casta del toro actual, un
animal que pasa por el primer tercio, el de varas, como un rayo atraviesa un
cristal, sin romperlo ni mancharlo. Después de las banderillas, en la muleta, se
pone a embestir de manera noble, repetida, sosa y predecible. La recuperación
de la bravura verdadera y el equilibrio entre los diferentes tercios de la
lidia es absolutamente indispensable para salvaguardar la Tauromaquia.
- Casta Vistahermosa
Es una constatación real que desde hace más de un
siglo las figuras que han mandado en la Fiesta -al principio fue Guerrita,
después la collera Joselito/Belmonte y los que vinieron después…-, empezaron a
imponer la casta Vistahermosa a los ganaderos de bravo, porque este tipo de
toro era el animal más completo y equilibrado para la lidia, pues, habiendo
sido bravo en el caballo, llegaba a la muleta en unas condiciones adecuadas
para embestir. Quizá por ello, la historia de la tauromaquia en el siglo XX y
lo que llevamos de éste, está jalonada de toros que, además de haber sido
bravos en el caballo, han sido nobles en la muleta.
La preferencia de la sangre Vistahermosa se ha ido
acentuando desde comienzos del siglo pasado, lo que ha provocado que casi todo
el ganado de lidia actual proceda de esta casta fundacional. La casta Jijona está
prácticamente desaparecida; de la casta Vazqueña solo quedan unas pocas ganaderías
-y goterones en otras-; las castas Cabrera y Gallardo se sabe lo que
representan, y la Casta Navarra ha quedado reducida a los festejos populares…
Esta es una realidad tozuda con la que tendremos que lidiar en el presente y en
el futuro.
Los ganaderos de bravo se han instalado en esta
realidad hasta llegar al tronco Murube-Ybarra-Parladé del que proceden la gran
mayoría de las ganaderías actuales, siendo el encaste Parladé el más numeroso a
través de la rama Domecq, que ha derivado a su vez en “nuevos encastes”, aunque
a todos ellos se les considere “encaste Domecq”. La metodología casi perfecta
de selección -selección por ascendencia, masal y por descendencia-, y los
conocimientos y la afición de los ganaderos, han hecho que consiguieran un toro
mucho más noble que bravo, como consecuencia de la presión asfixiante del “cotarro
taurino” y de la educación equivocada del público, que demanda un animal que
apenas necesita ser castigado en la suerte de varas -de aquí a la desaparición
de la suerte solo hay un paso-, bonancible y predecible en la muleta –y por
tanto sin fuerza y pujanza-, que permite la creación de un arte sin emoción y
ya se sabe que, en los toros, “el arte sin emoción no es arte”. Porque, ¿dónde
queda el arte de la lidia de un toro encastado y difícil, como decían Domingo
Ortega y Marcial Lalanda, entre otros? ¿No será que “nos está ahogando la estética”,
como decía Unamuno?
- Bravura vs. nobleza
Se da la circunstancia de que en la raza de lidia
se avanza más lentamente en la mejora del carácter nobleza que en la del
carácter bravura, pues esta última se transmite de padres a hijos más rápidamente
que la nobleza, tiene un mayor coeficiente de heredabilidad. Los ganaderos de
bravo han tenido mucho mérito, porque han conseguido en los últimos 50 años
hacer un toro mucho más noble que bravo, no por propia voluntad sino por exigencia
de la demanda, del mercado taurino. Bien es cierto que para ello han trabajado
con una buena materia prima, ya que como se ha dicho se vieron casi obligados a
cambiar su casta original por la de Vistahermosa, casi siempre de la mano del
encaste Domecq.
Muchos ganaderos actuales podrían volver a la
senda de la bravura y de la nobleza encastada en pocas generaciones de su
ganadería, porque tienen conocimientos suficientes para ello. Es más fácil
pasar de nobleza –más o menos encastada- a bravura que lo contrario. Pretender
mantener solo nobleza es muy difícil y puede derivar en mansedumbre sorda y
peligrosa, como se ha visto en bastantes ganaderías. Se trata de hacer un toro
más equilibrado, de bravura integral,
que se emplee en los tres tercios de la lidia. Es lo que preconizaba el
ganadero J. P. Domecq Nuñez de Villavicencio que buscaba este tipo de toro
integral cuando cambió su vacada de origen vazqueño, recientemente comprada,
por la casta Vistahermosa por la vía Parladé/Conde de la Corte hacia los años 30
del siglo pasado. Aquel hombre fue un buen ganadero y tuvo una gran intuición
sobre el futuro de la tauromaquia. Su hijo Domecq Diez continuó su legado y
mantuvo el timón original de su progenitor. Lo que ocurrió a partir de entonces
es bien conocido.
Para enderezar el rumbo hay que cambiar las reglas
del mercado taurino y las preferencias del público, incluidos los aficionados,
para que demanden un toro bravo de verdad con una nobleza encastada, que
propicie emoción y belleza durante la lidia; lógicamente, es necesario que los
toreros que mandan en el escalafón quieran enfrentarse a ellos. Si solo hubiera
este tipo de toro no les quedaría otra salida que anunciarse con ellos y además
se abriría mucho más la oferta al resto de matadores. Los responsables de
educar al gran público en esta dirección son los aficionados, ya que salvo
honrosas excepciones poco se puede esperar de los medios de comunicación.
Existe, sin
embargo, un gran escollo para ello y es la división entre los propios aficionados,
pues los llamados toreristas posiblemente no estuvieran de acuerdo con el
cambio. A estos habría que decirles que se trata de conseguir una nueva dosis
de bravura, pero sin perder la esencia de la nobleza. Y esta es la senda que
debe tomar la nueva tauromaquia, de lo contrario, peligra el futuro de la
Fiesta. Aquellos que solo aman el arte desprovisto de emoción, los toros nobles
pero ayunos de fiereza y pujanza, tendrán que aceptar la recuperación de un
toro que nunca debió perderse, que sea capaz de aguantar los tres tercios
equilibrados de la lidia.
La realidad actual es la existencia de una mayoría
abrumadora de animales de sangre Vistahermosa, por la vía del encaste Domecq,
en los diferentes encastes derivados. A esta situación se ha llegado en las
últimas décadas y es muy difícil dar marcha atrás, casi imposible, ¡con estos
bueyes tendremos que arar!
- ¿Y ahora qué?
Hoy no se puede borrar de un plumazo el encaste Domecq que inunda todos los rincones de la ganadería brava española, pero sí se puede pedir -¿exigir?- que vuelvan a la senda de la bravura, a recuperar esa bravura integral que nunca debió perderse. La responsabilidad de los ganaderos propietarios de este encaste, en sus diferentes variantes, es muy grande con el futuro de la Tauromaquia. Lo mismo habrá que pedirles a los ganaderos con encastes menos numerosos hoy en día, como Murube, Ybarra/Saltillo, Núñez… para que mantengan o vuelvan a la senda del toro bravo y pujante, con una nobleza encastada. Y también, por supuesto, a los ganaderos de encastes minoritarios –algunos les llaman singulares- en serio peligro de extinción, que busquen un toro íntegro y completo de principio a fin.
No se puede admitir que se diga que la verdadera bravura es la de un toro que, habiendo pasado desapercibido por la suerte de varas, se pone a embestir en la muleta de manera noble y predecible. Esta podrá ser la verdadera nobleza pero nunca la verdadera bravura. Desterremos para siempre esta falacia. Un toro bravo tiene que plantar cara en el caballo, crecerse en el castigo, repetir al menos una segunda vez, mostrar ganas de atacar. Después, venirse arriba en banderillas –avivadores, como se les llamaba antiguamente-. Una vez en la muleta, repetir las embestidas con una nobleza encastada que transmita emoción a los tendidos y que exija ser domeñado por el torero, para después crear arte con emoción.
Este tipo de toro se tiene que volver a hacer, los ganaderos lo tienen que conseguir, y tiene que salir de la casta Vistahermosa, de la rama de Domecq, porque es claramente mayoritaria en la ganadería brava actual. Es el toro además que demandan los buenos aficionados y que hay que conseguir que sea el que pida también el público en general. La gente solo volverá a las plazas si percibe riesgo y emoción en el ruedo. Los ganaderos que se enfrasquen en esta tarea se sentirán más auténticos porque están criando el verdadero toro de lidia. Los toreros también saldrán beneficiados porque solo el enfrentamiento a un toro bravo y encastado da sentido a su profesión. La satisfacción de poder cuajar un toro después de haberle podido y dominado y crear arte además, hasta emocionar al público, tiene que producir una sensación placentera indescriptible. Así, no tendrían que pedir que les dejasen crudos los toros en varas en las ferias importantes, donde un triunfo tiene una gran repercusión. La exigencia de torear este tipo de toros les limitaría el nº de actuaciones, lo que dejaría espacios para los toreros situados en puestos más bajos del escalafón.
Y sobre todo quien va a salir beneficiada es la propia Fiesta, pues como se decía al comienzo de este artículo la recuperación de la bravura y de la casta del toro de lidia es el aspecto fundamental para salvaguardar la Tauromaquia universal, ¡todo son ventajas!
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*Antonio Purroy Unanua, nació en Pamplona, en 1950. Es Ingeniero Agrónomo y doctor por la Universidad Politécnica de Madrid. En 1990 se incorporó a la Universidad Pública de Navarra como Profesor Titular de Universidad en el área de Producción Animal y, después, como Catedrático de Universidad (1995). Ha sido subdirector y director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros agrónomos y vicerrector de Investigación y Transferencia Tecnológica.
Ha participado como investigador principal o como investigador colaborador en una veintena de proyectos de investigación y es autor o coautor de más de un centenar de publicaciones y comunicaciones presentadas en congresos internacionales. Además, ha formado parte de diversos organismos y comisiones
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