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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 17 de marzo de 2019

El "decíamos ayer" de Paco Ureña / por Paco Mora



Esta tarde en la Plaza de Monleón no se ha visto a un Ureña acomplejado por la cornada de Albacete, que le dejo sin el ojo izquierdo. Se ha visto al torero de siempre; ese que se queda quieto como un poste y pese al roce de los pitones quemándole el cuerpo como ascuas encendidas, permanece impasible.

El "decíamos ayer" de Paco Ureña

Paco Mora
Lo de Paco Ureña esta tarde en Valencia ha sido como el “decíamos ayer” del viejo profesor, después de los avatares de una época desgraciada. Como Padilla en su momento, el de la Escucha (Lorca) también ha demostrado que la frase de aquel Manuel Domínguez Campos, torero del siglo XIX, del que dice la historia que se arrancó de cuajo el ojo que le colgaba por el rostro tras el pitonazo de un toro, no era una bravata sino una manera de ser y entender la vida. “Esto son desperdicios”, parece que dijo el torero referido, y desde entonces como “Desperdicios” fue conocido y con ese nombre pasó a la historia heroica del toreo.

Esta tarde en la Plaza de Monleón no se ha visto a un Ureña acomplejado por la cornada de Albacete, que le dejo sin el ojo izquierdo. Se ha visto al torero de siempre; ese que se queda quieto como un poste y pese al roce de los pitones quemándole el cuerpo como ascuas encendidas, permanece impasible. Un quite por gaoneras en el primer toro de la tarde resultó realmente angustioso, y el lorquino patentizó con él que no había ido a Valencia a explotar el cuento de la lástima, sino a terminar de decir lo que se le había quedado en el tintero en la primera parte de su carrera. Porque el accidente de la Feria albaceteña marcó un antes y un después en la historia personal de Paco Ureña. Y tal como ha estado hoy en la arena valenciana -lean la crónica de Jorge Casals aquí al lado- ha dejado claro que es muy capaz y que no había reaparecido para hablar de su libro sino para acabar de escribirlo.

A algunos de los juanpedros les faltó algo de casta, acometividad y duración, pero ha habido dos que han hecho perdonar los pecados de sus compañeros de encierro. ¿Y qué decir de Ponce? Pues que con un poco mas de acierto con la espada en su tercer toro, se habría apuntado su Puerta Grande numero cuarenta. Y eso con treinta años seguidos como matador de toros, sin descansar ni para tomar impulso, y compareciendo en todas las ferias, son palabras mayores.

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