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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 27 de junio de 2016

El PP gana con claridad las elecciones generales en España ¿gobernará Rajoy?


Mariano Rajoy celebra desde la sede del PP el triunfo en las elecciones generales. ––Javier Lizón / EFE]


"...Y sin embargo, sin embargo,… Se dan las condiciones para que el destino empiece a jugar con los elegidos.

Rajoy ha ganado con claridad, pero puede que no llegue a renovar como presidente, si PSOE y Ciudadanos se mantienen en que no apoyarán a un presidente que asocian con la corrupción y las políticas anti-sociales..."

  • Podemos es un tigre de papel, un fantasma convenientemente cebado para llegar hasta esta noche triunfal de Mariano Rajoy.


Salutación del optimista 

El PP ganó con claridad las elecciones en España, aunque ese triunfo es casi una anécdota, comparado con todo lo que vence Mariano Rajoy este 26 de junio: las elecciones, las encuestas, el sorpaso, la crisis del bipartidismo –que se recupera: 56% de los votos–, los “zodiacos funestos” de los que habló Rubén Darío, los idus de junio contra su liderazgo, incluso su marca personal en marcha deportiva y, a falta de confirmación oficial, el ascenso al Turmalet de este año. En este vídeo [1:27 minutos] tienes una lectura de los resultados por Alfonso Basallo, director de Actuall.

Con 7,8 millones de votos –600.000 más que en la primera vuelta de diciembre pasado–, un peso del 33% en el electorado –28,7% en diciembre– y 137 escaños –123 en las anteriores elecciones–, el PP ha ganado en todas las Comunidades, salvo en Cataluña y País Vasco, donde la primera fuerza ha sido Unidos Podemos, y en Navarra, con un empate entre PP y Unidos Podemos. 

El resultado revierte además la tendencia descendente del PP desde las elecciones generales de 2011, cuando alcanzó los 10,8 millones de votos, el 44% del total, y 186 escaños. Puede decirse que ha conseguido tapar la fuga y recuperar 600.000 votos, de los 3,6 millones que perdió en las elecciones de diciembre de 2015.

La recuperación del PP es a costa de Ciudadanos, que pierde 400.000 votos. Los populares se permiten pescar otros 100.000 en el caladero del PSOE. Los electores han emitido un mandato de seguridad tras los eficaces avisos de la campaña de Rajoy sobre un gobierno frentista de las izquierdas y, probablemente también, después del panorama de incertidumbre en Europa por el Brexit del Reino Unido. 

El resultado sugiere un perfil conservador de la sociedad española, no en las cuestiones de valores –donde no se diferencia de las tendencias que se dan en Occidente–, sino en el mantenimiento del status quo, la tendencia a opciones de moderación y la aversión a los riesgos del cambio. 

Lo refuerza, es cierto, una ley electoral bajo la cual, no todos los votos valen lo mismo, y algunos no valen nada: los del Partido Animalista, por ejemplo, que ha igualado en votos al PNV, pero los nacionalistas vascos obtienen cinco escaños, y el partido emergente, ninguno. En su discurso tras el escrutinio, Albert Rivera se marcó como prioridad cambiar la ley electoral si los 32 escaños de Ciudadanos –40, en diciembre de 2015– sostienen al nuevo Gobierno.

El otro gran triunfo de Mariano Rajoy es el paisaje que aparece a su izquierda tras las elecciones, con un PSOE que sigue perdiendo votos –algo más de 100.000– y escaños –de 90 a 85–, pero que resiste como la referencia del bipartidismo en España. El fracaso de la coalición de Izquierda Unida y Podemos –71 escaños, los mismos que obtuvieron por separado en 2015– es la otra noticia de la noche. Hubo zarpazo, sí, pero a los sondeos de opinión. 

No hay riesgo inminente de un Frente Popular o de izquierdas en España, y eso añade tranquilidad a la mayoría parlamentaria de la que dispone Mariano Rajoy para negociar su investidura como presidente. La suma de PP y Ciudadanos, 169 escaños, pueden sostener un Gobierno de coalición, si el PSOE se abstiene en la sesión de investidura. Está claro que los electores no quieren unas terceras elecciones generales y ha ordenado que el próximo gobierno gire alrededor del PP y de Mariano Rajoy.

Y sin embargo, sin embargo,… Se dan las condiciones para que el destino empiece a jugar con los elegidos.

Rajoy ha ganado con claridad, pero puede que no llegue a renovar como presidente, si PSOE y Ciudadanos se mantienen en que no apoyarán a un presidente que asocian con la corrupción y las políticas anti-sociales.

El PSOE pierde y gana a la vez; se hunde pero flota, se arruina pero lidera la izquierda. Comparado con el fracaso de Unidos Podemos, la subsuelo histórico que ha vuelto a romper el PSOE parece una terraza con vistas. Su abstención es indispensable para hacer presidente a Rajoy. Pedro Sánchez ha dejado el PSOE hecho unos zorros, pero Susana Díaz, su gran adversaria en el interior, lo ha dejado peor en Andalucía, donde los socialistas han perdido las elecciones frente al PP. 

Si Rajoy puede perder la Presidencia del Gobierno y el liderazgo del PP, incluso ganando las elecciones con claridad; Sánchez puede consolidarse en medio de la catástrofe del PSOE.

Podemos es un tigre de papel, un fantasma convenientemente cebado para llegar hasta esta noche triunfal de Mariano Rajoy. La frustración y la rabia que inundaron anoche Twitter, la red digital donde reinan sus huestes de fanáticos, se dirigieron contra dos segmentos de la población, los jubilados y los núcleos rurales, a los que culparon de la clara victoria del PP. 

“Nos jodemos por culpa de los viejos que cobran pensiones exageradas, les sobra el dinero y votan lo de siempre” –protestó una fan de Unidos Podemos, un mensaje que resume esta línea de despecho que ha conseguido asentarse entre el electorado joven y urbano de la izquierda. 

Empieza a ser una tendencia inquietante, esta de señalar a los mayores. Tras el referéndum del Reino Unido sobre la Unión Europea, el reproche a los jubilados y los votantes de las zonas rurales se ha instalado en el discurso de algunos líderes políticos y medios de comunicación. Después del Brexit, Felipe González –un joven de 74 años– dijo que los votantes ancianos habían robado el futuro a los jóvenes, al decidir por ellos. Al sugerir que los mayores y los campesinos son un incordio para la democracia, se está sugiriendo en el fondo que lo mejor sería excluirlos de ella, y dejar las decisiones en manos de los jóvenes y los habitantes de las ciudades. Los “soplos agrarios” del poema de Rubén ya no traen “primaverales retornos” de las revoluciones de la izquierda, sino lentitud, artritis y ofuscación que retrasan el asalto al poder de los jóvenes indignados e impacientes de las ciudades.

Creo que leí, atribuida a G. K. Chesterton –no sé si correctamente– la idea de que una democracia es la forma de gobierno más justa que existe, porque en ella los muertos pueden participar en las decisiones de los vivos. Quiere decir, si no me equivoco, que las enseñanzas del pasado se incorporan al debate sobre el bien común, a través de la memoria que los mayores guardan de la experiencia de nuestros antepasados. Sugerir que los mayores y los habitantes de los núcleos rurales son un estorbo para el progreso y debería suprimírseles los derechos políticos, indica hasta dónde llega la crisis de valores del discurso cívico de circulación común. Que muchos jóvenes no sean capaces de detectar la semilla de totalitarismo instalada en esa visión excluyente, y abracen sin rubor el enfrentamiento entre generaciones, es quizá una de las lecciones más preocupantes que dejan, tanto el referéndum del Reino Unido como las elecciones generales en España.

Los resultados del 26-J representan la imagen de una España que tiende a la moderación, la seguridad y el pragmatismo. Se diría que las culture wars –batallas por los valores, en cuestiones como el aborto, la familia y la libertad religiosa– no han desempeñado un papel relevante. No obstante, el caso de la Comunidad Valenciana merece una observación singular. En esta región, el PSPV ha perdido dos diputados, y el PP ha recuperado uno. Las manifestaciones multitudinarias a favor de la educación concertada y de la libertad religiosa –frente al acoso institucional al cardenal Cañizares y el cartel anti-cristiano de las fiestas del orgullo gay–, pueden haber influido en este resultado. Este caso muestra que los electores, cuando votan movidos por valores liberal-conservadores, eligen el PP y descartan la opción de una alternativa a su derecha como Vox, que obtuvo 46.000 votos, once mil menos que en diciembre de 2015.

Una última lección de los resultados de este domingo es, quizá, el fracaso del periodismo muñidor, una tradición muy española de colusión entre periodistas y conspiradores políticos. Lo que se extingue en España no es el liderazgo de Rajoy, desde luego, pero puede que sí la autoridad de cierto periodismo que renuncia a describir y contextualizar, pero no a componer y mandar desde los despachos de las Redacciones. Los electores no parece que hayan hecho mucho caso de sus prescripciones. En este sentido, el resultado es también una oportunidad de que el periodismo en España alcance a sus mejores pares europeos y disipe, de una vez, el incienso de púlpito que lo rodea desde la Transición. 

(Con información de El País, Financial Times y Actuall, en inglés y en español)



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