Digo todo esto porque, al ver que Ginés Marín se anuncia con seis toros en Santander a cualquiera le entran ganas de llorar, sencillamente porque, ¿qué motivos existen para que este chico lleve a cabo dicha “hazaña” que, insisto, no esa otra que trabajar un poco más de lo debido en una tarde determinada? Nadie lo entiende, nadie sabe los motivos pero que se trata de una parodia hacia sí mismo, eso sí lo comprende hasta el más tonto del lugar. Y, cuidado, que el chico puede hacer lo que le venga en gana con su vida y con su carrera, todo menos el ridículo que es a lo que oposita con dicho festejo que nadie ha pedido, que nadie le ha reclamado y que no existe ninguna justificación para llevarse a cabo.
Matar seis toros no es tarea baladí, todo lo contrario; pero dentro y fuera del ruedo. Se necesita de un argumento sólido para llevar a cabo la tarea, un repertorio grande para que la monotonía no se apodere de la tarde y, por encima de todo, que el público haya demandado dicho cartel para ver a su ídolo en solitario, algo muy parecido a lo que llevó a cabo Emilio de Justo en Madrid el domingo de Ramos que, si con un toro le bastó para cubrirse de gloria, tras ver el juego que desarrollaron los toros estaba claro que, su apuesta era ganadora y, la más importante de todas y es que, en la fecha menos adecuada de todo el calendario taurino de Madrid, congregar a veinte mil almas, aquello si tenía sentido y argumento.
Recordemos que, uno de los pocos toreros que tiene repertorio y argumentos para matar seis toros es Morante que, dicho sea de paso, lo hizo el pasado año en El Puerto de Santa María para fracasar rotundamente. Siendo así, ¿qué buscará Ginés Marín con su apuesta? En calidad de aficionado, hay que tener cojones para comprar una entrada para ver a este chico en solitario. Insisto que, su idea para él será muy buena, sin duda, la mejor. Incluso puede que hasta triunfe pero, ¿qué recuerdo dejará después del festejo? Con toda rotundidad, nada. Eso sí, Curro Vázquez, su mentor, como quiera que el porcentaje que se lleva queda implícito en el sueldo del toreo, si éste cobra más, miel sobre hojuelas para el que fuera un buen torero, ahora apoderado de toreros.
Los que ya estamos de vuelta de todo y tenemos memoria, si de seis toros hablamos, recuerda uno a don Antonio Bienvenida que sí tenía repertorio y argumentos muy sólidos para llevar a cabo dicha proeza, algo que hizo en varias ocasiones. Al mismísimo Paco Camino en aquella Beneficencia histórica que nadie olvidaremos jamás, al maestro Andrés Vázquez que, como es sabido, catapultara hacia la gloria a Victorino Martín. Y así una larga lista de toreros que, con argumentos sólidos y en el momento álgido de sus carreras protagonizaron la épica que siempre habían soñado, caso de Paco Ruíz Miguel, El Niño de la Capea, Roberto Domínguez……….
Insisto, no se trata de matar seis toros puesto que, como sabemos, eso lo hace cualquiera, dicho con todo el respeto del mundo. Álvaro de la Calle se hizo cargo de los cinco toros que dejó Emilio de Justo, el muchacho los mató y se marchó para su casa. Y lo hizo un hombre que llevaba varios años sin matar un toro. Por ello, que un torero que torea muy seguido se enfrente a seis animales tiene mucho valor por el trabajo que tiene que realizar, pero nunca un fundamento como para dejar huella en los anales de la historia de la tauromaquia.
Ahora, el único motivo que existe para matar seis toros no es otro que la taquilla; es decir, lo poco que haya no hay que repartirlo con nadie, salvo con el empresario, claro está. El dinero de los toreros ha caído muy hondo y, como le sucede a Ferrera, mata seis toros cada rato y araña lo que puede que, con condiciones normales apenas queda nada si es que comparte cartel con las figuras actuales y, de no hacerlo, con los compañeros de su estirpe, tampoco queda nada porque no ha entrado la gente, ni al trapo ni a la plaza. En fin, un dilema muy difícil de resolver y, lo que es peor, no concita el interés de nadie. O sea que, por ejemplo, José Miguel Arroyo Joselito, verá estos montajes, se acordará de su irrepetible tarde de la Beneficencia de Madrid y se morirá de la risa.
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