"...¿Seguirán mirando a su ombligo? Pero el ministro dio en la diana, más allá de la verdadera y definitiva capacidad operativa del texto, al afirmar que sin la unión de los estamentos de la fiesta, el documento se convertiría en un papel mojado. Ignoramos cómo se ejecutarán los cinco ejes que vertebran el texto, los 20 programas que desarrolla y las 46 medidas que se aplicarían..."
Buenos deseos y rescoldos baratilleros
Por Álvaro R. del Moral
Plan Wert: Amar en tiempos revueltos.
El ministro Wert presentó la pasada semana ese Plan Nacional de Tauromaquia que coloca al sector ante una de las oportunidades más importantes de su historia bicentenaria. Nunca antes -así lo reconoció el propio Enrique Ponce, único matador asistente- se habían tomado tan en serio las soluciones a los problemas de la Tauromaquia más allá de los tópicos de siempre y los lugares comunes al uso. Se ha escuchado a casi todos y se ha tomado buena nota aunque el escepticismo habitual de las tribus del toreo -que suelen esperar a que deje de llover- será uno de los principales escollos que tendrá que salvar esta declaración de intenciones que recoge una premisa fundamental: el espectáculo no puede sobrevivir si no resulta rentable. Se trata de una regla de oro que tiene que vincular por igual a todos los sectores implicados en la organización de los festejos ; adecuando costes y buscando el abaratamiento de las entradas -la rebaja de la presión fiscal y tributaria es fundamental- para posibilitar la vuelta de unos públicos que ya no pueden retratarse en taquilla.
¿Seguirán mirando a su ombligo?
Pero el ministro dio en la diana, más allá de la verdadera y definitiva capacidad operativa del texto, al afirmar que sin la unión de los estamentos de la fiesta, el documento se convertiría en un papel mojado. Ignoramos cómo se ejecutarán los cinco ejes que vertebran el texto, los 20 programas que desarrolla y las 46 medidas que se aplicarían. Ese ambicioso plan no puede ni debe quedarse en una pomposa declaración de intenciones. Pero su puesta en práctica es el verdadero talón de Aquiles de un trabajo que sí ha servido para trazar un completo vademecum de los males y las taras de la renqueante industria taurina. Mientras el ministro invocaba esa comunión de los sectores, los habitantes de este peculiar planeta andábamos mucho más pendientes del enojoso pleito baratillero que -eso es seguro- no servirá para nada absolutamente. Lo repetimos por enésima vez: es necesaria la paz entre figuras y empresas pero también es urgente que un ente superior logre sentar a toda la peña a hablar en la misma mesa.
Algo más del culebrón navideño.
Un antiguo chiste en viñeta -no sé si en la famosa Codorniz- retrataba el diálogo de dos ratas con el fondo de un calabozo, pan, agua y unos grilletes. “Qué raro, son las nueve, y Cagancho sin venir” era el comentario de uno de los roedores ante la extrañeza del otro. Pues eso, con la que hora que es y no tenemos comunicado. Ignoramos quién será el siguiente en emitir su papelito aunque, en la actual tesitura, se echa de menos que alguna de las partes mueva ficha para desbloquear una situación que no beneficia a nadie. Ya les comentamos la pasada semana que la Real Maestranza no se enredaría en esa guerra en la que algunos querían verla tomar partido. Y aunque la gestión de la plaza de Sevilla esté en manos de la empresa Pagés desde hace más de ochenta años -en un contrato privado que sólo compete y conocen las partes y cierto despacho de la plaza de Cuba- no hay que olvidar un dato fundamental: al igual que ocurre con los cosos de Pamplona o Bilbao -dirigidos de manera más o menos directa por las respectivas Casas de Misericordia- la de la Maestranza es una plaza benéfica. Y un par de cosas más: conocemos las consecuencias pero no las causas. ¿Por qué no comparecen esos cinco toreros y cuentan sus razones para no torear en Sevilla? Sólo así podremos formarnos una opinión. ¿Por qué no se niegan a torear en Madrid conociendo las miserias que facturan a algunos compañeros a plaza casi llena? El abismo abierto entre los tres grandes y el resto de la torería es cada vez más ancho. La corta, cortísima, clase media alta es seguida de una amplia clase media baja y un ancho pelotón que bastante tiene con mantener el carnet profesional.
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