'..Podría explicar cómo los periodistas hemos destruido, como puros ejecutores de la verdad, la salud de este maravilloso espectáculo que son las corridas de toros. Podría explicar por qué hemos tardado dos décadas en reconocer el gran toreo de Morante..'
EN CORTO Y POR DERECHO
El gran toreo y su inútil huella
Por José Carlos Arévalo
Tengo anotado por alguna parte que José Tomás y Morante actuaron 9 veces juntos. De tan escasas ocasiones, algo impropio entre quizá los dos toreros más importantes que he visto en mi larga vida de aficionado, confieso que solo vi dos, una en Málaga y la otra en San Sebastián de los Reyes. Fueron dos tardes memorables.
Si no lo he denunciado antes es porque hasta hoy no caí en la cuenta. Luego soy tan culpable como los taurinos que programan la Fiesta y como el resto de los aficionados, que en su día ni se les ocurrió reclamar que torearan juntos. Quizá las 4 tardes más importantes que se han vivido en la plaza de Las Ventas las hayan protagonizado estos dos toreros. José Tomás, en junio de 2008 y Morante en mayo y octubre de 2025.Edificios y lugares históricos
Cuando se celebró la primera de estas cuatro fechas, 5 de junio del año 2008, a nadie se nos ocurrió preguntarnos por qué “el sistema” ni se planteó que estos dos monstruos del del toreo torearan juntos, como lo hicieron Costillares y Pedro Romero, Paquiro y Curro Cúchares, Lagartijo y Frascuelo, Guerrita y Espartero, Joselito y Belmonte, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, Manolete y Arruza… y paren ustedes de contar pues aunque Antonio Ordóñez y su cuñado Luis Miguel torearon el verano sangriento, que tuvo como cronista a un premio Nobel, Ernesto Hemingway, a quien por cierto aficionados y profesionales nunca tomaron en serio, sin duda porque nadie lee por estos pagos, pues don Ernesto fue un gran cronista y un excelente aficionado. Claro que, igualmente, los aficionados no se tomaron en serio el cornadón que un toro de Pahla le propinó a Luis Miguel en Bilbao durante la sospechosa competencia. Tampoco a ningún aficionado “serio” se le ocurrió dar la importancia que, sin embargo, merecía el programado enfrentamiento entre el maestro de Ronda y Paco Camino. Por no hablar de la competencia, frustrada nada más comenzar, entre Paquirri y Paco Ojeda, pues el de Barbate, ya muy veterano, no le aguantó el tirón al entonces arrollador torero de Sanlúcar.
Dicho esto, procede preguntarse a cuento de qué viene esta melancólica, tardía e inútil reflexión, Viene a cuento de que los periodistas taurinos y los “buenos” aficionados siempre nos equivocamos y de que los públicos, denostados porque no saben de toros, casi siempre, por no decir siempre, tienen razón.
Pero no siempre hubo tal dicotomía. Por ejemplo, cuando debutó Granero en un festival, en Salamanca, de inmediato se montó en Santander, la feria más próxima, una novillada para no perderse al recién llegado, y al día siguiente de su actuación en el coso de Cuatro Caminos, en Barcelona le pusieron 8 tardes seguidas, ya con el marchamo de figura. Al Niño de la Palma le bastó con cortar un rabo a un novillo de Miura, el día su debut con caballos en Málaga para que se le considerara el más puntero entre los novillleros. Antonio Márquez, con tres o cuatro novilladas en su haber, cuajó un novillo en Barcelona, le repitieron seis veces, y ya fue figura del toreo para siempre. A Cagancho, después de dejarse vivo un novillo el día de su debut con picadores, lo contrataron en todas las plazas de España porque “ese” no torea como los demás… Podría seguir, la lista de los grandes sucesos que revitalizaban de continuo la Fiesta es innumerable.
Podría explicar cómo los periodistas hemos destruido, como puros ejecutores de la verdad, la salud de este maravilloso espectáculo que son las corridas de toros. Podría explicar por qué hemos tardado dos décadas en reconocer el gran toreo de Morante. Pero estaría ocultando el peor mal taurino de nuestro tiempo, lo que aleja el toreo de la gente, lo que le quita casi todo el sitio en los medios informativos, lo que satisface la mala baba de los aficionados “serios”, lo que los periodistas jóvenes y puros no se atreven a decir, y no por inconfesables intereses, sino porque creen que los desprestigia decir la verdad si ésta es buena. Pero es imperdonable que yo, viejo y pasado de rosca, me entretenga a estas horas en escribir sobre mi tomasismo y mi morantismo y no hablar de las dos grandes faenas de este año. Una de Juan Ortega en Aranjuez y otra de Pablo Aguado en Cuenca. Y es que el toreo, mal que pese a los nostálgicos, hoy tiene quien lo hace, pero no tiene quien lo escriba.
¿Me creerá alguien, si escribo que ha sido un tal Víctor Hernández el que ha dado los mejores naturales del año en la plaza de Madrid? Vivimos un tiempo extraño, en el que el gran toreo no deja huella.
Sobre todo la encuentran en Internet, peculiar universo virtual, de enorme pero sectorial audiencia. Un portal taurino solo es visitados por aficionados a los toros, Y exactamente lo mismo sucede con su homólogos de cine, fútbol, teatro, etc. Cada portal congrega una suma millonaria de visitas y que es el resultado de la suma de millones de guetos incomunicados entre sí. Lo que nos lleva a un resultado desconcertante: el habitante del gueto (aficionado) está más informado que nunca. A su disposición están portales taurinos, blogs, foros en red, lo que supone un volumen de información al que se conectan 16 millones de internautas todos los días en los 8 países taurinos. Es decir, más o menos el 15 por ciento del público que llena las plazas. Para sobrepasar esa cifra, el llamado planeta de los toros tendría que merecer la atención informativa de los medios de comunicación convencionales: canales de TV en abierto, siempre opuestos a la información taurina; programas informativos de radio, sin anunciantes que se atrevan a patrocinar un programa de toros e, incluso, el vetusto periódico de papel, antiguo rey de la información, hoy en caída hacia la extinción impresa.











