El mundo taurino, en su conjunto, señala que no quiere intervencionismo. Sin embargo, en este caso recoge de la Administración recomendaciones y acuerdos, que deberían tener pactados desde hace tiempo.
Pentauro, ¿panacea o papel mojado?
Por Luis Nieto – Sevilla.
EL Plan Estratégico Nacional de Protección y Fomento de la Tauromaquia (Pentauro), presentado por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, junto al matador de toros Enrique Ponce y al presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Carlos Núñez, no es el flotador con el que la Fiesta se salvará de todos los males que le aquejan actualmente. Es más, es un esfuerzo voluntarioso por parte de la Administración, que no pasa de ser un extenso documento donde se radiografía al enfermo, se diagnostican algunos de sus males -todos ellos conocidos- y se proponen varias recomendaciones.
El Plan se divide en cinco apartados: 1) Calidad del Producto: Programa de capacitación de los profesionales taurinos, de mejora del toro de lidia, de Defensa de la autenticidad de la lidia y de Plazas de Toros: Conservación, rehabilitación y homologación. 2) Competitividad: Programa de mejoras del marco normativo: nueva ley taurina y nuevo reglamento estatal, programa de simplificación administrativa y reducción de cargas administrativas, de mejoras de aspectos fiscales y Seguridad Social y de pliegos de contratación. 3) Conocimiento: Programa de cifras oficiales, de modelo de costes, de estadísticas y encuestas taurinas oficiales y de plataforma digital. 4) Comunicación: Programa Plan Estratégico de Comunicación, de refuerzo institucional de la Comunidad Taurina, de Premios de Tauromaquia y de Internalización. 5) Cooperación. Programa reforma de la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos, de mecanismos de cooperación, de cooperación con terceros países y de impulso de creación de instituciones representativas de los sectores taurinos.
Para su elaboración han participado 45 grupos de trabajo, con ideas de la Administración y representantes de las distintas asociaciones (toreros, ganaderos, empresarios, etcétera). Pues bien, desde el mismo momento en que se ha presentado, ya hay discrepancias, puesto que la Unión de Abonados de España se siente discriminada con respecto al peso de Anoet -empresarios- y los sectores profesionales.
El mundo taurino, en su conjunto, señala que no quiere intervencionismo. Sin embargo, en este caso recoge de la Administración recomendaciones y acuerdos, que deberían tener pactados desde hace tiempo.
Pentauro es una interesante aportación de directrices, pero muy difíciles de desarrollar con éxito por dos razones esenciales:
Primero, no existe actualmente un estamento que aglutine a todos los sectores y que funcione como una única voz propia, tanto internamente como con respecto a la Administración y a la sociedad en su conjunto. Y segundo, las competencias taurinas están prácticamente asumidas en casi todos sus apartados por las distintas comunidades autónomas. No olvidemos que una de ellas, Cataluña, ha prohibido el toreo por razones políticas, que no animalistas; ya que continúan los festejos populares en la calle para no perder a su semillero de votantes, de la Cataluña del Ebro. De hecho, se saltaron a la torera varios artículos de la Constitución, según prestigiosos juristas.
En principio, Pentauro no resuelve de un plumazo el primer escollo: la existencia de un ente superior al de los distintos sectores profesionales, una especie de Consejo Superior Taurino -han existido varios intentos en las últimas décadas, con distintas denominaciones, todos fallidos por intereses contrapuestos-, que estuviera por encima de las agrupaciones de toreros, ganaderos, empresarios, etcétera, con capacidad decisiva y resolutiva, en función de unos objetivos comunes.
Por poner algún ejemplo, dentro del primer apartado, en Calidad del producto, es prácticamente imposible que se cumpla con el toro, salvo que suceda una revolución, ya que en un notable número de ganaderías, predilectas de las figuras, crían el toro en función únicamente de sus fines. De hecho, por esta causa, han ido desapareciendo encastes. En cuanto a Competencia, ¿qué tal si cada torero se gana los contratos siguientes en cada actuación, en lugar de comenzar algunos con la temporada hecha? Vayamos a otro sueño, el del conocimiento de las cifras (ya sea de taquilla, honorarios…) que se mueven en el mundo del toro y que se ocultan. Ya puestos en buenos propósitos, bueno sería en tiempo de crisis el ajustar el precio de las localidades a los bolsillos de los espectadores potenciales. Posiblemente, es más fácil que nos toque el gordo que se cumpla todo lo enunciado. Con suerte, quizás, se lleve a efecto el apartado de estadísticas, que actualmente ni siquiera funciona en cuanto a la recogida del número de festejos, taquillaje, trofeos concedidos, etcétera, ya que unas comunidades lo facilitan y otras no.
Espero que se den algunos pasos. Pero me temo que en lo esencial, en la revitalización del espectáculo, todo quedará en el enésimo intento por lograr una estructura acertada dentro del opaco mundo taurino.
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