Valencia. Foto: Mikel Ponce, www.abc.es
¿Su manifiesto anuncia respeto para todos; el toro imponente, fiero, auténtico, intacto, el toreo puro, el artistas heroico, la verdad prístina, las masas alborozadas desbordando las taquillas?
¿Revolución?
Cali, 15 de marzo 2016
¿Qué insinúan recientes acontecimientos como la gran movilización en Valencia y el alzamiento de la nueva camada torera? ¿Una revolución? ¿La destrucción de viejas taras? ¿El cambio de caducas estructuras? ¿Un salto al futuro?
Ya hubo dos o tres triunfantes en la fiesta. La de Romero, Pepe-Hillo y Costillares a fines del siglo XVIII, de la que nació el toreo moderno. La de Belmonte a comienzos del XX que lo convirtió en arte dramático, y quizás (me perdonarán), la del “Cordobés” en los sesenta que lo universalizó, como pregonara Gerardo Diego.
El Cordobés
es el toreo al revés…
en inglés,
en danés,
en pequinés,
Y en volapuk
y sin mover los pies.
¿Vendrá otra? ¿Deben temblar los grandes… y los pequeños, que son los que siempre ponen el cuero? ¿Su manifiesto anuncia respeto para todos; el toro imponente, fiero, auténtico, intacto, el toreo puro, el artistas heroico, la verdad prístina, las masas alborozadas desbordando las taquillas? ¿Promete que la fiesta será el paraíso, y en Madrid los del “siete” y los del “dos” corearán al unísono felices?
¿Ahora sí? ¿Será cierto? ¿Cuánto costará? ¿Sangre, sudor y lágrimas… y dinero? ¿Los valdrá? ¿O todo quedará, por un lado en un memorial de agravios y por otro en una operación cosmética más, mera sustitución de caras? ¿Acaso una optimización del marketing? ¿O menos de pronto? ¿Un ajuste de cuotas con los insurgentes a trueque de no alborotar?
¿Quién lo adivina? Los grandes problemas de la fiesta exigen grandes remedios. So pena de no sobrevivir. Quizá otra revolución, regeneradora claro. El problema es que con ellas pasa como con los terremotos, se sabe cuando empiezan pero no cómo acaban.
Porque las revoluciones, tan románticas, inevitables, utópicas y trágicas, caen las más de las veces derrotadas, incluso en las manos aviesas de sus propios engendros que terminan unciéndolas de nuevo a la noria.
Sobran los ejemplos. Para qué citar nombres, podrían herir susceptibilidades. Mejor las alegorías literarias; las treinta pérdidas del coronel Aureliano Buendía o la del “Otoño del patriarca” por ejemplo... Son para reír y llorar. Sin embargo no hay que desesperar, lo que viene pasando parece al menos un nuevo amanecer.
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