El resultado final es que nadie pudo salir contento de un día en el que, por variadas razones, todos esperaban algo importante.
Faltó poco para que el encierro lidiado llegara al límite de edad y verse obligado a lidiarse en las calles, faltó muy poco. Pero es que, además, faltó poco para que los pupilos de Ricardo Gallardo llegaran a pararse del todo por el ataque de kilos con los que salieron al ruedo venteño.
No contentos con eso, faltó poco para que renunciaran a embestir y se refugiaran en su querencia de toriles. Huyendo más que embistiendo, renegando de su raza, complicando en demasía la posibilidad de practicar el toreo con ellos. Tras los Valdefresno, si no quieres caldo, toma dos tazas.
Faltó mucho para parecerse a sus hermanos novillos lidiados hace dos días y que tanto dieron a los novilleros y a los aficionados.
Con esos mimbres, era difícil, muy difícil, que un torero como Diego Urdiales pudiera alcanzar un mínimo de rentabilidad a su disposición. Cierto que no estuvo el riojano por resolverlo con más decoro, incluimos en este capítulo, el infame metisaca que acabó con el primero, pero con ese saldo era mucho pedir que se luciera el torero arnedano.
Faltó mucho para presenciar aquella magistral actuación suya con aquel toro de Fuente Ymbro, llamado Hurón. Faltó mucho para que los Histérico y Tamboril de hoy se parecieran en algo a aquél.
La interpretación cabal en el momento oportuno
Faltó poco para que Roca Rey tocara el pelo suficiente para abrir la puerta grande, pero tras una faena en los terrenos de toriles, aprovechando las querencias del manso, dándole fiesta continuada al descastado animal, parecía que le llegaría. El caso es que el peruano tiene valor y sabe vender su mercancía y sabe cuándo hay que intercalar un pase por la espalda para enamorar a sus muchos seguidores. Le echa valor y aplomo y con ello le resulta bastante para que estallen los olés y las ovaciones.
Faltó poco, pero faltaba algo, la espada. Y ahí la suerte no estuvo con Roca y dejó de ser el rey que ya se llevaban en volandas los enardecidos tendidos, mientras otros aficionados se pronunciaban con palmas de tango para parar lo que hubiera sido un premio excesivo. Faltó poco, pero falló la espada y de esa manera empataron los que decían que muy bien y los que decían muy mal. Saludó la única ovación de la tarde. La verdad es que faltó mucho como para que esa faena fuera merecedora de la salida en hombros que ya anhelaban sus ardientes seguidores.
Faltó poco para que fuera la única ovación, pero hemos de anotar que otra recibió Ginés Marín al deshacerse el paseíllo, en recuerdo a su gallardía ante la terrible cornada recibida en este coso el día de San Isidro.
Claro que faltó mucho para que pudiera mostrarse nada más que voluntarioso con otro lote deslucido, descastado, manso, gordo y a punto de echarlos en la calle que nos trajo hoy Ricardo Gallardo.
Faltó poco para que devolvieran el inválido tercero, con el que Marín se justificó matándolo con brevedad, pero es que faltó mucho decoro en el palco para cumplir con la que era su obligación
Por supuesto, faltó mucho para decir que estuvimos viendo una corrida brava y con opciones de verdad para sus matadores. A ellos les faltó poco para recoger sus trastos y marcharse a casa, rotas sus ilusiones por no poder lucir como, sin duda, hubieran querido.
Faltó poco para despedir con pitos a todos los toros en el arrastre y es que me parece que alguno se fue en silencio.
Faltó mucho para pasar una buena tarde, pero faltó muy poco para que se pueda calificar la tarde como un asco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario