"...La terna fue obligada a saludar tras el paseíllo con una estruendosa ovación que eclipsó por completo los pitos que surgieron cuando Morante ocupó su sitio para encabezar el desfile de las cuadrillas..."
Domingo de Resurrección: No hubo grandes triunfos pero vimos grandes cosas
Sevilla. 28/03/2016. Plaza de la Real Maestranza. Domingo 27 de marzo de 2016. Primera de abono. Tarde de radiante primavera y algo de viento con lleno de no hay billetes.
Siete toros de Garcigrande-Domingo Hernández incluido el sobrero que reemplazó al tercero, devuelto por lastimarse de una mano en la suerte de varas. Bien aunque desigualmente presentados con tres bonitos y otros tres más cuajados. Salvo el sobrero que hizo de tercero, que fue noble y duró mucho, y el cuarto que fue muy noble aunque muy tardo, los demás carecieron de fuerza por lo que se defendieron y llegaron agotados a la muleta cuando no rajados como el quinto. El sexto también duró pero embistió sin clase aunque con docilidad en el recibo de capote.
Morante de la Puebla (london gin y negro): Estocada trasera caída, silencio. Estocada atravesada y doce descabellos, tres avisos y enorme ovación que tapó algunos pitos.
José María Manzanares (grana y oro): Buena estocada, silencio. Estoconazo, silencio.
Alejandro Talavante (añil y oro): Gran estocada, oreja. Pinchazo y estocada, aviso, escasísima petición de oreja y ovación.
Durante la lidia del cuarto y al poner un par de banderillas resulto cogido y herido el peón Lili pasando a la enfermería donde fue intervenido.
Que la peor de las que faltan por ver en la inminente feria sean como la de ayer, decían muchos al salir de la plaza. Y es que, aunque no hubo grandes triunfos – solamente se concedió una oreja del tercer toro a Alejandro Talavante –, la excelente faena del extremeño pese a lo mucho que la alargó y el concierto en do mayor de Morante en su faena de muleta al cuarto antes de fallar tan estrepitosamente con el descabello que tuvo que escuchar como sonaron los tres avisos, llenaron las faltriqueras de la expectación, ayer desbordada hasta llenar por completo el aforo de la Real plaza. Hacía tres años que no se ponía el “no hay billetes” en las taquillas maestrantes ni que había tanto ambiente antes de comenzar el festejo. Eso añadido a las tantas veces repetida belleza del recinto que ayer volvió a ser ese marco incomparable que, contemplado por sí mismo en una tarde tan luminosa, valió la mitad del precio de cada entrada. Pero en la otra mitad hayamos regalos de excepcional calidad torera en tres versiones: la pletórica e intensa de Talavante, la genial de Morante y, una gotas de esencia mazanarista en los escasos retazos que sus dos toros lo permitieron aunque pronto se vinieron abajo dejando contrariado al alicantino y sus muchos fieles de esta plaza que le tiene como hijo predilecto.
La terna fue obligada a saludar tras el paseíllo con una estruendosa ovación que eclipsó por completo los pitos que surgieron cuando Morante ocupó su sitio para encabezar el desfile de las cuadrillas.
Salvo los dos toros, el sobrero que hizo de tercero y el cuarto, no me gustó la corrida de Garcigrande, ganadería que en lo que va de temporada no está dando los buenos resultados que levaba acumulados desde hace varias campañas. Bajos de fuerza, de raza y de casta. Nobles, si. Pero, ¿no será que por buscar tanta y por el momento tan rentable nobleza, va a terminar por padecer un bache?. Ojalá que así no sea.
Y ahora vayamos por orden de aparición en la escena del ruedo dorado, con lo mejor del festejo. Talavante fue ayer el que mejor toreó con el capote a sus dos toros. Porque el sexto le dejó en el recibo con una docilidad que luego trocó por faltarle clase a raudales. Y desde el punto de vista normal, también fue quien cuajó la faena más redonda y ligada de la tarde, destacando como siempre su mano izquierda que ya hemos escrito muchas veces es una mano de oro con diamantes. La faena iba para dos orejas hasta casi el final. Pero Talavante, llevado de su entusiasmo y del apoyo desbordado del público, alargó excesivamente el trasteo y el toro no embistió al final como lo había hecho al principio. Consecuentemente, la faena también bajó el altísimo tono que había tenido y, aunque Alejandro mató de una gran estocada, el premio quedó un una sola oreja.
Los de sol, bajo cuyos tendidos planteó Talavante su faena al sexto toro, querían a toda costa que volviera a cortar al menos otra oreja – muchos ya estaban pensando hasta en una posible salida a hombros por la Puerta del Príncipe -, pero ni el toro valió para eso ni la larguísima faena de Talavante mereció un calificativo que pudiera aparecerse a la anterior. Fue una faena de fábrica sin el menor atisbo de arte. Un destajo meritorio y nada más. El descabello tras otra estocada recetada con entrega, impidió el dispendio.
Lo de Morante – que había naufragado con el deslucido primer toro – merece dos puntos y aparte. El primero por cuanto llevó a cabo con la muleta en su faena al cuarto. Embistió con clase por los dos lados aunque tardeó en exceso y por eso Morante apenas pudo ligar el trasteo. Compuesto por una sucesión de cuadros y de pinturas aunque los pases en su mayoría tuvo que darlos de uno en uno. Fueron de esos que nunca se olvidan y que ponen a todo el mundo de acuerdo. El momento culminante de la faena llegó cuando la banda de música atacó un tanto tardíamente el pasodoble “Suspiros de España” y Morante añadió a cada muletazo una pasión tan notable como sentida y capaz de trasmitir todo el embrujo de su arte a los que estábamos contemplado la obra, ciertamente extasiados. Fueron no más de dos o tres minutos de esos que yo llamo mágicos de la Maestranza. Momentos que solamente se pueden apreciar y sentir en esta plaza y en ninguna otra del mundo porque se juntan tantas emociones que, sumadas, estallan hasta ponernos la carne de gallina y al borde del llanto.
Lo anecdótico llegó, como segundo punto y aparte, a la hora de matar el genio de La Puebla del Río. Quizá por alargar mucho la faena, se pasó y el toro no le ayudó nada por ponerse gazapón hasta que Morante logró atizarle un feo e ineficaz espadazo que necesitó del descabello en nada menos de doce golpes mientras iban sonando los avisos que llegaron a ser los tres reglamentarios para que el animal fuera devuelto vivo a los corrales. Fue imposible. El toro ya estaba prácticamente muerto e inmóvil y, finalmente, fue apuntillado desde la tronera de un burladero. Sonaros algunos pitos. Pero de seguido la plaza entera puesta en pie, ovacionó ensordecedoramente a Morante obligándole a saludar como no podía ser de otra manera.
Por lo demás, nos quedamos con las ganas de poder ver a José María Manzanares en toda su dimensión. Sus dos toros no duraron casi nada en la muleta y aunque en el principio de las dos faenas Jose Mari logró algunos muletazos marca de la casa, no pudo remontar los inconvenientes de unos animales venidos abajo antes de la cuenta. Lo salvó con dos estocadas de las suyas.
Quiero mencionar en este apartado de Manzanares a su picador José Antonio Barroso que no será de extrañar será premiado al final de la feria como autor del mejor puyazo. Digna actuación de que es hijo de uno de los mejores picadores de la historia, el sin par Alfonso bien pude estar orgulloso de su vástago. Enhorabuena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario