La ciudad de Mérida, Venezuela, capital del Estado del mismo nombre, conformado por ciudades, pueblos y aldeas con 462 años de historia de grandes éxitos, dolorosas desgracias y portentosos esfuerzos de recuperación y superación. Los éxitos han sido producto de la acción de una población culta y trabajadora que ha creado sólidas instituciones, que ha sabido aprovechar con criterios de sostenibilidad las abundantes riquezas naturales de selvas, montañas y llanuras, tierras fértiles y agua abundante, una espléndida luminosidad y paisajes de ensueño. Las catástrofes que han golpeado nuestro patrimonio común han sido producidas por los terremotos, las guerras y las políticas de las dictaduras, que han causado muchos daños que los merideños repararon, reconstruyeron sus ciudades y sus pueblos y los embellecieron.
La economía regional se ha basado en el talento y esfuerzo de los merideños, que han desarrollado una agricultura diversificada y eficiente, una próspera pequeña y mediana industria, y una actividad turística basada en su calidad humana y el espléndido paisaje natural y urbano. Han logrado crear una cultura fundada en los valores cristianos, la familia, el conocimiento, el trabajo honrado y el respeto de nuestros ecosistemas.
Hoy, todo lo logrado en siglos de esfuerzos colectivos está gravemente amenazado por la pésima acción política nacional de un régimen que ha cometido errores inexcusables, y que ha producido daños de proporciones gigantescas que sufrimos, como todas las regiones del país, en nuestras circunstancias particulares. Los servicios no garantizan unas mínimas condiciones de existencia digna, una inflación desatada que pulveriza los salarios y una escandalosa corrupción. Todo ello afecta la atención de la salud, de la educación, de la cultura, del deporte, sin lo cual está comprometido el presente y el futuro de la población, en particular de los más jóvenes. La otrora floreciente agricultura se encuentra reducida a mínimos históricos, la pequeña y mediana empresa apenas logra mantenerse, el turismo ha desaparecido, y el comercio sobrevive a lo indispensable para la subsistencia elemental. Muchos son las actividades que han cerrado creando más desempleo y más pobreza. Nos resulta insólito, y nos produce frustración, dolor y preocupación que esta monumental tragedia suceda en nuestro país y en nuestra región, dotados por Dios y la naturaleza de abundantes recursos, entre ellos una población laboriosa y educada, hoy sometida a la más vergonzosa miseria.
Esta acción política nacional ha desnaturalizado o destruido las instituciones, entre ellas el gobierno regional y los Municipios, como las organizaciones de la sociedad civil, sustituidas por aparatos no constitucionales ni de elección popular. La Universidad de Los Andes, nuestra Alma Mater, ha sido reducida a una sobrevivencia lastimosa que amenaza la formación profesional de nuestra juventud. Estos daños se han incrementado por las acciones oficiales para controlar la pandemia del virus COVID-19, algunas utilizadas para someternos a degradantes formas de control y represión, violatorias de la dignidad humana y de los derechos humanos y colectivos. Nos duele que la Fuerza Armada y los organismos de seguridad se hayan convertido en nuestros agresores. ¡Rescaten su institucionalidad porque queremos recuperar nuestro orgullo por ustedes!
Como la causa de semejante desastre es política, política tiene que ser la solución que debe asumirse con suma urgencia. Nuestros obispos dicen “Venezuela reclama a gritos un cambio de actitud en toda la dirigencia política”. Los merideños demandamos de los políticos que logren un acuerdo local y nacional que permita encontrar el camino más inmediato para volver a los valores que proclama nuestra Constitución, el cumplimento de los fines en ella establecidos de asegurar el bienestar y la prosperidad sobre la base de una buena educación y del trabajo honrado y productivo; restituir la institucionalidad democrática de separación y autonomía de los poderes y su distribución territorial, con autoridades elegidas libremente por el pueblo, y la plena vigencia de los derechos humanos y sus garantías.
Los merideños estamos dispuestos a trabajar con mayor empeño por la recuperación de nuestro Estado; de sus ciudades, pueblos y aldeas, de su economía, de sus servicios y de sus instituciones y contribuir a recuperar el país. No queremos ser parásitos del gobierno sino trabajadores libres que nos ganemos el sustento con nuestro propio esfuerzo. Para ello es indispensable la acción política nacional que no nos impida hacer bien nuestro trabajo, y que encuentren la forma de ponerse de acuerdo, porque cada día que pasa se agrava la ya insostenible y desesperante situación.
Aceptamos la exhortación de nuestros pastores a elevar nuestras oraciones a Dios, para que nos conceda lograr una solución pacífica a nuestros cada vez más graves problemas que nos oprimen: “Nuestro próximo Beato, el Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, ejemplo de santidad y civismo, nos señale la ruta para hacerla presente en el hoy de Venezuela. Rogamos a Dios todopoderoso misericordia”, que ilumine a los dirigentes del país y se dispongan de inmediato a devolvernos las condiciones necesarias para reconstruir y mejorar nuestros lugares, para que retornen los que se han ido y entre todos podamos asegurar las condiciones para para vivir con dignidad. Los venezolanos tenemos la capacidad para reconstruir nuestro amado país. ¡Déjennos hacerlo!
En Mérida-Venezuela / Diciembre 2020
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