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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 22 de marzo de 2019

Tarjeta roja / por Carlos Bueno



Dicen que se torea mejor que nunca. Es posible que se toree con mayor perfección porque el toro lo permite y la preparación de los toreros es exhaustiva, pero no es verdad que se toree mejor. Mejor boxeador es el que gana a más adversarios de distintas cualidades, al fuerte, al rápido, al técnico, al encajador y al huidizo. 

Tarjeta roja 

El toreo debería ser algo más impredecible, sorpresivo, variopinto y emocionante de lo que se ha convertido en la actualidad. La depuración del comportamiento del toro en todas las ganaderías y la preparación de élite de los toreros han provocado que hoy se toree con más perfección que nunca, y a los empresarios-apoderados les ha convenido minimizar riesgos para maximizar beneficios. Todo ello ha provocado que la fiesta del toro bravo sea ahora más monótona.

Me decía un amigo que a algunos matadores habría que sacarles tarjeta roja. Como en el fútbol. Expulsados. Y que no volviesen a torear más. Mi amigo es un excelente aficionado. Más que aficionado; un gran conocedor del meollo taurino. Pero he de reconocer que últimamente está en plan drástico, muy intolerante. Posiblemente porque está desengañado, harto de monotonías y de injusticias en los alberos. En eso le doy la razón. La tauromaquia ha de suponer lo contrario de aquello en lo que últimamente se ha convertido, algo estancado, previsible, rutinario, falto de inspiración y de capacidad de sorpresa, poco emocionante en general.

Las faenas son normalmente más de lo mismo. Derechazos y el de pecho. Naturales y el de pecho. Alguna trinchera, algún molinete, a veces estatuarios o cambiados para empezar, uno de las flores, a lo mejor una arrucina, y manoletinas para finalizar. Vuelva usted mañana y verá lo mismo. Derechazos, naturales y el de pecho. Cambian las formas según los toreros. Poco muta el fondo. Depende en gran medida del toro que se tenga delante, pero hasta eso es predecible. Todos los ganaderos buscan lo mismo: fijeza, prontitud, entrega, recorrido… ¿Deja alguno de perseguir estas cualidades? Ninguno, o no lidian. Sobran dedos de una mano para contar los que crían toros un tanto diferentes. El resultado es un espectáculo repetitivo, mecánico, imaginable.

Dicen que se torea mejor que nunca. Es posible que se toree con mayor perfección porque el toro lo permite y la preparación de los toreros es exhaustiva, pero no es verdad que se toree mejor. Mejor boxeador es el que gana a más adversarios de distintas cualidades, al fuerte, al rápido, al técnico, al encajador y al huidizo. Mejor piloto es quien triunfa en mayor número de grandes premios en circuitos diferentes, tanto en los que tienen muchas curvas como en los que las rectas permiten alcanzar grandes velocidades, el que se la juega en adelantamientos y el que sabe mantener la posición. Mejor torero es aquel que entiende y se acopla a todo tipo de comportamientos de toros de encastes dispares. Pero eso ya casi forma parte del pasado. 

El monoencaste impera y el monocomportamiento es lo que se pretende. Los toreros se preparan para torear de manera perfecta a este tipo de toros seleccionados para ser toreados con la mayor perfección. Sí, es un bucle, una esfera en la que se encuentra metida la tauromaquia.

Por eso, cuando un diestro desaprovecha varias oportunidades, mi amigo pretende que se le saque tarjeta roja. Dice que un escalafón de 150 matadores en activo es un despropósito, que a lo sumo un veinte por ciento tiene interés. Pero no seré yo el que proponga expulsar a nadie, porque los artistas no siempre tienen la inspiración a flor de piel y ¿quién sabe?, quizá mañana uno de los propuestos para ser excluido es capaz de pellizcar el alma de los aficionados.

A quien sí que les sacaría tarjeta roja es a todos aquellos que han permitido que el toreo se haya ido sumergiendo en un mar de sosería intolerable. Y en ese saco hay algunos toreros y ganaderos, y sobre todo apoderados-empresarios que han mirado más por su beneficio inmediato que por la pureza, verdad y justicia que debería ser inherente a la fiesta del toro bravo. Mercaderes que han primado su interés al de la clientela sin querer darse cuenta de que, a medida que la afición disminuye, crecen las trabas para que el futuro siga pintando sorpresivo y emocionante. Tarjeta roja para ellos.

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