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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 16 de marzo de 2019

El ídolo / por Paco Mora



Simplemente que su manera de enfrentarse a los toros enerva y enardece a los tendidos. Y esa gracia, o se tiene o no se tiene. Y Roca Rey la posee a toneladas.

El ídolo

Paco Mora
La de Valencia es una plaza de primera y, junto con Sevilla y Madrid, marca el signo de la temporada. Todos los toreros quieren estar en los carteles de las Fallas, porque si la suerte acompaña el camino se hace más transitable. La diferencia entre el coso de Monleón y los demás de la misma categoría es que cuando la plaza de la calle Xàtiva explota de verdad con un torero, este adquiere la dimensión de “ídolo”. Y hoy la Plaza de Valencia fue una autentica mascletà para Roca Rey, desde que se abrió de capa en su primero hasta que tumbó de un espadazo a su segundo. Su salida en hombros por la Puerta Grande fue de apoteosis. Una auténtica proclamación del peruano como “ídolo” incontestable del momento taurino. Y si Valencia explota con un torero, ojo al Cristo que es de plata.

Ocurrió con Belmonte, con Gallito, con Litri, con Pedrés y hasta con El Soro, sin olvidarnos de Vicente Barrera, Manolete, El Choni y tantos otros que quedaron en el camino a causa de los imponderables. El público valenciano tiene un componente de entrega y entusiasmo muy fuerte, que solo se desborda cuando en su ruedo se escribe con tinta indeleble una página de la historia del toreo. Esta tarde, la emoción y la euforia han sido de “Habemus Papam”. Y es que el mozo llegado del otro lado del Atlántico reúne todas las condiciones necesarias para ser un autentico “ídolo” de multitudes. No digo que sea el que mejor torea, ni el más valiente ni que lleve en la barriga el espíritu de José y Juan. Simplemente que su manera de enfrentarse a los toros enerva y enardece a los tendidos. Y esa gracia, o se tiene o no se tiene. Y Roca Rey la posee a toneladas.

El Juli no es cualquier cosa como torero y ya hace un tiempo que dijo que quizás había llegado el momento de que otras manos cogieran el cetro del toreo. Y se me antoja que al expresarse así estaba pensando en ese chiquillo que en la anochecida de la ciudad del Cid atravesaba en volandas, en este día de gracia, la puerta que da paso hacia la calle Xàtiva.

Una tarde más, quizás el afán de los dueños y señores de los corrales y del palco por enmendarles la plana a los que de verdad saben algo del toro de lidia, la corrida de Victoriano del Rio no ha contribuido en mayor medida al éxito de los toreros actuantes. Y con eso me quedo. Pónganle flores los amantes de la lisonja...

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