"...A un futbolista le puede ir bien o mal, puede integrarse más o menos, pero lo que nunca puede hacer es aprovechar que sale fuera de España a jugar con su selección para criticar veladamente al club que confió en él hasta el punto de pagar 80 millones de euros, que es lo que le costó Luis Suárez, un jugador contrastado, al Fútbol Club Barcelona...."
James, juega y calla
¿Alguien sabe en qué momento exacto se convirtió James en una decepción?... Yo no. ¿Cuándo se tuerce un futbolista? ¿Y qué efecto provoca el Real Madrid en algunos jugadores mimados hasta el exceso para que se revuelvan contra el club que les ha convertido en ricos y famosos?... A vueltas con el puñetero cariño, Asprilla salió el otro día diciendo en Marca que cuando Ancelotti se lo dio, James rindió a un gran nivel. Pero el cariño, como el movimiento, se demuestra andando, y el club blanco ya dio muestras de su desproporcionado afecto por él pagando una cantidad prohibitiva de dinero, en concreto 80 millones de eurazos. La apuesta de Florentino Pérez por un proyecto de extraordinario futbolista fue tan arriesgada que algunos quisieron ver en aquel movimiento un modo de engrasar negocios en Colombia, hasta ese punto de indignidad periodística llegó el asunto.
James tuvo un primer año espectacular. Fue tan ilusionante el primer año de James que todos empezamos a hablar inmediatamente de un potencial Balón de Oro. James nos dio la razón a quienes defendimos una inversión descomunal y se la quitó a quienes, con evidentes malas artes y ganas de hacer daño a cualquier precio, se dedicaron a esparcir sus insidias en la barra libre del fútbol español, "¡otra ronda, pago yo!"... Llegó Benítez y, por lo que fuera, el jugador se desinfló. Es posible que el anterior entrenador tuviera parte de culpa, es posible que no le comprendiera, que hiriera sus sentimientos, pero los entrenadores de fútbol profesionales dirigen a jugadores profesionales y no llevan con ellos a rastras un consultorio sentimental. Es posible que Benítez tuviera parte de culpa... pero la otra parte no pudo ser de nadie más que del propio jugador.
A un futbolista le puede ir bien o mal, puede integrarse más o menos, pero lo que nunca puede hacer es aprovechar que sale fuera de España a jugar con su selección para criticar veladamente al club que confió en él hasta el punto de pagar 80 millones de euros, que es lo que le costó Luis Suárez, un jugador contrastado, al Fútbol Club Barcelona. James no puede decir nunca, y menos aún en vísperas de un Barcelona-Real Madrid, que "se nota cuando uno juega y tiene al apoyo de todos". Insisto: apoyo del Real Madrid lo tiene hasta el punto de pagar por él una cantidad astronómica de dinero, y ahora lo que, en justa correspondencia, pretende el empleador no es otra cosa que el jugador devuelva parte, sólo parte, de ese cariño con su fútbol, sus goles, su agradecimiento y su silencio. A la vista está que lo de James no es la oratoria ni lo suyo son tampoco los discursos. Desconozco en qué momento se torció el colombiano pero ni Florentino Pérez es Pedro García Aguado ni el Real Madrid es Hermano Mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario