Sin duda alguna, por unas u otras razones, Juan Pedro lleva más fracasos en los dos últimos años que todos los ganaderos juntos, algo que debería de hacer recapacitar al ilustre heredero de tan singular ganadería. Claro que, si la gente es tonta y le siguen comprando los toros, para Juan Pedro, el problema será de los demás, nunca de él como así se evidencia. Pero mala cosa debe ser que un ganadero pierda todo el crédito del mundo porque, como sabemos, a lo largo de la vida hemos visto desaparecer a ganaderías que eran emblemáticas, no es menos cierto que, como alguna vez dije, a Juan Pedro le quedan los cerdos ibéricos que con esos sí que no fracasa.
Fijémonos que, hacía tiempo que Morante no cosechaba bronca alguna y, en Madrid se llevó dos gracias a Juan Pedro. Pero el diestro no escarmienta, dice que se apuntará a ganaderías legendarias para engatusar al personal pero, toda la camada de Juan Pedro, lo que ha lidiado y lo que queda, todo está en mano de Morante. Otro tanto de lo mismo les ocurre a sus compañeros de terna, Juan Ortega y Pablo Aguado que, ambos, como Morante, todos anhelan que salga el burro adormilado vestido de santo para hacer ese toreo bello que no conquista a nadie. Es cierto que, pase lo que suceda, a Morante le tiene sin cuidado pero, sus compañeros de terna, tan artistas ellos, pueden sufrir un duro revés si no arreglan su situación artística. De momento, como es lógico, su caché ha bajado en intensidad y mientras todo quede ahí podrán darse con un canto en los dientes; lo peor será si a medida que avanza la temporada no les llegan contratos que, todo puede ser posible. Que se miren en el espejo de Paco Ureña que, como castillo grande, se ha derrumbado.
¿Qué pasa en Lo Álvaro? Lo digo porque, como antes apuntaba, Juan Pedro ha pasado de la borreguez a la agresividad que todavía es mucho peor. Los últimos años del ganadero, tanto en Sevilla como en Madrid han sido de ruina al más alto nivel. Alguien dirá que en el 2019 David de Miranda le cortó las dos orejas a un santo varón de Juan Pedro en Madrid y, es cierto. Pero todo quedó ahí y, lo que es peor, nadie tomó en cuenta el triunfo de dicho chaval porque el toro tenía mucha nobleza, pero sin el menor atisbo de casta. El muchacho estuvo bien, mató dignamente y, como la tarde iba a la deriva le premiaron al torero pero, los taurinos, sabedores de que fue un triunfo menor nadie reparó en él puesto que, esa temporada, apenas sumó unas quince tardes si mal no recuerdo.
Algo de eso le pasó a Juan Ortega en el 2020 en que, un torito de Juan Pedro –más que un torito era un obispo vestido de toro- en Linares, le permitió expresar la belleza de su toreo pero, con dicho toro, en Madrid, primero no se hubiera lidiado y acto seguido nadie le hubiera hecho el mínimo caso. La desdicha de la cuestión es que, animalitos como el citado no salen todos los días, más bien todo lo contrario, recordemos la corrida de Madrid que salió con pinta de tigres de Bengala que querían comerse a los toreros.
Insisto que, este año, en Sevilla, Valencia, Córdoba, Madrid y algunos sitios más que no recuerdo, Juan Pedro ha ido firmando páginas negras para su historial, cosa que le debe de tener muy preocupado. Yo en su lugar lo estaría y mucho. Eso sí, los toreros, como antes dije, sienten veneración por este hierro, caso de los diestros antes mencionados que se los quitan de las manos como si fueran bombones de chocolate a la puerta de un colegio. No seré yo el que pague un céntimo por ver semejantes desacatos y, así debería de ser por parte de todos los aficionados. Claro que, al ver lo que ha sido la corrida de Juan Pedro en Madrid, todos hemos sentido rubor al criticar al resto de los ganaderos que le han precedido en dicha feria que, sin lugar a dudas, todos han triunfado si lo comparamos con su infumable corrida.
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