"...Paco Peña, es torero y cantaor por igual, que siente estos dos veneros de la sangre que va a parar in misericorde a la mar infinita del alma con todos sus vaivenes y lunarios. Sabe torear y canta porque sabe cantar y torea..."
- En estado de gracia, nuevo disco del artista ecijano
PACO PEÑA, ENTRE DOS MISTERIOS
Tanto el toreo como el cante flamenco se retratan con los mismos vientos y con un forillo ancestral y misterioso. Así que el aire de una soleá remueve, por dentro, lo mismo que un lance cuando el torero se olvida de su cuerpo. De modo que el temple junto con el sentimiento desemboca siempre en el ARTE. En las raíces interiores, donde creía Manuel Torre que estaba el tronco negro del faraón. En suma, cuando el pueblo canta, llora y cuando llora, canta.
Paco Peña, es torero y cantaor por igual, que siente estos dos veneros de la sangre que va a parar in misericorde a la mar infinita del alma con todos sus vaivenes y lunarios. Sabe torear y canta porque sabe cantar y torea.
En estado de gracia se le ha echado el agua al flamante disco, recién horneado, que ha abierto a la luz el cantaor-torero de Écija. Donde deja correr su numen de pura gitanería; dejándose arrastrar, según cunda el soplo interior o el mapa vivido. En esta grabación, ya tangible, hay mucha alegría y compás ingénito, con rumbo de los nuevos tiempos, como creando una ortodoxia dentro de una heterodoxia o al revés. Lo clásico no está a la orilla de enfrente de la modernidad. Sin perder de vista nunca la esencia, la raíz o las veredas puras. Y todo en una fusión de fuerza, ritmo y emoción. Lo importante está en lo bien arremataíto, en el ingenio de Rafael el Gallo. “Un extracto de fuego y veneno, eso es el flamenco”, frase certera de Antonio Gades que se puede aplicar también al toreo.
Paco Peña tiene eco, rajo, temperamento, personalidad y soniquete gitano. Cabal en su enormidad cantaora. El toreo-cante para él se adivina en una ética y una estética. Una forma de vivir en dos quejíos tan iguales y tan distintos. El vuelo sin solución de continuidad entre dos misterios. Porque este gitano de la tierra de la calor –o el calor– sabe armonizar los contrarios. Desde los primeros días supo que la luz, sin la sombra se queda manca. Que los ruedos se marcan con el sol y la sombra y que en los tablaos también se dibujan una sucesión de claroscuros.
En estado de gracia, ya lo expresa claro, se trata de una obra deliciosa con mucha frescura. Plena de sabor y saber. Todo un muestrario o álbum interior de recuerdos, ilusiones y lágrimas conjuntas de sentimientos contrastados y emociones. Donde el cante se transforma en cántico espiritual con mucha veta alegre y brava. Está por encima de modas y modos. Lo mismo que Paco Peña fue a la plaza a volar su misterio, va a la lumbre atávica del escenario. En los sarpullidos interiores y la enjundia está el busilis. El duende –según González Climent– es un estado especial de la gracia. De ahí tan apropiado nombre para este puñado de cantes plenos de sensibilidad y buen hacer.
Las cualidades del gran artista son: sabiduría, atención, sinceridad y voluntad. Según la máxima de Lagartijo el Grande expresa que en el arte -y todo en la vida- están los que saben lo que hacen y los que hacen lo que saben. Paco Peña se registra en el primer grupo. Tanto el cante como el toreo lo agranda o lo achica su interprete. Según el acento personal. No hay más vueltas. Por eso, Paco Peña se ha volcado en esta nueva obra con el superobjetivo de agradar o de gustarse asimismo y por ende, a los demás. Una obra gestada con mucho brillo en los ojos: Vive el torerocantaor un momento feliz. Junto con su amada Silvia acaban de traer al mundo-universo a un niño, lleno de gracia, que ya bebe los vientos antiguos y misteriosos del arte (Cuenta el padre que cuando se pone llorón, en oyendo el cante se calla).
Un nuevo disco imprescindible para los buenos catadores del vino cantaor y torero. Que va desde la bulería, –con compás propio– prototipo del cante gitano, pasando por las bulerías por soleá una simbiosis métrica; la seguiriya al golpe “la más alta cumbre del cante”, en boca de Manuel Ríos Ruiz, completado el cuerpo de la obra por fandangos con su latir y geografía precisa; los tangos de origen también gitano, tronco de los tientos tan festero como bailable. Para rematar con un ramillete aflamencado de sevillanas, cuplé, rumbas y hasta un villancico delicioso con mucho sabor y ternura. Una obra que figura, por derecho propio, en la discografía selecta y áurea del cante. Un torrente de voz, alma y hechura gitana. El toreo y el cante se ponen su mejor terno con este logro excelente. Este estado de gracia de un artista de Écija que viaja desde la musa al duende, pasando por el ángel, en vuelo libre. Porque el arrebato creador lo mismo viene de la atmósfera, de los aires vividos, que del quejido interior de la tierra.
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