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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 2 de abril de 2020

En recuerdo de Goyo Benito / por Athos Dumas



Durante trece temporadas defendió con un tremendo pundonor el escudo madridista, dejándose literalmente la piel en cada partido, dando hasta la última gota de sudor en todo momento, de tal forma que completó una cifra de 420 partidos vistiendo nuestra elástica —además de 22 partidos con la selección absoluta de España—-, logrando alzar seis Ligas y cinco Copas de España

En recuerdo de Goyo Benito

Athos Dumas - 2 abril, 2020
Nos ha dejado esta mañana, a los 73 años de edad, tras una larguísima y dura enfermedad, una leyenda absoluta del Real Madrid: el gran Goyo Benito, único poseedor, junto a Pirri, de la “Laureada”, la condecoración más preciada que concede el club a sus jugadores.

Particularmente a este escribidor se la va con Benito buena parte de su infancia, aquellos primeros años 70 cuando empezó a ir regularmente al Fondo Norte del estadio Chamartín. Goyo Benito era como uno de los Titanes mitológicos, un defensa infranqueable para cualquier delantero. El ejemplo preclaro de que, con él en el terreno de juego, “el balón a veces pasaba, pero el delantero nunca”. Y, sin embargo, con toda la fama de duro que tenía, no se le recuerda haber lesionado nunca a nadie.

Nacido en la bella población toledana, famosa por su cerámica, de Puente del Arzobispo, Goyo era el nieto del célebre “Tío Gorín”, venerable patriarca al que era fácil encontrar en los restaurantes a la orilla del Tajo, orgulloso siempre de poder charlar con todos los comensales cada lunes y cada viernes post-partido de las hazañas de su famoso nieto.

Recuerdo que en los años 80, ya retirado desde 1982, Goyo emprendió varios negocios de restauración, como el Pub Lancaster (hoy en día Castellana 113 Lounge Bar) y el Pub Roll’s, en la Avenida de Brasil. En ambos se servía un excelente cocido cada miércoles, y Goyo estaba siempre en uno de sus dos establecimientos, al pie del cañón, como cuando lideraba junto a Pirri un eje central impenetrable, y, siempre amable, contaba decenas de anécdotas, además de hacer revivir por ejemplo su glorioso gol de cabeza al Oporto, único que anotó en el Bernabéu en toda su carrera, ante una defensa férrea y 110.000 espectadores apiñados en los graderíos. Gol que supuso el pase a los cuartos de final de la Copa de Europa 79-80.


Me gustaba seguir la trayectoria de Benito, apodado “Hacha Brava” por el recordado Héctor del Mar —“El hombre del gol”— en las colecciones de cromos de la época. Empezó en el club sin bigote, y a mediados de los 70 ya formaba parte del selecto grupo de bigotudos como el propio Pirri, Miguel Ángel, Rubiñán, Del Bosque, y hasta el glorioso capitán del momento, Amancio Amaro.

Durante trece temporadas defendió con un tremendo pundonor el escudo madridista, dejándose literalmente la piel en cada partido, dando hasta la última gota de sudor en todo momento, de tal forma que completó una cifra de 420 partidos vistiendo nuestra elástica —además de 22 partidos con la selección absoluta de España—-, logrando alzar seis Ligas y cinco Copas de España. No pudo jugar, por lesión, la final de Copa de Europa de 1981 ante el Liverpool —jugaron en el eje Sabido y Salguero— en su penúltimo año como integrante de la primera plantilla.

Goyo Benito siempre estará en mi equipo ideal del Madrid de todos los tiempos, sobre todo por la actitud con la que afrontaba cada partido, con ese gen ganador que tenía bien inoculado y que le convirtió en un auténtico valladar inexpugnable y en uno de los grandes defensas de toda Europa en su época.

Descansa en Paz, querido Goyo, estarás siempre en todos los corazones madridistas y en nuestros recuerdos por haberlo dado todo y en todo momento sobre el terreno de juego.

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