la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 6 de marzo de 2019

Gracias, doctor Crespo / por Paco Cañamero



¡Qué grande es usted, doctor Crespo! ¡Que orgullo que los toreros tengan la protección de sus manos! ¡Qué felicidad, amigo Enrique, tener cerca de un hombre que hace tanto bien! Y es que el doctor Enrique Crespo, con su sabiduría, ha vuelto a obrar el milagro en el presente Carnaval del Toro de salvar vidas. 


Gracias, doctor Crespo

Paco Cañamero
Glorieta digital.com5 marzo, 2019
Arrojo con admiración mi gorrilla charra a los pies de este galeno con manos de oro que ha conseguido ser figura en la cirugía taurina fusionando su talento médico con la humanidad de la que hace gala en cada paso de su vida. Y lo hace escribiendo cada año páginas gloriosas en las enfermerías españoles. Desde ferias de prestigio a festejos populares en los que el peligro siempre acecha. Es el caso de la vieja Miróbriga, de Ciudad Rodrigo en su Carnaval del Toro que tiene en el doctor Crespo a un ángel. A quien vela para sanar las heridas de las astas que rompen las entrañas y obrar el camino de la recuperación.

Ciudad Rodrigo, en gratitud a quien hace tanto bien, le concedió hace dos años el privilegio de ser pregonero mayor gracias al buen tacto de Juan Tomás Muñoz, el alcalde, pero todo cuanto se le reconozca es poco. 

Qué felicidad tiene que sentir desde la eternidad su abuelo materno, Julián Rubio López, glorioso teniente general de Aviación, que era mirobrigense, al ver a su nieto salvando vidas en el mismo lugar donde él vio la luz.

O su padre, aquel otro ángel llamado Antonio Crespo Neches que fue máxima figura del bisturí y al que conocí un Jueves Santo de finales del pasado siglo con ocasión de entrevistarlo en su casa de la zamorana Rúa de los Francos y ya fue amigo para siempre, hasta su muerte acaecida en vísperas de la Navidad del 2009. Seguro que allá donde esté y siempre fiel a su habano lo embarga la emoción al ver cómo su hijo Enrique ha sido su más fiel discípulo.

Si por algo me hubiera gustado ser torero es para pagar con la moneda de la gratitud y con el tributo de la admiración en un brindis. Porque no hay palabras suficientes en el diccionario para poder alabar a Enrique Crespo Rubio, un hombre que con sus manos de oro cada mañana se levanta para hacer el bien

No hay comentarios:

Publicar un comentario