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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 23 de diciembre de 2025

Campo Arañuelo / por HUGHES

'..Vox se impuso en esa zona y aunque nos aseguraban que en Extremadura no había inmigración («¿Para qué va Abascal?»), después, como en un documental del National Geographic, fuimos descubriendo la auténtica realidad del terreno..'

Campo Arañuelo

HUGHES
El análisis electoral es una maravilla:

–El sol sale por el este y se sigue poniendo por el oeste

–Cinco es más que cuatro y cuatro más que tres

–A gana, B pierde, C se queda igual

Como si saber sumar fuera una habilidad única y se la tuviéramos que explicar al resto. Así que a las puertas de Nochebuena y dos días después, poco puede aportar ya un humilde plumilla sobre Extremadura, pero si no… se queda uno con sensación de escaquista (que en realidad es ajedrecista en catalán).

«Ha ganado el PP», dicen, y no mienten, pero no ha ganado votos. Votos ganaron Vox, los de Unidas Por a su nivel maquetero y resiliente y la abstención, el partido tradicional de los anarquistas, ahora superados en ingenuidad por los trevijanistas, que guardando el voto para el distrito uninominal de verdad esperan tumbar el régimen.

Mientras tanto, los que no fueron a votar fueron los socialistas, que tampoco se jugaban tanto. Extremadura no la tenían y estaban lejos de poderla tener. Ahora todos ven en esto el principio del fin del sanchismo, pero a medida que pasan las horas sucede como en el fútbol: si con la que está cayendo, en Navidad, con ese candidato que provocaba amnesia, con los Koldos y las Leires, liquidando la solidaridad territorial, el PSOE es segunda fuerza…

María Guardiola, nombre de copla, Lola Puñales, tuvo una idea y salió regular. Hasta los más acérrimos del Godzila (mediático) Pepero reconocen que fue un error. Reconocen el Segundo Error Guardiola pero no el Primer Error Guardiola porque ese error es suyo. Ellos destilan la narrativa distorsionada y el marco de expectativas lo pone Michavila, y luego se quedan «acariciando la mayoría», que te imaginabas el domingo a la mayoría como un gatito, michino, michino michavila… A Sánchez le podrán acusar de muchas cosas, pero no de acariciador de mayorías. Si no las tiene, se las inventa, luego las usa, las rompe y las corrompe.

Vox creció mucho, y contra mundum, lo que tiene mérito trumpiano. Abascal se curró Extremadura como un Seprona, y vimos luego el resultado: aparecían en verde unos pueblos en los que Vox era lo más votado. La comarca de Campo Arañuelo, ¿qué tendrá esa comarca?

El Parque Nacional de Monfragüe, qué bonito, y cerca, Almaraz, la central nuclear que quieren cerrar los talibanes verdes.

¿Y si fuera todo un ardid de Pedro Sánchez, en su infinita malevolencia, para beneficiar a Vox y robustecer la pinza? Esto lo dejarán caer…

Vox se impuso en esa zona y aunque nos aseguraban que en Extremadura no había inmigración («¿Para qué va Abascal?»), después, como en un documental del National Geographic, fuimos descubriendo la auténtica realidad del terreno.

Cuando las elecciones sirven para enseñar cómo es una tierra; cuando una realidad aflora en los votos, cuando ha de votar para explicarse, votos para ponerse en el mapa, es que algo pasa. Gracias a ese apoyo a Abascal conocimos una realidad, como si allí hubiera ido un documentalista o un segundo viajero a Las Hurdes, mejor alimentadas, pero igual de lejanas.

El hospital de referencia de la zona es el de Navalmoral de la Mata y fue viral o viralillo hace poco que unos turistas de viaje en Marruecos encontraron en un hotel las toallas de dicho hospital, en lo que era imposible no ver resumida la trazabilidad mágica de un euro público: los recursos para Nuestra Sanidad acaban en las habitaciones de los hoteles de Marruecos, sustraídos por la población inmigrante, estable o flotante.

Los periodistas enviados habían escrito que allí había un ejemplo de integración, pero eso no quiere decir nada. Tienen un vocabulario entero para señalar la incertidumbre que se apodera de ellos cuando en su barrio abre un Starbucks; pueden escribir una novela sobre la zozobra de ver llegar a los turistas, las franquicias o la gentrificación, pero están cerrados a todo lo que no sea estricta felicidad multicultural cuando un pueblo pasa a tener un 24% de población extranjera. No tienen palabras para el mundo real.

También querrá decir algo que la sensibilidad política asome en el mapa, con reflejos electorales de verde limón, cuando estos porcentajes de inmigración son musulmanes. Algo distinto, de otro orden, sucede ahí.

Aunque Vox no ha crecido solo por realidades materiales urgentes como la amenaza a Almaraz o la inmigración. Aumenta en lo rural y también en lo urbano, toma relieve donde lo real y donde la política es todavía narrativa, discurso, esgrima a los postres, pero ya una visión coherente del mundo.

Hay un dato que seguro estudiarán en las próximas horas: Vox va subiendo de porcentajes en cada elección, y a largo plazo, en todas ellas, a un ritmo sostenido, helicoidal, apuntando hacia arriba como un puerto del Tour, con revueltas de lento bolero de Ravel. Hay cientos de listos dando lecciones a Abascal, infinidad de listos (y cómo son de listos los listos de ahora) pero tan interesante como el avance de Vox es el suelo de Vox. Porcentaje que ganan, porcentaje que no sueltan, como alpinistas metódicos construyendo el campamento. Esa base nunca la tuvieron otros partidos y empieza a ser alternativa larga, forma de estar, radicación española, solidez, casa posible, refugio, e ilumina geografías olvidadas que pasan a centro nuestro, como ese Campo Arañuelo.

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