Y ante semejantes reses apareció una terna que representaba la dignidad de ser torero. Fernando Robleño, Morenito de Aranda y el toricantano Damián Castaño se enfrentaron a ellas sin pestañear. Naturalmente, es que se hacía muy difícil pestañear ya que durante el pestañeo podías ser ensartado por las guadañas que exhibían los de la familia Flores.
San Isidro: Un camión de leña
Antolín Castro
Opinión Y Toros / 31 Mayo 2022
La dignidad de ser torero quedó patente hoy en Las Ventas durante la corrida de Samuel Flores.
Imaginen un camión lleno de leña, para dos inviernos por lo menos, pues eso, más o menos, fue lo que vimos en el testuz de los toros lidiados con los hierros de Isabel y Samuel Flores.
Quizá fuera eso solamente lo que vimos en ellos, porque ni en su presentación terminaron por parecerse a toros bien rematados. Luego, en cuanto a comportamiento, hubo de todo… pero todo malo. Mansos los hubo, descastados… hubo, con peligro también, deslucidos todos, bravucones y hasta saltarines frustrados tuvimos que padecer en la tarde, por no faltar hubo hasta inválidos. Revolviendo todo nos sale algo parecido a bueyes. Y es que si hubiera leña, pero embistieran en lugar de topar o huir, podríamos quitarles el calificativo de bueyes.
Alguien dirá que el quinto se dejó algo, pero si se dejó algo… debió ser en la dehesa, porque lo que llegó a Las Ventas, para enfrentarse a Morenito de Aranda, fue un toro con el que no se pudieron ver dos embestidas iguales. No hay quinto malo dice el dicho popular, pero en este caso lo modificaremos para dejarlo en No hay quinto tan malo como los demás. Dicho de otro modo, el que no se conforma es porque no quiere en una tarde así.
Este pretendió, incluso, que el público viera más de cerca la leña
Y ante semejantes reses apareció una terna que representaba la dignidad de ser torero. Fernando Robleño, Morenito de Aranda y el toricantano Damián Castaño se enfrentaron a ellas sin pestañear. Naturalmente, es que se hacía muy difícil pestañear ya que durante el pestañeo podías ser ensartado por las guadañas que exhibían los de la familia Flores.
El gigante Robleño se nos hizo más gigante que nunca delante de aquellas aspas de molino de viento que le acosaban. Oficio y vergüenza torera la del madrileño en sus dos presencias en el ruedo. No contento con sortear las astas pavorosas, supo dejar muy claro que es un matador de toros de primera.
La estocada a su segundo, por el riesgo asumido y el arrojo al ejecutarla, además de bien realizada y colocada, podía haber sido merecedora de una oreja si los públicos que ahora van a las plazas fueran un poquito más aficionados y entendieran que matar toros así es solo patrimonio de unos pocos... muy valientes.
Hábil estuvo Morenito y su cuadrilla para deshacerse de un Flores y lograr que saliera un sobrero de José Cruz, de mejor condición, que hoy era fácil conseguir, y con él establecer una lidia mucho más cercana a lo que se acostumbra a ver todos los días.
Pero los mejores pasajes del burgalés fueron, por el riesgo y la emoción, los que le dispensó al quinto de la familia Flores. Momentos donde pudo expresar la elegancia de su toreo al tiempo que la gallardía de enfrentarse sin red al bicorne, excesivo bicorne. Hubo entre el público quien le censuraba algo, olvidando que hoy no era el día del baile acompasado de los días de figuras, esas que se hacen acompañar por aborregados bovinos. En esos días si tiene sentido exigir que la coreografía sea la correcta o perfecta, hoy no era el día de sacar a pasear la censura, bastante había con estar delante.
También el nuevo en esta plaza, Damián Castaño, quien suplió la menor experiencia de sus compañeros con las ganas de darlo todo en día tan señalado para él, resolvió la papeleta y salió por su propio pie de la plaza. No era ese su objetivo, pero tampoco, visto lo que hubo delante, puede decirse que no fuera el mejor objetivo. No creo que fuera su sueño el confirmar en Madrid rodeado de flores por todos lados.
Plantar cara es lo que hicieron los toreros de hoy. Aplaudirles es la obligación de todos cuantos estuvieron y, por supuesto, de quienes tengamos que dedicarles unas líneas.
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