"...Muchos aficionados entre los que me encuentro, entramos en la plaza temiendo que ocurriera lo que finalmente pasó: Que era un gravísimo atrevimiento la nueva y espero que sea la última apuesta de El Soro..."
Lastimosa impotencia de El Soro con un pobre relleno de cartel
Valencia. Plaza de la calle Xátiva. Miércoles 16 de marzo de 2016. Sexta de feria. Tarde progresivamente fría con media entrada muy repartida.
Seis toros de los hierros familiares de El Niño de la Capea, bien presentados de juego desigual con predominio de los deslucidos por su escasa fuerza y nula bravura. Por mejores destacaron el segundo que fue el mejor del envío y el sexto. Muy manso el que abrió plaza y casi todos abantos se salida llegando muy apagados al último tercio.
El Soro (marino y oro): Sartenazo a paso de banderillas, bronca. Dos pinchazos y estocada atravesada a paso de banderillas, pitos.
Jesús Duque (tabaco y oro): Pinchazo saliendo prendido y rebotado, estocada trasera atravesada y descabello, ligera petición y palmas con saludos. Pinchazo y estocada, aviso y silencio.
Román (grana y oro): Estocada tendida y tres descabellos, vuelta al ruedo. Estocada y descabello, aviso y oreja muy generosa.
La oreja que le regalaron a Román tras matar al sexto toro de la tarde debió ser para muchos de los asistentes una especie de compensación salvadora. Al menos les sirvió para salir de la plaza con una cosecha mínima y poder contar algo bueno a los amigos que no habían asistido ni, para su suerte, padecido el pobrísimo espectáculo que vimos y sufrimos.
La base del cartel fue la presencia de El Soro que volvió a comparecer otra vez en Fallas un año después de su ruidosa y triunfal reaparición. Aquella tarde se llenó la plaza hasta los topes y hubo quien escribió en un importante periódico de Madrid que para conseguir tan gran entrada, la fuerza de El Soro fue vital. Pero, oigan, es que sus colegas fueron nada más y nada menos que Enrique Ponce y José María Manzanares… Ganas de decir bobadas. Ayer hubo media entrada lo que no estuvo nada mal dada la escasísima categoría de los dos acompañantes del famoso torero de Foios.
Muchos aficionados entre los que me encuentro, entramos en la plaza temiendo que ocurriera lo que finalmente pasó: Que era un gravísimo atrevimiento la nueva y espero que sea la última apuesta de El Soro. Ante la enorme imponencia física y la brutal mansedumbre del primer toro de la tarde, El Soro dio la impresión más lastimosa que se puede dar en el toreo: tal y como imaginamos sucedería en su tristísimo aunque, menos mal, breve recital de lo que conocernos por impotencia.
Inhibido totalmente de la lidia que llevaron a cabo sus peones desde la A hasta la Z tras un par de horripilantes capotazos del matador en el recibo, Vicente Ruíz hizo bien en no querer banderillear seguro de que solamente intentarlo hubiera sido algo catastrófico. Catástrofe que sucedió después con la muleta y eso que le habían matado al toro en una alevosísima suerte de varas y, por lo tanto, llegó mermadísimo al último tercio. La brevedad fue lo único positivo del lamentable trasteo que, por fortuna, tuvo un final aliviador con un sartenazo de rápidos efectos.
La alegre salida y en principio fija y noble acometividad del cuarto toro, al menos permitió que El Soro pudiera estirarse en unos jaleados lances de recibo a pies juntos y hasta en un ramillete de celebradas y templados aunque distantes lances en su quite. Pero ahí se acabo todo por parte del otrora espectacular y alegrísimo matador porque, en lo demás, tampoco quiso banderillear y solo pudo pegar tres o cuatro mantazos a la deriva antes de matar de dos pinchazos y una estocada letal en tres agresiones a paso de banderillas. Esta vez solo escuchó pitos.
Por lo demás, ya hemos dicho que el doble relleno del cartel sorista fue pobrísimo. De Jesús Duque, natural de Requena, puedo decir que, si ya lo había visto, nada recuerdo de él. Tampoco recordaré absolutamente nada de lo que hizo ayer pese a que tuvo en sus manos el mejor toro de la corrida que fue el segundo. Este Duque es de esos toreros que da igual verlos que no verlos. Pero mejor será que no volvamos a padecer su absoluta vulgaridad tanto con el capote como con la muleta. Resultó atropellado por el segundo toro al pinchar antes de meterle la espada de cualquier manera. Pasó a la enfermería y salió para hacerse cargo del más deslucido sexto con el que hizo todo lo malo que se pueda imaginar. Como seria la cosa, que esta vez nadie pidió que le dieran una oreja. Muchos paisanos pero no suficientes se la pidieron tras matar al segundo. Pero como no había mayoría de pañuelos, el presidente se guardó el suyo. Luego, los que pidieron a voces el despojo no le obligaron a dar una vuelta al ruedo.
Román al menos tiene valor aunque su valor sea más de valentón que otra cosa. Terminó siendo el favorito de la tarde por sus muchas y no todas brillantes aunque sí entusiastas intervenciones con el capote. Al sexto toro lo saludo con nada menos que cuatro largas cambiadas de rodillas. Pero sus faenas fueron un compendio de mantazos y de telonazos aunque, eso sí, de cada ronda salió mirando al público como si hubiera dado los mejores pases del siglo. Aunque necesitó descabellar una vez en cada toro tras las estocadas con que mató, en el tercero dio una vuelta al ruedo tras insuficiente petición y en el sexto, como ya he dicho, cortó la única oreja de la tarde.
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