Él quería ser veterinario de animales exóticos, pero como no era posible en su Valencia natal, decidía estudiar medicina. Destacaba enseguida. Más tarde eligió la especialidad de cirujano plástico sin saber muy bien adónde le llevaría.
Una interesante anécdota es que su casa era la santa sanctórum de estudios. Su padre, agricultor y sin estudios hasta los 18 años, ponía los estándares. Empezaba 1º de primaria a los 18 y terminaba la carrera de Derecho a los 24 años. Eso es estudiar.
En su inicio profesional a Cavadas le podían las tonterías del quinceañero. Coches de alta gama, extravagancia y un aspecto más bien de un actor de Hollywood que el de un médico. En 2001 él chocó con un muro de realidad. Uno de sus hermanos murió en un accidente de tráfico. Un par de años más tarde en un viaje a Kenia, otro despertar. Se daba cuenta lo que nosotros tenemos y muchos otros no. Atención médica en esos países es prácticamente inexistente. Estas dos cosas le provocaron un cambio de 180 grados en su vida.
A partir de allí, según Cavadas, no le interesa la medicina de la banalidad, haciendo referencia a la cirugía estética, sino que le interesa la gente con problemas reales y que para conseguir soluciones él se tiene que exprimir a fondo. Afirma que siempre que te mueva cualquier cosa que no es mejorar la calidad de vida de un paciente, el desastre está servido.
Dr. Cavadas no buscaba a propósito a los casos más difíciles, sino que, como dice él mismo, la gente acude a él como el último recurso, cuando ya no hay otra puerta que tocar y no puedes mandar a esa persona a otro sitio, porque no hay otro sitio. A un paciente que le falta media cara por un accidente, ¿Qué le dices? ¿A tomar vientos?
Cavadas se dedica a la microcirugía constructiva desde hace 30 años y con su equipo de cirujanos lleva a cabo aproximadamente 1.800 operaciones anuales. Trata casos médico-quirúrgicos muy complejos, pero también abarca cuestiones ético-morales importantes. Utiliza los medios más novedosos para dar soluciones a pacientes en principio considerados como inoperables. Muchas veces no puede acudir a estudios anteriores porque no existen. Tiene que ejercer de pionero y estudiar los casos largo y tendido.
Cada año va a África Oriental a operar voluntariamente, pagando todo de su propio bolsillo. Cuando opera en Tanzania no tiene los medios que tiene en España. Igual tiene una cuadra de animales improvisada a un hospital. Necesita, como mínimo, un anestesista, otro cirujano y una enfermera para operar. Suelen operar entre ¡50 y 100 pacientes diarios!
Dr. Cavadas y su equipo tratan pacientes de todo tipo, con cáncer, con cortes de machete, rociados con ácido, mutilados. Estos pacientes no entienden por qué razón alguien opera sin coste y sin ninguna agenda religiosa, pero tampoco tienen que entenderlo.
Pongamos dos ejemplos concretos de su trabajo. En agosto 2009 realizó el primer trasplante de cara, mandíbula y lengua de un hombre de 43 años, quien había sufrido un cáncer agresivo. La radioterapia le había destrozado el rostro. La intervención duró 15 horas e intervenían más de 30 personas. El paciente murió 4 años más tarde por causas ajenas a la operación.
Otro ejemplo del diciembre 2016. Un paciente keniano con un tumor gigantesco en el cráneo. Un tumor que crecía incontroladamente. Cuatro intervenciones. En honor de Dr. Cavadas, el paciente puso a su hija el nombre de Carmen, por la madre recién fallecido del cirujano.
Dr. Pedro Cavadas está en la vanguardia y en la elite mundial absoluta de su especialidad. Además, no todos quienes destaquen y cuelguen las medallas tienen que venir fuera del país.
Cavadas dice que un cirujano tiene que ser un buen médico y hablar mucho con el paciente e implicarse mucho. También hay que tener en cuenta que las operaciones no siempre son exitosas y que tengan un final feliz.
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