"...Lo de que separa a Ponce de la grey torera es su capacidad creativa frente a cualquier clase de toros en su variado e imprevisible comportamiento y por cuanto artísticamente suele conseguir en casi todas sus faenas..."
Ponce, eterno punto y parte con casi todo a la contra
J.A. del Moral / 19/03/2016
Ocho toros de Núñez del Cuvillo incluidos los sobreros que reemplazaron al que abrió a plaza y al tercero, devueltos por su extrema debilidad, lindando la absoluta invalidez. Bien aunque desigualmente presentados, mejor los bellísimos de pelo jabonero quinto y sexto. Blandos en distintos grados y nobles en general destacando por más enteros y duraderos, el que hizo tercero y el quinto. Y en menor medida el cuarto por pronto venido abajo.
Enrique Ponce (grana y oro): Estocada desprendida de rápidos efectos, ovación con saludos. Pinchazo sin soltar y estocada, aviso y oreja.
Sebastián Castella (verde jabón y oro): Buena estocada, palmas. Dos pinchazos y estocada corta, algo caída, ovación con saludos.
David Mora (verde manzana y oro): Buena estocada, petición no mayoritaria y vuelta al ruedo. Estocada trasera, palmas.
Lo de menos fue que Enrique Ponce cortara la única oreja de la tarde. Un despojo de más o de menos entre los miles que lleva cortados, má los muchos perdidos por sus fallos a espadas a lo largo de su inagotable e intensa vida profesional, no le van a dar ni a quitar nada porque su incomparable e inigualada historia ya está escrita aunque, su increíble por creciente permanencia en la cumbre del toreo no tiene ni quizá tenga parangón en el devenir de los tiempos.
Lo de que separa a Ponce de la grey torera es su capacidad creativa frente a cualquier clase de toros en su variado e imprevisible comportamiento y por cuanto artísticamente suele conseguir en casi todas sus faenas: además de torear como los propios ángeles, su exclusiva manera de andar por la plaza, de entrar y salir de sus hechos puramente toreros, tanto antes de dar los primeros muletazos de cada tanda como después de dar los últimos. Tanto es así, que se puede afirmar sobre Enrique Ponce que es el que mejor con mucha diferencia sabe llenar los tiempos muertos que se suceden a lo largo de la lidia y en la mayoría de las faenas de muleta.
Hace años que, comentando esta singularidad artística de Ponce con el grandísimo escritor francés, Jean Cau – mantuve una larga y fructífera amistad con él hasta que murió a raíz de prologar las ediciones francesas de dos de mis libros, me explicó por qué Enrique conseguía llenar totalmente la escena del ruedo en sus actuaciones. “Es que además de ser un grandioso torero, afirmó, es un grandioso bailarín de ballet, y de especial clase como la que tuvo Igor Nureyev que se movía tan divinamente sobre las tablas de los escenarios porque sus músculos parecían tener inteligencia por sí mismos”. “Por eso, precisamente por eso, siguió diciéndome Jean, cuando Ponce torea y anda junto a los toros parece que los animales desaparecen y solamente está él en el ruedo”…
Si digo todo esto sobre las faenas que hizo Ponce ayer, es porque sus dos toros apenas tuvieron resuello aunque su segundo le permitió extremar más lo que digo por ser un poquito más fuerte que el sobrero que le echaron tras la devolución del titular en medio del lógico y sonoro disgusto de los espectadores.
La tarde empezó fatal por la invalidez del ganado y por el enfado de los querían ver triunfar al gran torero de la tierra y con este ganado muchos temimos que no podría ser de ninguna manera. Todos menos Enrique que vio los cielos abiertos aunque en ese momento llovía cuando pudo comprobar que el cuarto toro tenía mínimas posibilidades para volver a ser el punto y aparte del toreo que lleva siendo desde hace los 27 años que está cumpliendo en este 2016 como matador de toros. Lo consiguió una vez más con capote y muleta, y por eso volvió a marcar la diferencia que le separa de todos los toreros, los viejos y los nuevos.
Como le ocurrió al otro gran artista valenciano, el inigualable pintor Joaquín Sorolla que también fue punto y aparte con los pinceles. Dos puntos y aparte eternos por la anchura y la largura de sus respectivas artes.
Por lo demás, la tarde estuvo presidida por el pobre comportamiento del ganado aunque con los toros que más se dejaron, tanto Sebastián Castella con el quinto toro como sobre todo David Mora con el tercero, poco les faltó para tocar pelo.
A Castella le falló la espada tras su buena faena al buen quinto toro. Y a Mora, que ayer demostró que su milagrosa recuperación es un hecho y que se puede seguir contando con él en los carteles de mayor fuste en las grandes ferias, le faltaron unos cuantos pañuelos más tras matar muy bien al tercero al que toreó como lo hizo en su reaparición del madrileño Palacio de Vistalegre aunque por la limitada condición de su enemigo la cosa no llegó a tanto.
La primera faena de Ponce tuvo que ser abreviada en intensidad porque la situación del toro no daba para más. La primera de Castella sucedió entre desigualdades en cuanto a limpieza y por excesivamente machacona hasta impacientar a los espectadores. Y la del último toro de la tarde a cargo de Mora, cabe aconsejar a David con todo respeto que, entre lo mal que fue picado este animal en un primer puyazo alevoso por muy trasero y la inconveniente manera que empleó al iniciar su faena con pases cambiados, muy perjudiciales con las reses sin fuerza, las pocas posibilidades del burel se arruinaron por completo.
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