En muchas ciudades de Andalucía los musulmanes dicen a sus hijos que reconquistarán esas localidades
Marcelo Gullo Omodeo es argentino, profesor de la Universidad Nacional de Lanús y de la Escuela Superior de Guerra, Doctor en CC. Políticas por la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y ha realizado estudios de postgrado en la Universidad de Ginebra y en la Escuela Diplomática de Madrid. Un geopolitólogo hispanista de reconocido prestigio, cada vez más en alza por su trilogía Madre Patria, Nada por lo que pedir perdón y Lo que América le debe a España.
En esta ocasión le entrevistamos sobre su último libro Lepanto. Cuando España salvó a Europa.
Vencer en Lepanto fue tanto como
derrotar hoy la invasión islámica
Así lo afirma Marcelo Gullo, que acaba de publicar su último libro Lepanto. Cuando España salvó a Europa.
Javier Navascués
¿Qué importancia tuvo esta batalla en la historia? ¿Hasta qué punto España salvó a Europa de la islamización?
De lo que no tengo ninguna duda es que, si se hubiese perdido en Lepanto hoy su santidad León XIV no estaría en Roma porque los turcos otomanos habrían convertido la Basílica de San Pedro en la mezquita más grande del islam.
¿Por qué un libro reivindicando Lepanto?
Primero, porque el origen de las desgracias políticas que sufren los pueblos está en el olvido de la historia. Europa entera –y en especial, Italia y España– está en deuda con los héroes de Lepanto, unos héroes que han sido casi completamente olvidados. El común de los mortales algo recuerda de la valentía de don Juan de Austria y Alvaro de Bazán, pero la mayoría nada sabe de la asombrosa actuación de personajes tan ilustres como Marco Antonio Bragadino, Sebastiano Veniero, Marco Antonio Colonna, Augusto Barbarigo, Marco Antonio Quirini, Ambrosio Bragadino, Fray Pietro Giustiniani, Juan Andrea Doria, Luis de Requeséns, Juan Gil de Andrade, Pedro Francisco Doria, Lope de Figueroa, Miguel de Moncada, Andrés de Salazar, Andrés de Mesa, Luis de Córdoba, Pedro Zapata, Luis Carrillo, Bernardino de Cárdenas, Rodrigo de Mendoza, Luis de Cardona, y Juan de Guzmán, entre otros.
Segundo, porque había que refrescarles a los políticos la historia de los enfrentamientos que tuvo Europa con el mundo islámico, porque como sostenía Giovanni Sartori -uno de los politólogos italianos antifascista más respetado del mundo- estamos en manos de políticos ignorantes, que no conocen la historia ni tienen cultura, y que por esa razón han creído que se podían integrar los inmigrantes musulmanes, y eso –recalca Sartori- es imposible.
¿Qué aporta este libro de nuevo en relación a todo lo que se ha escrito sobre Lepanto?
El aporte decisivo de mi libro Lepanto. Cuando España salvó a Europa es justamente que no versa, ni exclusiva ni principalmente, sobre la batalla de Lepanto, de la la que se han escrito brillantes libros. Siempre he creído que ir al pasado es la mejor forma de descifrar el hoy y vislumbrar el mañana. Mi método, que consiste en ir al pasado para explicar el presente y vislumbrar el futuro, me permite ir más allá de la batalla de Lepanto y afirmar con total certeza que Europa sufre hoy una invasión silenciosa, protagonizada por el mismo poder que España detuvo en Covadonga y en Lepanto. Y es justamente el relacionar la batalla de Lepanto con la invasión silenciosa que sufre hoy España lo que confiere a mi obra originalidad y relevancia histórica.
¿Qué relación hay a su juicio entre Lepanto y Covadonga?
La tesis que sostengo, evidente salvo para los ciegos de voluntad, es que España afrontó Lepanto, esa batalla de las batallas, no por sí misma, sino por la defensa del Papado, de la Europa de entonces y de la defensa de una tierra y un estilo de vida derivado de siglos de romanizado cristianismo que se defendió en Covadonga y continuó defendiéndose hasta la reconquista de Granada en enero de 1492. Lepanto fue la continuación de aquel esfuerzo que comenzó en Covadonga y de aquel carácter adquirido durante 700 años de lucha contra el invasor musulmán.
¿Por qué Occidente tiene desde hace siglos un problema con el islam?
El principal problema de Occidente es consigo mismo. Mi tesis principal es que toda civilización nace de una Fe Fundante que establece valores, cultura y un ethos común. En Occidente, esa Fe fue el cristianismo. Al abandonarlo, se desmoronan los cimientos: desaparece la idea de trascendencia y, con ella, el deseo de proyectarse al futuro, de tener hijos. Así surgen sociedades con “pirámides funerarias”, donde mueren más de los que nacen. Esa debilidad demográfica atrae a un proletariado exterior joven, mayoritariamente islámico, cuya cosmovisión es antagónica con la de la sociedad receptora. Si mantienen su vitalidad demográfica, es lógico que acaben siendo mayoría o casi mayoría e intenten imponer su visión del mundo. No es ideología, es lógica histórica. Occidente ha provocado su propio problema. Al renunciar a su Fe Fundante y dejar de reproducirse, ha abierto la puerta a un reemplazo demográfico que ahora lo sorprende. En ciudades como Sevilla, Granada o Córdoba muchos recién llegados dicen a sus hijos: “Estas ciudades fueron nuestras y volverán a serlo”. Cuando sean mayoría, actuarán en consecuencia.
¿Cómo valora esta invasión silenciosa del islam y qué peligro existe de que cuando queramos reaccionar sea tarde?
Quien mejor comprendió el peligro que iba a afrontar Europa fue san Juan Pablo II quien profetizó: “Veo a la Iglesia afligida por una plaga mortal. Más profunda y dolorosa que las de este milenio. Se llama islamismo. He visto a las hordas venir, de Occidente a Oriente. Invadirán Europa que será un sótano lleno de antiguallas, penumbra y telarañas. Recuerdos de familia. Vosotros, la Iglesia del tercer milenio, deberéis contener la invasión. Pero no con las armas, las armas no bastarán, sino con vuestra fe vívida íntegramente”.
Los datos que aporta la realidad indican que el proceso de islamización está más avanzado allende los Pirineos, que en la propia península ibérica. A tal punto que los generales franceses manejan como hipótesis, la posibilidad del estallido de una guerra civil. No hace falta ser un genio de la política internacional y de la prospectiva para darse cuenta que, si en el largo plazo estratégico el escenario previsto por los generales franceses llega a concretarse, la situación de España, como en los tiempos de Lepanto, será crítica, porque España tendrá que luchar contra el islamismo del Norte (Francia), el islamismo del Sur (Marruecos) y el islamismo infiltrado dentro de su propia casa. Flotará sobre España la posibilidad de una nueva rebelión de las Alpujarras.
¿Cómo contribuye a ello la decadencia de costumbres en Occidente?
No hay duda alguna que, en la apoteosis del reinado de la tecnología, Europa apartada de su Fe Fundante y “adormecida” por el relativismo, el consumismo y el hedonismo, se ha infringido una mortal puñalada metafísica. Sólo un milagro podría cerrar hoy, la profunda herida abierta y detener la hemorragia. Sin embargo, es preciso “gritar fuerte”, y a los cuatro vientos, para que todos los españoles europeos lo escuchen que, para España, todavía ese milagro es posible porque es el único país de la Unión Europea que podría contar con una inmigración masiva que habla su mismo idioma y que recibió, de aquella gloriosa España de los siglos XVI y XVII, su sentido de la existencia y su visión de cómo organizar la sociedad y el estado.
A la Hispanidad no hay que inventarla o construirla, está ahí y sobrevivió, al cambio de dinastía, a la convulsión y confusión provocada por la invasión francesa y a la acción disolvente del imperialismo anglosajón. La Hispanidad es el pasaporte para el futuro.

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