Foto: Álvaro Pastor
"..Urtasun no abandona la idea de librarnos de esa “falsa cultura” que es la tauromaquia. Un oscuro peligro que sigue cerniendo sobre este país. Ha vuelto a encontrar el momento para intentar nuevos logros. Un empeño en ganar gente dispuesta a ser lo que él diga que deben de ser.."
¡Qué manía!
Manuel Viera
Burladero/21 de febrero de 2024
El toreo es un espectro de la cultura de España para un sujeto que sabe dónde y cómo debe actuar para directamente ir a derribarlo. No lo duden. Y tanto de lo mismo exaspera y cabrea. El populismo animalista sigue y adquiere protagonismo con la aportación más reciente del de nuevo ministro de Cultura en el Senado. Urtasun no abandona la idea de librarnos de esa “falsa cultura” que es la tauromaquia. Un oscuro peligro que sigue cerniendo sobre este país. Ha vuelto a encontrar el momento para intentar nuevos logros. Un empeño en ganar gente dispuesta a ser lo que él diga que deben de ser.
No es de extrañar, en este sentido, que Ernest Urtasun le urja, más que nada, la modificación de las actitudes sociales y los convencimientos ideológicos. Algo que persigue con el fin de derribar las estructuras de la Fiesta. De ahí que siga confundiendo y tratando de atraer a algún ingenuo que se deje embaucar por la más populistas de las demagogias. Causa evidente de cuáles son sus prioridades reales.
De este modo, el que fuera diputado en el Parlamento Europeo, donde dejó clara su condición de antitaurino sin despreciar participar en cualquier movimiento en contra de los toros, defendió hace unos días en el Senado que en España “hay mayoría de ciudadanos con cada vez más sensibilidad por los derechos de los animales y que no comparten el maltrato animal“. Ni yo. Pero nada tiene que ver tan demagógica afirmación con la tauromaquia, a la que no dudó en aseverar que es “una actividad injusta, sádica y despreciable, que no merece ser legal en el ordenamiento jurídico”.
Arrogante aseveración que desde su perspectiva más extremista ha encontrado en el maltrato animal su principal motivo. Justificación que produce hastío por la continua comparación con la exacta realidad del arte de torear. A la cuestión de si por lo menos llegó alguna vez a curiosear algo sobre las corridas de toros, un lacónico “no” quedaría como gélida respuesta en el habitual tono profético teñido de falsedades. Tal vez, porque no concibe el hecho de que sea posible conocerla, y menos hacer descubrimientos objetivos sobre esta cultura de España que quiere, a toda leche, excluir de las demás. Qué manía.
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