vimos a un Juli hambriento. Trepidante capotero en el saludo, quite por exultantes zapopinas muy recreadas y una faena como de principiante con arranque y posteriores fases de rodillas y hasta de pases de pecho encadenados en un alarde de feroces vulgaridades. Intranquilo, vulgar, hasta asqueroso. Pero hombre por Dios que el mundo no se va a acabar porque usted no esté en las Fallas… Le digo a usted, señor de guardia.
Plaza de toros de Castellón de la Plana. Viernes 9 de marzo de 2018. Segunda de feria. Tarde agradable con casi lleno.
Seis toros de Garcigrande-Domingo Hernández, justamente presentados y apenas armados de juego desigual con predominio de los nobles con desigual fuerza, escasa en líneas generales. Por mejores, destacaron el primero y el sexto. Medianos, segundo cuarto y quinto. Inválido el tercero.
El Juli (grana y oro): Estoconazo al salto dos orejas. Entera muy trasera, oreja.
José María Manzanares (corinto y oro): Gran estocada, petición insuficiente y ovación con saludos. Gran estocada desprendida, oreja.
Alejandro Talavante (nazareno y oro): Pinchazo, otro hondo tendido y estocada, palmas. Buena estocada, dos orejas.
El Juli y Talavante salieron de la plaza en hombros.
Un grandísimo par de banderillas de Juan José Trujillo al sexto toro. Simplemente bien los demás subalternos.
Reapareció El Juli, convaleciente de una cornada en Colombia que se le complicó más de lo debido. Lo hizo con tantas ganas que se salió de madre. El madrileño quiere celebrar por todo lo alto su vigésima temporada como matador de toros y, aparte su habitual y reconocida entrega, le vimos tan acelerado como cabreado. Faltará en las próximas fallas por desavenencias contractuales a cuenta de no ser atendidas sus preferencias ganaderas. Sea por esto o por lo que fuere, ayer le vimos cabreado y, por tanto, acelerado, como si le hubieran quitado la comida durante varios días y, de pronto, se viera sentado en una mesa llena de manjares. Los devoró como un hambriento. Y, por tanto, demasiado acelerado. Nunca la calma fue una virtud predominante en don Julián. Pero eso es una cosa y otra abusar de enfurecimiento. Sosiéguese admirado amigo no sea que vaya a sufrir un infarto…
Claro que, al resultado de tanta enfadada ambición, se añadieron las magistrales virtudes del maestro. Y como además le acompaño la suerte, sobre todo con el estupendo animal que abrió plaza, pues miel sobre ojuelas. Este primer toro empezó saliéndose suelto de los muchos intentos capoteros de El Juli, se centró en el quite por chicuelinas rematado con una gran revolera y llegó a la muleta para cantarlo en latín. El Juli se manifestó en griego que es un idioma más difícil aunque más feo que el del Cantar de los Cantares…
Y si acelerado anduvo con el primer toro, aún más con el cuarto. Aquí vimos a un Juli hambriento. Trepidante capotero en el saludo, quite por exultantes zapopinas muy recreadas y una faena como de principiante con arranque y posteriores fases de rodillas y hasta de pases de pecho encadenados en un alarde de feroces vulgaridades. Intranquilo, vulgar, hasta asqueroso. Pero hombre por Dios que el mundo no se va a acabar porque usted no esté en las Fallas… Le digo a usted, señor de guardia.
José María Manzanares también reapareció tras un largo periodo de una más de su colección de accidentes y convalecencias. Y aunque no tuvo la suerte totalmente de cara como sus dos colegas, le vimos algo agarrotado en su primer toro que no acabó de romper a verdaderamente bueno y más cuidado de la lidia en el quinto.
Cambió a mejor la decoración muletera del alicantino que empezó su faena empeñoso y, poco a poco, ya mecido en la versión más sabrosa de su toreo imperial. Este quinto no cumplió el refrán y a pesar de los cuidados con que fue lidiado, se acabó pronto. Manzanares lo arregló todo con su infalible espada. Ya lo había hecho también matando al segundo toro con la elegante y precisa contundencia que le es propia y le han convertido en uno de los mejores matadores de todos los tiempos.
Alejandro Talavante anda en su mejor vena como vimos en Olivenza y una vez liquidado el invalido tercer toro que debió ser devuelto a los corrales, se encontró en sexto lugar con uno de los dos mejores del envío ganadero. La lidia de este ejemplar sucedió de menor a mayor intensidad porque cuando rompió el toro fue en la muleta tras remolonear en varas.
Ya lo vimos en un grandioso par de banderillas de Juan José Trujillo que tuvo que saludar una gran ovación del respetable. Y de esta ovación se pasó de seguido a las que escuchó el extremeño en su gran faena. El desmayo, la naturalidad y la muy templada dulzura de los naturales, mayor y mejor marca de la casa Talavante que alarga los muletazos como nadie, ayer también exquisito en el toreo en redondo con la derecha hasta que el animal amenazó con rajarse, momento en el que Alejandro se esmeró en unos preciosos ayudados por alto y entrar a matar pronto y bien. Las dos orejas cayeron por su propio peso.
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