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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 7 de diciembre de 2013

AL FÍN... Y ENCABO / Por Pla Ventura



Luís Miguel Encabo siempre ha hecho un papel dignísimo entre la torería, siendo su fuerte, las corridas duras, mérito todavía mayor del que puede hacer gala.

AL FÍN... Y ENCABO

Al fin y Encabo, nadie nos podemos explicar cómo ha sido posible que, justamente, Luís Miguel Encabo un torero cabal, honrado, valiente, entregado, consecuente, batallador y curtido en mil batallas por los toros que ha lidiado, nadie podemos comprender cómo ha pasado todo el año en blanco; ni para un triste festival le han llamado. Son las cosas inexplicables del mundo de los toros que nadie nos las podrá justificar.

Hay que romper una lanza por el torero madrileño que tan bellas páginas ha escrito entre la torería andante y que, como digo, lo han dejado tirado cual juguete roto. Así de cruel puede ser, que de hecho lo es, el mundo de los toros. De tal modo, dejándole sentado en su casa, cualquier aficionado puede pensar que, Encabo se ha retirado del ejercicio de su profesión, algo totalmente incierto.

Algo muy distinto sería que, Encabo, ahogado por los fracasos hubiera tenido que abandonar su profesión de torero; pero nada más lejos de la realidad puesto que, como sabemos todos los aficionados, Luís Miguel Encabo siempre ha hecho un papel dignísimo entre la torería, siendo su fuerte, las corridas duras, mérito todavía mayor del que puede hacer gala.

Son, como digo, esas cosas inexplicables que suceden en el mundo de los toros; hechos tan dramáticos que solo ocurren en el mundo taurino. A nadie que sea capaz de desarrollar su profesión con dignidad, esmero, profesionalidad, entereza y, con éxito, a nadie le echan a la calle. Pero en este mundillo en el que nos movemos, desdichadamente, hasta lo imposible e inimaginable, se torna posible para desdicha de muchos de los toreros. Luís Miguel Encabo es un ejemplo de lo que digo. Triste, pero cierto.

Pese a todo, como sabemos, Luís Miguel Encabo no desfallece y esta es su grandeza. Como siempre dije, el corazón de los toreros nada tiene que ver con el resto de los humanos. ¿Qué corazón de un ser humano digamos normal, aguantaría semejantes envites? Sin duda, hay que ser torero para soportar las más duras cornadas, en este caso, las que propician los hombres del toro, a no dudar, mucho más graves que las de los mismos toros. Cuando un toro hiere a un torero, los doctores le curan pero, cuando a un torero le hiere la vida, la sociedad, los empresarios, ¿quién puede curarle?

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