la cornada lanzando además a muy considerable altura, su caída, aparatosísima, convirtió a Enrique en un guiñapo porque, además de la cornada, pudo sufrir varias más por las sucesivas intenciones de cogerle, por fortuna sin lograrlo y gracias a un quite providencial del gran banderillero Jocho, amigo de Enrique desde la niñez, el tremendo percance hubiera tenido aún más y mayores consecuencias de las que tuvo.
Espectacular y tremenda cogida de Enrique Ponce
Enrique Ponce apareció en la puerta de cuadrillas vestido con un terno blanco y azabache, parece ser que para homenajear al Valencia Club de Fútbol que ayer celebraba su 100 aniversario. Nunca se había vestido así el maestro de maestros. Y mira por donde, esta cogida parece ser que va a ser muy costosa. En realidad fueron dos en una. La cornada se la pegó el toro cuando al querer ligar un natural a pies juntos con el de pecho también zurdo, esa fiera que todos los toros llevan dentro le enganchó propiciándole la cornada lanzando además a muy considerable altura, su caída, aparatosísima, convirtió a Enrique en un guiñapo porque, además de la cornada, pudo sufrir varias más por las sucesivas intenciones de cogerle, por fortuna sin lograrlo y gracias a un quite providencial del gran banderillero Jocho, amigo de Enrique desde la niñez, el tremendo percance hubiera tenido aún más y mayores consecuencias de las que tuvo. Porque a cuenta de las impresionantes volteretas empeoraron la lesión de ligamentos cruzados que venía arrastrando el gran torero y le produjeron otras roturas de más ligamentos. Se lo llevaron a la enfermería y allí fue intervenido de la cornada además de explorarle las lesiones musculares que, desgraciadamente, le van a tener inactivo algunos meses. Al menos, dos aunque con Ponce nunca se sabe porque su estado de salud es tanto o más grande que su toreo y, además, ha venido sobreponerse a todos los percances que ha sufrido en su vida con una velocidad cuasi milagrosa. La muy natural forma física de este torero de toreros es tan grande como sus maneras de torear e igualmente su insólita capacidad de sacrificio.
Así estaba toreando Enrique segundo antes de su cogida
Y observen su cara y su gesto en ambas fotografías porque Enrique es el torero que en cualquier momento de la lidia mantiene su natural ser porque la naturalidad es una de las mayores pruebas de su grandeza. Única entre las únicas. No hay más que ver las caras y los gestos crispados de la inmensa mayoría de los toreros cuando están toreando, incluso en sus mejores lances o muletazos. Crispación que habla de miedo. No de otra cosa. Enrique Ponce siempre lleva las procesiones por dentro y jamás tuerce su gesto
Ya llevaba cuasi terminada su gran faena al quinto toro de la tarde. Gran faena que iba para completar una tarde redonda porque también había ganado la oreja del segundo toro e iba para las dos del que le cogió, por lo que habría podido salir a hombros de la plaza de Valencia por ciento cuarenta vez.
Parte facultativo:
Cornada en región proximal del muslo izquierdo infra glútea que interesa piel, tejido celular subcutánea, fascia superficial seccionando el glúteo mayor con una trayectoria ascendente de unos 12 cms y otra descendente de unos 5 cms, alcanza el isquio.
A la exploración de la rodilla izquierda, rotura del ligamento lateral interno y rotura del ligamento cruzado.
Pronóstico grave.
Trasladado al Hospital Casa de la Salud
Dr. Zaragozá
Valencia. Coso de la calle Xátiva. Lunes 18 de marzo de 2016. Séptima de feria. Tarde soleada y fría con rachas de viento y más de tres cuartos de entrada.
Dos toros despuntados para rejones de Los Espartales (1º y 4º), tres de Olga Jiménez (2º, 5º y 6º) y uno que hizo 6º de Parladé. Soso el primero de rejones. Castaño y bien encornado en veleto el segundo para lidia ordinaria, noble de salida, se defendió en varas y en la brega, pronto en banderillas e incierto además de probón en la muleta, nada fácil. El mulato tercero (Parladé) fue noble en el capote, bravucón en varas, se defendió en el quite y manejable aunque brusco en la muleta. El despuntado cuarto para rejones, mejor hecho que su anterior enemigo y también bastante más lucible que el primero. También negro y bien armado por muy astifino quinto, pronto y encastado además de franco en su salida, aliviado en varas para mantener la fuerza con que salió y con franquía y largura que no clase en la muleta porque a la postre resultó incierto y peligroso hasta coger de muy mala manera y herir gravemente a Enrique Ponce cuando ya tenía en sus manos las dos orejas del animal. Toñete acabó con él de media estocada y dos descabellos. Muy serio el sexto, también ofensivo de pitones. El muy armado y serio sexto, suelto de salida, se dejó pegar en el caballo y llegó con briosa nobleza a la muleta por el lado derecho y por el izquierdo, el mejor toro de esta corrida.
Diego Ventura (de corto con chaquetilla de terciopelo rojo): Pinchazo, rejonazo contrario trasero y descabello, palmas. Rejonazo y descabello pie a tierra, oreja.
Enrique Ponce (blanco con flores plateadas y azabache): Buena estocada, oreja. La 115 de su carrera. Resultó cogido y recogido de muy mala manera y herido
Toñete (malva y oro): Estoconazo desprendido muy entregado, silencio. Pinchazo hondo y tres descabellos, palmas.
De las cuadrillas, destacó a caballo José Palomares. En la brega y en palos Mariano de la Viña y Jocho.
A cargo del gran rejoneador Diego Ventura se corrió el primer toro de la tarde que pasó a banderillas tras un solo rejón de castigo. Arrancó este tercio llevando al toro de costado dando una vuelta al ruedo con mucho temple y precisión al clavar la primera farpa. Y de ahí en adelante alternó quiebros y con farpas al natural. La maestría y la precisión fueron absolutos. Tres de las cortas, alardes de doma sin abusar – fue una actuación francamente sobria – hasta pinchar con el rejón de muerte y otro entero trasero muy trasero y contrario al que añadió dos golpes con el descabello pie a tierra. La sosería de este animal y los fallos al matar le privaron de cortar trofeos.
Mucho mejor fue el cuarto, su segundo enemigo. Y como no podía ser menos, el de Lisboa recriado en Sevilla dio un completo recital bordando con sus magníficos caballos todas las suertes que enjoyan el toreo ecuestre hasta terminar con un sensacional par las dos manos que levantó al público de los asientos. Montó caballos maravillosos y perfectamente domados hasta cerrar su actuación con un rejonazo muerte entero, tardando en doblar por lo que, pie a tierra, mató al animal con un certero descabello. Fue premiado con una oreja.
Junto a Ponce y a Ventura actuó como tercer espada la muy joven promesa Toñete. Lamento que ayer no tuviera suerte y le agradezco el notable esfuerzo que hizo con sus dos toros además de sobreponerse matando al que había cogido el gran maestro.
Enrique Ponce salió a por todas. Iba a ser una tarde muy importante para él. Era el único contratado para dos corridas en estas Fallas, por gran triunfador de la feria el año pasado. Ayer ya había perdido la puerta grande por fallar a espadas en su anterior actuación. Además y aunque cortó una oreja de su muy deslucido primer toro tapando todos sus defectos, el quinto que a todos nos pareció bastante mejor y a Ponce también, se le prestó a placer con el capote y sobre todo en la faena de muleta que poseyó la excelencia poncista, tanto en el toreo diestro como al natural. Para apurar más el triunfo, en el tramo final de la faena se esmeró en torear al natural a pies juntos. Pegó varios de cartel… Se la había brindado a todos los valencianistas de la ciudad, siendo él tan tan valencianista como los que más. Y en fin, solo Dios sabe los por qués de esta inoportuna cogida.
Enrique y quien firma somos íntimos amigos desde cuando era novillero. Más de treinta años viéndole torear y en muchas temporadas acompañándole. Para mi es como un hijo y estoy orgulloso de serlo. Nunca me he tapado. Lo sabe todo el mundo. He vivido con él y le he seguido en casi todas las plazas del mundo. Y esto solamente he podido hacerlo por su excepcional bondad personal.
Dios te guarde querido maestro y ojalá que muy pronto volvamos a verte en tu inmarcesible y larguísima carrera.
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