Curro Díaz, tras el pasado domingo de Ramos,
un torero que interesa ¿ahora?
"...Por eso hoy no voy a escribir de lo que sucedió con el de Linares el pasado domingo, me basta con invitarles a leer el prólogo que realicé en octubre de 2011 para el libro de Miguel Vega, ‘Curro Díaz, torero lorquiano’, de Edicions Bellaterra..."
SE HABÍA ESCRITO
Antolín Castro
España, 28/03/2016
Lo del pasado Domingo de Ramos en Madrid ha causado sensación entre aficionados y prensa, pero donde debe causar sensación, y el correspondiente reflejo, es entre los empresarios. Quien suscribe no es de los que se apuntan al carro cuando llegan las vacas gordas, esta apuesta por Curro Díaz está hecha muchas veces y con bastante antelación.
Por eso hoy no voy a escribir de lo que sucedió con el de Linares el pasado domingo, me basta con invitarles a leer el prólogo que realicé en octubre de 2011 para el libro de Miguel Vega, ‘Curro Díaz, torero lorquiano’, de Edicions Bellaterra. Lo que pienso de este torero lo había dicho ya y su reciente salida a hombros lo único que hace es confirmar lo que había escrito. Aunque el texto es un poco más largo de lo habitual, les invito a leer.
CURRO DÍAZ: El sueño de ser Torero
En este paseíllo que ahora inicio, cuando el amigo lector tiene entre sus manos este libro, me armo de valor para que tras él sea capaz de mover siquiera un poco las manos y dar unos lances que puedan servir de prólogo, de preámbulo, a lo que a continuación será su más que agradable y fructífera lectura. Ese importante contenido sí será un paseo definitivo a través de la tauromaquia de un torero cabal: Curro Díaz.
Me cabe el honor de prologar esta obra de un gran escritor pero, por encima de todo, un enamorado del toreo, y dentro de él, apasionado por su palo más bello, el arte. Miguel Vega es, sin duda, amante de las letras y de la poesía, pero encuentra una importante fuente de inspiración en el embrujo que supone el arte del toreo, el toreo verdadero, aquél que es capaz de remover los cimientos de los sentimientos y ponerlos a flor de piel para que quien pudiendo, escriba y describa, con sus mejores letras, lo que representa en ese espacio un torero nacido en Linares. Eso ha hecho, con inusitada maestría, Miguel Vega.
Para mí, en este compromiso ineludible por cautivador, y en este prólogo, me guardo el deseo de ofrecer la visión, la imagen que este torero proyecta sobre mi ya veterana afición. Quizá sea la más diferente, la de más valor, que a mi juicio, ha de poseer un torero: El sueño de ser Torero.
Me aprestaré de inmediato a justificar lo afirmado. Se puede decir que ese deseo, ese sueño, por ser torero, sería aplicable a cuantos se visten de luces. Allá en sus inicios todos sueñan con ser toreros, pero son muy pocos los que de verdad saben cimentar ese sueño en sus condiciones toreras, en sus cualidades artísticas, sin caer en la tentación de traicionarlas. Los más se despeñan por el deseo de ser figuras, ricos o simplemente aventajados profesionales, que aun pareciendo lo mismo, y ser coincidente en algunos casos o aspectos, es radicalmente distinto. Curro Díaz es el ejemplo de cuanto digo.
Este Curro de Linares, como aquel otro de Camas, camina sobre el difícil sendero de exteriorizar lo que siente como torero, ajeno a modas o modismos, ajeno a las grandes empresas y apoderados; por tanto, fiel a sí mismo. Si el sueño definitivo se alcanza, lo habrá logrado sobre la base de ser y sentir y no la de estar o mentir. Lo que, por deducción, es tanto como decir que estar para mentir es la mayor traición que un torero puede hacerle a su sueño inicial. Estar en los carteles, torear mucho o ganar dinero no es sinónimo de ser ni sentirse torero. De ahí, y como ejemplo, que muchos que han sido figuras digan al final de sus carreras que ahora torean para sí mismos, que se gustan toreando ¿Para quién, entonces, torearon todo el tiempo que ocuparon ese privilegiado lugar?
Curro Díaz, fiel a su modo de sentir e interpretar el toreo, -a eso por fuerza se le ha de llamar pureza-, ha caminado hasta hoy por el difícil sendero que supone el que se abra camino su arte, su concepción del toreo y no solamente su nombre. Es cierto que ello es inseparable, pero también es cierto, por repetido, que cuando se es figura y se alcanzan cotas muy altas en el escalafón se establece de facto esa separación de conceptos: Triunfar se convierte en mayor necesidad que torear. Ahí, en esa encrucijada, se pierde la autenticidad para dar paso solamente a lo efímero o simplemente circunstancial.
Pero el toreo, el arte de torear, no es circunstancial, no depende únicamente de éxitos o fracasos. Del mismo modo que Goya o Van Gogh, siendo grandes, no necesitaron del éxito inmediato para deslumbrar con sus obras, de igual modo un torero puede ser el más grande, el más artista, el más cautivador, aunque el eco de sus obras resuene menos en el gran mercado, donde las estridentes trompetas no dejan escuchar demasiadas veces los bellos susurros de los violines.
El torero de Linares, tierra donde germina con fuerza el toreo, quizá enriquecido por el fuerte abono que supuso en ella la pérdida de uno de los más grandes toreros, se nutre de su letra y espíritu, para fraguarse en un torero único en nuestros tiempos. Torea lo que le dejan, en un ascenso liviano, como de puntillas, pero imparable hacia la cima que le marca su sueño. Pero el camino recorrido no es en balde, se enseñorea su toreo por las arenas que pisa, perfumado de su propio sueño, y el aroma que desprende no pasa jamás desapercibido. No es tanto el correr o caminar deprisa, si ese camino no va quedando impregnado del aroma o el perfume que desprende ese toreo.
No hacen falta cien tardes en una temporada para dar una buena cosecha. Las cosechas en el mundo de las artes, del toreo, no se miden por centenas ni siquiera por docenas, se miden por los sentimientos despertados, por las lágrimas derramadas al compás del movimiento de un capote o una muleta. Ahí es donde Curro les gana a cuantos con él alternan. En las plazas, cada día, sigue persiguiendo el sueño, donde otros solo persiguen dinero.
Nacido ya como artista en el siglo XX, es en el XXI donde se exterioriza su marcado acento torero. Ahí, en Madrid, cátedra de cuantos aspiran a ser toreros, pronunció su primer discurso, del que todavía recuerdan párrafos enteros muchos de cuantos lo vieron. Nuevamente allí, en Las Ventas del Espíritu Santo, cogió la muleta y recitó unos poemas que pusieron en alerta a su entendida afición. Ese es el sitio donde un rapsoda debe recitar su obra y el crédito para su sueño cobró su primera entrega. Andaba el sueño y andaba el torero, algo que, como decimos, casi nunca van juntos.
Madrid le abrió después la Puerta Grande para que por ella saliera, cobrando una segunda entrega del sueño. La Maestranza de Sevilla, otra plaza sensible para los toreros 'güenos', también sabe lo que es ver torear al de Linares y en esta temporada 2011, recién acabada, fue testigo primero de la cornada más grave recibida por Curro, de la que le ha costado muchísimo recuperarse, en la Feria de Abril, y testigo más reciente de una de las faenas más bellas y mágicas del año durante su feria de San Miguel. Un reconocimiento sevillano que se acerca casi a la devoción para con este otro Curro. Pasos sobre pasos. Un sueño que cada día se acerca más a la meta deseada por el torero y que la afición exige. Tendrán que coincidir prontamente para que el sueño sea lo que inexorablemente ha de ser.
Curiosamente, habrá que creer en las casualidades, además de sus innatas condiciones toreras, parece que los padrinos de sus confirmaciones en las plazas más importantes del orbe taurino, Madrid y México, debieron de avalar su carrera y su sueño. Carlos Escolar ‘Frascuelo’ y Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ saben muy bien de esos mismos sueños y deseos. La adulteración puede allanar el camino de la fama o del dinero, pero no garantiza el sueño de ser torero. Sólo hay una manera de conseguirlo plenamente y ésta es no abandonando nunca el sueño de ser Torero, con mayúsculas.
De Curro Díaz lo sabrán todo los lectores a través de los artículos, poemas o ensayos que el autor de esta obra les ofrece a continuación: lo mejor de él, de su arte y su carrera; a plenitud de los sentimientos que despierta entre los aficionados. De todo ello disfrutarán a partir de las próximas páginas. A mi solo me queda cerrar estas letras para valorar y decir que el toreo de Curro Díaz es, y representa, un ensayo permanente y cabal del sueño de ser Torero.
La foto de Alcolea capta mi felicitación personal.
Gracias por no contradecirme.
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