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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 21 de diciembre de 2025

México, la Barcelona 2.0 del toreo / por Sergio Hueso


'..México necesita suerte. Mucha suerte. Porque hoy, viendo el silencio, el abandono y la sustitución cultural de la Monumental, cuesta imaginar un camino de vuelta. Y duele pensarlo: no por nostalgia, sino por justicia histórica. Porque una plaza que fue faro del toreo en el continente merece futuro… no olvido..'

México, la Barcelona 2.0 del toreo.

Sergio Hueso 
Pasa el invierno y nadie habla de La México. Quizá porque no interesa, quizá porque la afición se apagó hace tiempo en aquella tierra. El mapa taurino mexicano, reducido ya a Guadalajara y Aguascalientes como únicos bastiones firmes, apenas nos recuerda desde Europa que, al otro lado del Atlántico, también se dan toros en tiempo estival aquí.

La México se cerró el año pasado y nunca más volvió a abrir. Una suspensión tan ridícula en la forma como inteligente en el fondo, diseñada por los antitaurinos como una jugada quirúrgica: en la misma ciudad pueden darse toros, pero no en la Monumental. Y ahí está la clave. El ataque se ha dirigido al epicentro, al corazón cultural y simbólico del toreo en el país. Apagar La México es empezar a derribar la Tauromaquia en toda la nación. ¿Para qué pelear en plazas pequeñas, sin resonancia, cuando desactivar la mayor plaza del mundo produce un estruendo infinitamente más profundo?

Más grave aún que el cierre es el silencio. Los propietarios no han ofrecido información durante el invierno; la prensa tampoco opina ni especula. Y esto, tratándose de la plaza con mayor aforo del planeta, resulta especialmente inquietante. La México se ha convertido en una Barcelona 2.0: un recinto ocupado, invadido y transformado en sala de macrofiestas. Basta con entrar en el Instagram de la plaza para comprobarlo: ni se esconden, ni sienten pudor.

De hecho, ni siquiera han tenido la decencia de crear canales nuevos para esos espectáculos. Utilizan las mismas redes sociales en las que se anunciaban corridas de toros, y eso —con perdón— es una profanación. Es el reflejo de la miseria a la que algunos se arrastran cuando el negocio pasa por delante de la cultura. Si pueden rascar seguidores, si pueden aprovechar el prestigio que el toreo dio a ese nombre, lo harán. Si pueden convertir a aficionados en clientes de copas, mejor.

Así está hoy el toreo en México: como Barcelona. Allí se perdió una plaza histórica; aquí se pierde otra. Y no se trata solo del ataque externo. También pesa la falta de interés de los dueños. Todos sabemos que la Tauromaquia es un negocio arriesgado, que exige afición y convicción, que puede arrojar pérdidas, mientras las macrofiestas garantizan ingresos rápidos. Cada uno vela por lo suyo. No es novedad.

México, además, tiene la mala fortuna de no contar con una Fundación fuerte que articule defensa jurídica y estratégica, como ocurre en España. Esa Fundación tan criticada —a menudo por envidias o rencores internos— ha evitado batallas perdidas y sostiene frentes que, sin ella, llevarían años cerrados. Quién sabe si Barcelona habría tenido otro destino de haber existido entonces una estructura semejante. Nunca lo sabremos, pero los hechos hablan: la labor de la Fundación en España ha evitado derrumbes que parecían inevitables.

México no dispone de ese blindaje, pero sí de un político que se presenta como defensor del toreo promoviendo corridas sin sangre, convencido de que ese sería el camino. Todos sabemos de quién se trata… y todos sabemos a dónde conduce semejante idea.

Por eso, México necesita suerte. Mucha suerte. Porque hoy, viendo el silencio, el abandono y la sustitución cultural de la Monumental, cuesta imaginar un camino de vuelta. Y duele pensarlo: no por nostalgia, sino por justicia histórica. Porque una plaza que fue faro del toreo en el continente merece futuro… no olvido.

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