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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 13 de noviembre de 2017

Los hackers / por Sertorio



Con diplomáticos como Dastis, no necesitamos enemigos externos: nosotros solitos nos bastamos para traicionar nuestros intereses.

Alfonso Dastis ministro de Asuntos Exteriores
Occidente siempre calcina ciudades y gentes por la mejor causa, la de los derechos humanos. Durante ocho años, el polifemo Obama y la gorgona Clinton sembraron el caos y la muerte en Oriente Próximo. Rusia ha frenado esta deriva en Siria y, desgraciadamente, no posee los recursos necesarios para hacerlo en otros países, pero su acción ha resultado decisiva para derrotar al Estado Islámico y estabilizar algo ese polvorín que América se empeña en incendiar...

En la guerra sin declarar que las potencias mundialistas hacen a Rusia, una de las armas de propaganda más usadas es la existencia de ectoplásmicos hackers a los que nadie identifica y que, desde las mazmorras del Kremlin o desde la gélida katorga siberiana, hacen temblar los cimientos de Occidente y hasta la unidad de España y de la UE. ¡Cielos! Aviados estamos si un puñado de niñatos con ordenadores soviéticos pueden cargarse la cargante Europa de los mercaderes.

Resulta como mínimo curioso que estos trasgos, elfos, farfadets, gnomos y pitufos de playstation burlen con tanta impunidad los filtros de un Occidente que le lleva a Rusia varios años de adelanto informático y que tiene en Estados Unidos y Japón, por sólo poner dos ejemplos, a los países líderes en este tipo de tecnologías. Suena a cuando la administración Reagan consideraba a la diminuta Nicaragua una amenaza para los inmensos Estados Unidos. América quiere la guerra, pero sabe que Rusia es un plato difícil de digerir y que, si se le atragantó a los drabantssuecos, a los grognards napoleónicos y a los panzergrenadiere alemanes, que combatían como hombres, difícilmente sucumbirá ante el embate de los medrosos y malcriados marines americanos, grandes devastadores aéreos de indefensos países tercermundistas, pero incapaces de imponerse en tierra a los resueltos somalíes o a los tenaces afganos, por no hablar de los heroicos vietnamitas.

La verdad suele ser apaleada y violada en las guerras; hoy estamos metidos de hoz y coz en otra contienda entre las potencias mundialistas y los países que no quieren someter su soberanía al imperio de las finanzas sin patria: Rusia, China e Irán. Russia first es el lema del imperialismo yanki, que ve en Moscú un grave peligro futuro, pues es la potencia natural de Eurasia, una fuente abundante de materias primas y un socio menos lesivo culturalmente para las naciones europeas que ese pozo negro de degeneración que son los Estados Unidos, fuente de todas las miasmas espirituales que nos afligen. ¿Qué pasaría si la estúpida y avarienta Unión Europea se disolviera en los próximos años, como puede suceder? Rusia tendría una gran oportunidad para ayudar a construir una Europa “europea”. Y los angloamericanos lo saben.

Durante los últimos meses, la prensa adicta al régimen lloriqueó sin cesar sobre la pobre Alepo y sus democráticos islamistas, bombardeados “sin piedad” (¿se puede bombardear “con piedad”?) por los rusos y el gobierno legítimo de Siria. Aquello fue un ir y venir de corredores humanitarios y bergantes de la ONU saboteando la política rusa, pero triunfó la nación siria y Alepo fue devuelto a su gobierno legal y legítimo. Sobre la devastadísima Mosul, aniquilada por los bombardeos humanitarios y piadosos de los americanos, ni una palabra. ¿Para qué? Son los buenos. Si ametrallan a los niños y mujeres iraquíes será por algo: para inculcarles los valores de la corrección política; Occidente siempre calcina ciudades y gentes por la mejor causa, la de los derechos humanos. Durante ocho años, el polifemo Obama y la gorgona Clinton sembraron el caos y la muerte en Oriente Próximo. Rusia ha frenado esta deriva en Siria y, desgraciadamente, no posee los recursos necesarios para hacerlo en otros países, pero su acción ha resultado decisiva para derrotar al Estado Islámico y estabilizar algo ese polvorín que América se empeña en incendiar, fomentando regímenes tan moderados y democráticos como Arabia Saudí o el Egipto de Al-Sisi, cuando no se dedica abiertamente al caos y al bandidaje, como en Siria, Yemen y Libia, víctima directa esta última de la OTAN: de ti y de mí, querido contribuyente.

La rusofobia del ministro Dastis –que ya ofrece una reforma de la Constitución a los separatistas y que destacó por su inactividad frente a la campaña exterior del gobierno catalán– le proporciona una conspiranoica excusa para su acreditada incompetencia, al asociar a Moscú con el separatismo catalán, pero sin dar nombres concretos; le basta con parlotear ante la prensa de unos hackers de platónicas conexiones con el gobierno de Rusia y que no son más que mercenarios privados a sueldo del que mejor paga, exactamente igual que nuestros políticos. Curiosamente, el canciller español no se ha quejado de los hackers de la isla de Nieves, Estado miembro de la Commonwealth y bajo la soberanía de Su Graciosa Majestad Británica, tan activos o más que los piratas rusos en su apoyo a los separatistas.Como es habitual desde 1975, a los gobiernos españoles les encanta libar los esputos que les lanza el amo inglés. Con diplomáticos como Dastis, no necesitamos enemigos externos: nosotros solitos nos bastamos para traicionar nuestros intereses.

Sin embargo, los que sí son muy reales son los tanques y aviones españoles que amenazan las fronteras bálticas de Rusia y que ya han protagonizado varios incidentes aéreos en “defensa” de los gibraltares yankis de Estonia, Letonia y Lituania, remoteces en las que nada se le ha perdido a España. Esta nueva División Azul –o Arco Iris, dada la ideología del régimen imperante– sí que legitima a Rusia para contestarnos en la debida forma.

Para hacernos daño de verdad, Putin no necesita hackers de mentirijillas: le basta con reconocer la independencia de Cataluña. Con tan poquita cosa nos habría tumbado de un soplamocos que no superaría ni el difunto Urtain: una simple rúbrica garabateada sobre un papelito en el que Rusia –miembro permanente del Comité de Seguridad de la ONU con derecho de veto– reconozca a “Catalonia” como Estado. Y no lo hizo. Al revés, Putin ha recordado a los matarifes de la OTAN que producir independencias a lo loco (¿se acuerda alguien de Kosovo?) no lleva a nada bueno. Pero la OTAN es como los Borbones: ni olvida ni aprende. 

Y, mientras, el cipayo Mariano, el boy del sahib anglo, jugando al “Risk” en Estonia. Tenemos mucha suerte. Más de la que merecemos. No sabemos con quién nos estamos jugando los cuartos.

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