
'..Aznar pide plantar cara a Putin (él, que quitó la mili). sostener el orden de la legalidad internacional (él que apoyó Irak), recelar de la deriva actual de Europa (él cuyo partido la lidera con los socialistas), rechazar lo woke (él, reina madre del partido de María Guardiola) y controlar los excesos de la inmigración (él, que regularizó a más de medio millón de no comunitarios)..'
La desfachatez de Aznar
HUGHES
El centro derecha o lo que no siendo izquierda no es Vox, produce constantemente libros e informes, Cada día se presenta uno nuevo.
Esta vez fue Aznar, no como memorialista sino como pensador. El Aznar pensador.
Otra cosa que pasa mucho ahora es que alguien, cualquiera y en cualquier momento, larga al prójimo un folio o varios sobre los peligros y desafíos de la Inteligencia Artificial. Son los Harari de la vida y Aznar (debo avisarles) es uno de ellos. Está muy preocupado por la revolución que supone la posibilidad de que una máquina sea más lista que el propio Aznar («No soy ni pesimista ni optimista, soy lúcido»).
El libro (Orden y libertad) es la producción habitual de liderazgo político mundial que nadie le ha pedido pero que no puede evitar dar. Cuando, cuenta él mismo, en EE.UU sus amigos de los think tanks pensaban que Putin no invadiría Ucrania, él les dijo que sí.
Hay muy pocas personas en el mundo capaces de mirar a los ojos a Vladimiro el Terrible y él es una de ellas.
Aznar vuelve a la defensa de lo demoliberal, lo institucional y lo fenomenal en un mundo amenazado por los populismos de toda condición. Están él y pocos más. Estaba Justin Trudeau, pero se ha ido con Katy Perry.
Aznar pide plantar cara a Putin (él, que quitó la mili). sostener el orden de la legalidad internacional (él que apoyó Irak), recelar de la deriva actual de Europa (él cuyo partido la lidera con los socialistas), rechazar lo woke (él, reina madre del partido de María Guardiola) y controlar los excesos de la inmigración (él, que regularizó a más de medio millón de no comunitarios).
Escribir sobre Aznar se parece ya bastante a hacer chistes de Aznar, pero hay algo bajo la tremenda desfachatez, porque en realidad Aznar está contestando al discurso de Vance. Mucho meterse con Trump, pero todo lo que dice Aznar es acomodarse de forma acelerada al marco occidental que prefijó ese discurso europeo de Vance. Su libro y sus intervenciones van a ir por ahí: darle copete geopolítico y civilizacional al PP de los Bonillas.
Todos los debates y preocupaciones que ha negado su partido ahora los quiere abanderar con su cara de comerse un limón y el sentido patrimonial tan propio de esta derecha de gente que no termina nunca de peinarse del todo.
Por eso, ahora se dirige al «buen liberal conservador». Ya no son liberales a secas. Y los mismos que nos taladraban con el centro-liberal han pasado a ser otra vez liberal-conservadores. A veces pasan de una cosa a otra en el mismo día.
O sea, el PP quiere desandar lo de Rajoy (adiós liberales y conservadores, hola liberal-conservadores) pero sin eliminar las políticas de Rajoy y las inercias posteriores que les tienen en las instituciones y en el Consenso Planeta. Se fueron al centro progresista y ahora amanecen conservadores y con la necesidad de actualizarse a toda prisa porque (en 2025) «ha vuelto la política».
Todo esto lo quiere hacer Aznar, ¡y encima sin bigote!
El diagnóstico internacional del ex-presidente es fraudulento porque su Occidente ya no existe. Hay dos: uno es el de Trump y otro es el de los émulos de Obama, de globalismo a gogó. Lo que queda entre medias son pecios centristas, liberales o conservadores europeos sin sitio, sin proyección y agarrados de forma desesperada a la guerra de Ucrania o sea, a la muerte de ucranianos.
Si en la política internacional Aznar habla ya desde un no-lugar (las derechas que negaron a Trump y ahora corren para coger sitio en el discurso de Vance) en la política nacional el delirio es completo.
Se arroga ser el único partido de la Constitución. Una Constitución, por cierto, que bien criticaba en su día. Retoma el «constitucionalismo» sepulto de Ciudadanos, pero en esa constitución que no se cumple viven muy cómodos los socialistas con quienes el PP se reparte la justicia, el Estado autonómico y la legislación ideológica.
Expulsar a Vox de esta constitución es, en realidad, un piropo, pero su intención es estigmatizarlos como si el pululante «tienen que entenderse» no fuera con él. Aznar llama a Vox «extrema derecha», lo mismo que hace Sánchez. Entre «los que quieren un muro» (PSOE) y «los que quieren otro muro» (Vox) estaría el PP, derribando muros de Berlín desde 1989, aunque fuera fundado años antes por Manuel Fraga. Pero para ellos su fundador es Cánovas. El PSOE empalma con la II República y el PP con la Restauración, juntos en el consenso antifran.
El no pasar por facha, a toda costa, es la des-facha-tez. El PP es el partido de la desfachatez.
Legalistas de Irak, Canovistas posfranquistas, y conservadores woke, son cualquier cosa porque el desahogo es absoluto.
Vox como Podemos, Vox como Bildu, Vox como el PSOE. Aznar, conferenciante asustaviejas, vende ruido de sables, literal, con la ayuda de un ecosistema mediático que es para verlo.
Esta equidistancia aznarita está muy de moda y la vimos en la pancarta que ante la llegada de los violentos le sacaron en Pamplona a Vito Kirkles (siete guardaespaldas y casi tantas televisiones): «Ni unos ni otros, dejadnos estudiar», una genialidad digna de Hermano Lobo.
Y en Torrelodones, donde el PP local, con serios problemas de rima, igualó la «polarización» que provoca presentar un libro con ir a boicotearlo. Ya lo dice Aznar: «La libertad nunca se conquista desde los extremos».
2 de noviembre de 2025
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