Conviene recordar en estos tiempos de vilipendio e infamia contra la memoria del Generalísimo Franco por la castuza política que destruye su obra y asola España, en connivencia con la traición de la Iglesia Católica de la que fue su salvador, su devoción a la Virgen del Pilar cuando se va a conmemorar 45 aniversario de su muerte, el 20 de noviembre de 1975, bajo el manto de la Virgen del Pilar, que le había enviado el arzobispo de Zaragoza, Mons. Pedro Cantero Cuadrado.
El devoto Francisco Franco
Este año no se han celebrado las populares fiestas del Pilar pero conviene dar a conocer la relación de Francisco Franco con aquellas celebraciones, en días en que se habla mucho en contra y se quiere silenciar su actuación como católico practicante. Aprovechamos que aun no es delito y a toda prisa lo contamos.
Franco tenía mucha devoción a la Virgen del Pilar, como su madre, que se llamaba María Pilar. Después de haber ascendido a coronel, el 7 de febrero de 1925, el rey Alfonso XIII le envió, el 1 de mayo de ese mismo año, una medalla de la Virgen del Pilar que fue para él la mejor condecoración y su protectora. En carta autógrafa, que aún se conserva, se afirma lo siguiente: «Querido Franco: En mi visita a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, y mientras atendía a un responsorio ante la tumba del jefe del Tercio, Rafael Valenzuela, tan gloriosamente muerto mientras encabezaba sus Banderas; mis plegarias y mis recuerdos para todos vosotros…. Te mando una medalla (de la Virgen). Te ruego la lleves contigo, pues ella, tan familiar y española, seguramente te protegerá. Recibe mi felicitación y mi gratitud por tu comportamiento. Ya sabes cuánto te quiere y aprecia tu amigo muy afectuoso, que te abraza. Alfonso».
Franco llevaba esta medalla no sólo como condecoración y protección, sino también con amor filial y vivencia de su profunda fe mariana, lo que demostró siendo el primer director de la Academia Militar de Zaragoza, en donde manifestaba y sentía su tierna y sincera devoción a la Virgen del Pilar. Después de ser elevado a la Jefatura el Estado, en sus frecuentes visitas a Zaragoza, siempre tenía entre sus actos una visita al Pilar. Era muy devoto también de la Eucaristía, como lo demostró en septiembre de 1961, con motivo del Congreso Eucarístico Nacional, en el que estuve cerca de él, a unos dos metros, en compañía del P. Rogelio Martínez. Cuando nos incorporábamos a la procesión, le oí decir que no necesitaba de escolta, porque «le protegían el Santísimo y la Virgen del Pilar».
El 12 de octubre de 1939, Franco dirigió un mensaje a la Hispanidad sobre la Virgen del Pilar a la que consideró como la «divina mediadora de la comunión con las gentes cristianas y se erigió sobre la variedad de los pueblos que componen la unidad de la raza esparcida en dos hemisferios, como excelsa Patrona de las Españas».
En otra ocasión afirmó que «España es de la Virgen del Pilar» porque «ella sintetiza lo más puro y más recio del espíritu español». Entre sus elogios merece resaltar uno que sintetiza todo su sentir: «España sin la Virgen del Pilar no sería España», ni sin el apóstol Santiago.
Su gobierno y Franco personalmente colaboraron para obras importantes de Zaragoza, como la última de las dos torres de la Basílica del Pilar, construidas a expensas de los esposos D. Francisco de Borja Urzaiz Cavero y Dª Leonor Segunda Sala Ruiz. Al celebrar sus bodas de oro matrimoniales el 8 de mayo de 1946, con una gran fiesta religiosa y una «brillante reunión de sociedad», decidieron costear la construcción de las dos torres que faltaban en la Basílica del Pilar. Visitaron al arzobispo Mons. Rigoberto Doménech y Valls, quien dio su aprobación.
La torre cuarta y última, es la que está ubicada en la esquina de la calle del Milagro de Calanda con el Paseo de Echegaray. Cuando estaban construyendo esta torre, llegó a faltar cemento, que escaseaba, porque entonces estaba racionado. Dª Leonor que había sido amiga del General Franco y de su esposa, cuando estaba al frente de Academia, al acudir el Generalísimo a un acto en la Cogullada, se presentó ella con su coche de caballos y le dijo: Paco, aquí me tienes, porque necesito cemento para la torre, que sino, no la terminamos.
El Caudillo, conocedor de la tenacidad de Dª Leonor, le preguntó: ¿Cuántos vagones? Así se pudo concluir la torre cuarta del Pilar, donde estuvieron algunos años los restos de D. Francisco y Dª Leonor que han pasado a la cripta de la Basílica.
Lo recordaba con la querida amiga y buena musicóloga, Dra. Ana María Flori López el día 28 de abril de este año. Le hizo gracia lo de los vagones de cemento y ella consideraba un «tren». Me lo recordaba en un correo electrónico del día 8 de este mes de octubre, y reconocía que «hablar o escribir sobre Franco parece que sea un tema prohibido». Recomendaba prudencia. Hasta se tiene miedo a las personas intolerables que no pueden ver a Franco ni en el Valle de los Caídos, ni en la Almudena.
Según el historiador crítico y serio George Hills, «en la vida privada de Francisco Franco nunca hubo ni la más ligera huella de escándalo». Su ascetismo fue siempre notorio. A dos de sus confesores capuchinos y a un familiar, fray Luis de Campo (D. Pedro Cañas), limosnero del Pardo, les oí decir que Franco era un «buen católico». Lo expuse en el periódico católico, La Columna de Maracaibo el 4 de marzo de 1958. Hasta algunos enemigos de su régimen autoritario, que andaban por allí, protestaron y reconocieron que había sido un buen cristiano, a su manera, y que había hecho obras importantes como los pantanos y fomentado la paz en España. Conviene recordar su devoción a la Virgen del Pilar en este año en el que se celebra el 45 aniversario de su muerte, el 20 de noviembre de 1975, bajo el manto de la Virgen del Pilar, que le había enviado el arzobispo de Zaragoza, Mons. Pedro Cantero Cuadrado.
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Basado en el relato de D. P. Fernando Campo del Pozo Agustino el Diario de León.
“Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es buen católico ¿Qué más quieren?”. Son palabras que el papa Juan XXIII pronunció refiriéndose al Caudillo de España, Generalísimo Francisco Franco Bahamonde.
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