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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 6 de diciembre de 2025

La Novena en la Catedral de Valladolid / por Jesús García-Conde


'..Siendo vísperas de la Navidad, en cierto modo la Catedral inacabada de Valladolid es como un gran Portal de Belén donde nos arremolinamos los pastores..'

La Novena en la Catedral de Valladolid

Jesús García-Conde
6 de diciembre de 2025
En Valladolid la Novena es una sinfonía, pero no de Beethoven. Es musical, porque se le canta a la Virgen y muy bien. Ya no está en los teclados del órgano de la catedral John Beaven, el más pucelano de Kentucky, pero sigue tronando la Salve. La Novena a la Inmaculada que se celebra en la Catedral de Valladolid es un remolino de gente, de chavales con uniformes de colegio y de familias con niños y gente suelta que a las ocho de la tarde paran todo para celebrar durante nueve días el dogma de la Inmaculada Concepción. También es la excusa para ver amigos y tomar vinos por el centro con un montado en la Cárcava o montar una tertulia en el Farolito. La Novena es la mejor alfombra que conduce a la Navidad. Y no hay mejor novenario que el de Valladolid.

El Dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el Papa Pío IX en 1854. Dejamos para los estudiosos las controversias de los escolásticos, el cierre de archivo del Beato Escoto y algunas otras tensiones acaecidas hasta llegar al momento de la decisión papal. Digamos —eso sí— que España presionó y mucho para que el dogma fuera finalmente publicado urbi et orbi. Pero digamos también que si en los monasterios medievales, y sedes episcopales había dudas, en Valladolid lo teníamos claro desde el principio del siglo XVII.

Cuenta Antonio Daza en su obra sobre la Purísima Concepción que en 1618 un vecino «de buena fama y buena opinión» de Valladolid, habiendo recibido los óleos recibió un mensaje claro de la Inmaculada. El vecino, del que no se da el nombre, no creía en la especial concepción de la Madre de Dios a pesar de haber oído «grandes excelencias de ese sagrado misterio». Estando en el lecho de muerte, tomado el viático, estando ya dormido, oyó las siguientes palabras: «Apretad a ese incrédulo de mi Limpia Concepción». Al punto, cesaron los dolores y padecimientos y despertó. Abrió los ojos y viendo clara y distintamente a la Virgen Nuestra Señora ante él con gran resplandor y majestad le dijo con voz suave y serena «Virgen santísima: yo lo creo».

Todo esto lo conocemos a través de Lourdes Amigo Vázquez que añade en su estudio que, en Valladolid, la devoción a la Inmaculada tendría en el arte la literatura y sobre todo en la fiesta, la ceremonia y el rito sus cauces de manifestación y difusión. Debe ser por eso que no nos basta un día de celebración de la Inmaculada, disponemos nueve y toda la ciudad abarrota su Catedral para honrar a la Señora y pedirle gracias. Esto es lo propio. Las fiestas populares españolas de verano y de invierno son fiestas familiares, y como fiestas familiares que son se celebran yendo a merendar a casa de la Madre. La «merienda» en este caso es un «bizcocho» que da la Vida Eterna. La Virgen nos invita a recibir el Cuerpo de Cristo. Uno salía del colegio y sin quitarse el uniforme iba con los amigos a visitar a la Señora. Como sabía que en los colegios de las chicas hacían lo mismo, la Novena también servía para ver y ser visto y buscar, entre los uniformes de los colegios de las chicas, a la señalada. España era así y ha de seguir siendo así: una reunión familiar a la salida de la misa de doce. No una lista de ofertas de Black Friday.

Siendo vísperas de la Navidad, en cierto modo la Catedral inacabada de Valladolid es como un gran Portal de Belén donde nos arremolinamos los pastores. Como decía el poeta soriano del Renacimiento Hernán López de Yanguas:

Cansados ¡oh Virgen señora! Llegamos

Los hatos dejamos y burras y aperos

Venimos, graciosa señora, por veros

De hinojos en suelo aquí te adoramos

Mas ya que tamaña merced alcanzamos

En verte parida de Dios infinito

Para que puedas criar tu mocito

Recibe, Señora, lo poco que damos.

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