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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 11 de noviembre de 2010

EL CRUCIGRAMA DE FORTUNY / Por Joaquín Albaicín

 Rafael Albaicín / Óleo de Ignacio Zuloaga


 EL CRUCIGRAMA DE FORTUNY

por:
JOAQUÍN ALBAICÍN
Altar Mayor nº 138, Nov. 2010

  Me aficioné a la lectura de La Vanguardia por los artículos de Robert Fisk, el magnífico corresponsal de guerra de The Independent, pero sobre todo, ya que, cuando no hay guerra a la vista, La Vanguardia no reproduce los artículos de Fisk, por los crucigramas de Fortuny. Si no recuerdo mal, en el primero que traté de resolver no logré llenar más arriba de cuatro o cinco casillas, y aquello picó mi amor propio. Y es que lo que había salido para mí de chiqueros no era el crucigrama al uso, porque Fortuny no se limita a grabar a fuego en la memoria inconsciente de los pueblos certezas de tan dudosa utilidad como el conocimiento de que el yunque del platero se llama “tas” o por tierras suizas fluye un río llamado “Aar”. Por supuesto que, como todos los elaboradores de crucigramas, refresca a menudo nuestra memoria mitológica elevando altares cuadrados a Ra, Isis, Baal, Eros, Ío y Astarté. Pero, por encima de todo, lejos de halagar en un solo recuadro el ya sobradamente inflado e hidrópico ego de las masas, cultiva la fineza discernidora, hasta el punto de que muchas de sus propuestas ostentan por derecho propio el rango de verdaderas greguerías. Por ejemplo: “Vive gracias a las telas, pero siempre va desnuda”. ¿Respuesta? La araña, claro. Otra: “Están llenas de gente distraída”. Las nubes, por supuesto (en ellas estará usted si no da con la respuesta). Una más: “Establecimiento donde se aprecian los ratos de evasión”. Respuesta: la penitenciaría. Otras, se encaraman al podio de la lección de filosofía. Por ejemplo: “Lo más digerible de un panfleto”. La respuesta es “pan”, pues con el “fleto”, sea lo que sea, ¿qué hacemos?

  De igual modo en que, con toda justicia, ha sido alabado el talento literario de Mingote, no menos merecimientos atesora para ello la pluma de Fortuny, cuyo nombre de pila desconozco y que me pregunto si estará emparentado con el artista plástico del mismo apellido, pintor de las cargas de caballería cabileñas de aquella guerra olvidada, la de Marruecos. Sus verticales y horizontales sorprenden a veces con la luminosidad verdosa de los naturales de Cayetano o esa insospechada ligazón de las dos verónicas y media de Aparicio.

  Invitándonos a llenar espacios en blanco sobre la hoja del periódico, los autores de crucigramas cumplen cada día con la importantísima función de llenar -con ese sosiego que destila la disciplina voluntariamente asumida- un pasaje de tiempo de nuestra vida cotidiana, a menudo atribulada por urgencias y apremios ajenos y banales, sí, pero que a nosotros no nos lo parecen tanto, y nos echan ese tan necesario capote de tranquilidad y evasión sin, pese a lo terapéutico de su labor, suscitar interés por la personalidad oculta tras el enigma en blanco y negro. ¿Vivirá Fortuny, este Ramón Gómez de la Serna de nuestro tiempo, con una muñeca de cera? ¿Pronunciará conferencias en carpas de circo, a lomos de un elefante? Lo ignoramos. Los hermetistas del crucigrama son auténticos benefactores que nos acompañan en el café, el metro o el avión, pero sin molestarnos en lo más mínimo, sin exhibicionismo, sin autopublicidad, sin implicarnos en sus vidas. Son héroes anónimos de nuestro tiempo. En la época en que todavía no manejaba con la necesaria soltura los engaños y padecía recurrentemente esa tontería que se llama desencantos sentimentales, nada me venía mejor para olvidar las penas que enfrentarme de una tacada a cinco o seis crucigramas de Fortuny. Cinco o seis copas tampoco vienen mal en esos casos, cierto, pero no lo es menos que también salen más caras y, por lo general, dado lo mucho que ha perdido el ambiente nocturno, resultan menos enriquecedoras. Un brindis, pues, por Fortuny.

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