"..Analizo al personaje y se me eriza el vello de mi piel. No es nada habitual, con toda la grandeza que emana en todos los toreros, que un hombre como Rubén Sanz, con lo poco que ha toreado, con la de puñaladas traperas que ha recibido en los despachos, siga tan ilusionado como el día que se doctoró en su ciudad natal, Soria, con El Juli y Miguel Ángel Perera, el cartel soñado que no le sirvió para nada.."
Rubén Sanz, el «abuelo» de la Copa Chenel
Pla Ventura
Toros de Lidia/29 febrero, 2024
Es alentador comprobar que un torero con categoría y vitola de artista, la que ostenta Rubén Sanz, como si de un milagro se tratare, el diestro soriano ha entrado a formar parte del elenco que componen los diestros participantes en la Copa Chenel, todo un lujo para semejante evento y, gloria bendita para el veterano diestro que, ni las injusticias ni el trato absurdo que ha recibido por parte del taurinismo han logrado mitigar sus bellos sueños.
Analizo al personaje y se me eriza el vello de mi piel. No es nada habitual, con toda la grandeza que emana en todos los toreros, que un hombre como Rubén Sanz, con lo poco que ha toreado, con la de puñaladas traperas que ha recibido en los despachos, siga tan ilusionado como el día que se doctoró en su ciudad natal, Soria, con El Juli y Miguel Ángel Perera, el cartel soñado que no le sirvió para nada.
Rubén Sanz lleva más de veinte años de carrera y, como matador de toros, se han cumplido tres lustros desde aquel acontecimiento antes relatado. No recuerdo si toreó al año siguiente de su alternativa, pero sí sé, como todo el mundo, que hasta que volvió a Soria en el año 2022, había estado ocho años en el dique seco, siempre a la espera de la llamada que nunca llegaba. Posiblemente, el triunfo grande que dicho año lograra en El Burgo de Osma, orejas y rabo y borrachera de torería, posiblemente aquello fue el detonante para que contaran con él en la feria de San Juan.
El pasado año volvió a triunfar ante los suyos y creo que sumó un par de festejos más, pero, el ostracismo ha sido siempre el maldito acompañante de este admirable diestro que, si por algo se le conoce es por su calidad como artista. Quiero pensar que, los ecos de aquellos festejos de los que hablo han sido la tarjeta de presentación para que Rubén Sanz sea incluido, como antes he comentado, en la Copa Chenel. A tenor de todos los chavales que forman parte de los carteles, el soriano, como digo, es el “abuelo” de tan singular evento, pero, cuidado, le puede embestir un toro y formar la mundial. Lo digo porque le he visto alguno de sus triunfos y quedé anonadado porque es muy difícil sospechar que, un diestro que torea de uvas a peras, de repente, nos dé una lección de torería al más alto nivel.
¿Quién es Rubén Sanz? Está clarísimo, un loco que, en su cordura sigue soñando cada noche que, un día, al despertar puede ver hecho su sueño en realidad que, ciertamente, así ha sucedido porque si muchas veces soñaba con el éxito y la faena bella, todo ello ha brotado de sus manos y sentidos. Amén de su arte, Rubén Sanz es dueño de una disciplina ejemplar puesto que, tantos años desde que empezara su singladura taurina no ha dejado de entrenar ni un solo día, algo grandioso que dice todo de este hombre tan singular como enigmático. Aunque el mundo le ha alejado del estereotipo en el cual todos estamos sumidos, el espada soriano no tiene nada que ver con el calco de primer ser humano que pase por la calle.
¿En qué se diferencia Rubén Sanz con el resto de la sociedad? Muy sencillo. Aplica, como diría David Silveti aquella máxima en la que, para él, torear es una imperiosa necesidad del alma mientras que, vivir, apenas es una circunstancia. ¿Tiene cabida en este mundo un tipo tan genial como extraño? Es difícil que le encontremos acomodo, al tiempo que él, mientras Dios le dé un soplito de vida y le acompañe la salud, vive y vivirá por y para el toreo. Mucho mérito el suyo para seguir corriendo la legua en soledad, sin que nadie le acompañe ni le apodere; sólo, aferrado a sus convicciones sigue caminando por el sendero de la incertidumbre, pero, nada le importa, sencillamente porque su fe es tan grande como su arte.
Como decía, en calidad de aficionado me gustaría que le embistiera un toro en la Copa Chenel, estaríamos hablando de una sorpresa mayúscula, más de uno se rasgaría las vestiduras cuando, desde el primer día que decidió ser torero, lo hizo convencido de su valía puesto que, como él tantas veces ha confesado, podría engañar a muchos, pero nunca a su propio ser, de ahí las convicciones que le atenazan para seguir en la dura lucha del toreo, pero, a su vez, con la esperanza de que, ¿quién sabe? Igual llega ahora el momento y, tres minutos más tarde, si logra el triunfo le saldrán padrinos por doquier. Alabado sea Dios y que, así sea. Como fuere, el máximo respeto para este hombre admirable que, sin tener nada, solo atisbos de artista y arrebatos de locura sigue creyendo en su propio arte. ¿Cabe dicha más grande?
Impresionante y brutal. Me ha encantado
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