la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 18 de junio de 2016

Quito: Neptalí Casa “El Tortuga” le dice adiós al toreo / por Santiago Aguilar


El popular banderillero se retira tras 54 años de actividad profesional.

"...Con la suma de más de mil corridas, dieciocho cicatrices en el cuerpo y un hijo –Gabriel- también torero, el entrañable “Tortuga” se corta la coleta deletreando el adiós a una profesión a la que respetó y honró..."


Neptalí Casa “El Tortuga” le dice adiós al toreo.

Quito, Junio/2016.-
La butaca de madera del viejo cine Avenida ubicado en el corazón de la 24 de Mayo en el centro de Quito soportaba los extraños movimientos de un niño que imitaba los alardes y desplantes de “El Cordobés” mostrados en las escenas de “Aprendiendo a morir” la inolvidable película que sumó a la fama del revolucionario Manuel Benítez. El pequeño espectador, imagen a imagen, se identificó con el torero al punto que al abandonar la sala, ya había tomado la decisión de seguir sus pasos. 

Los sueños le acompañaron un par de calles en las que ya se vio vestido de luces frente a miles de personas que vitoreaban sus hazañas en el redondel; el mágico momento fue interrumpido por el grito de Georgina, la impaciente secretaria de la editora El Mundo, que con un: “¡Se demora más que una tortuga!” reconvino al mensajero por tardar más de tres horas en recoger unas cuantas resmas de papel. El reclamo fue un bautizo y un presagio pues, aquel día el pequeño Neptalí dejó atrás su nombre de pila y empezó a mirar a la vida con otros ojos, hacia otro horizonte.

Las idas y venidas con recados y encomiendas fueron reemplazadas por la interminable repetición de las suertes del toreo y el incansable hojear de revistas taurinas de las que, especial atención ofrecía a las fotografías que eternizaban el emocionante momento en el que los diestros más famosos prendían banderillas en lo alto del morrillo de enormes toros negros.

Poco tiempo después “El Tortuga” con apenas nueve años de edad conoció en Guaranda a un resabiado novillo al que robó cuatro muletazos que hicieron que los espectadores estallen de entusiasmo por el valor demostrado por el precoz y diminuto lidiador. Esa primera mezcla de miedo y adrenalina galvanizó su vida; de allí en adelante su calendario fue marcado por las fechas de capeas y festejos populares en los que aprendió a torear a cambio de volteretas y revolcones que al final de la jornada se saldaban con el conteo de moretones, magulladuras y, en ocasiones, con algunas monedas en el bolsillo.

Fueron los años de tenaz lucha en los polvorientos ruedos del inframundo taurino los que le curtieron como hombre y como torero; él como pocos, batalló en decenas de tardes como maletilla, personaje cómico, aspirante a novillero y, finalmente, banderillero; aquel primer par de palitroques colocado hace más de medio siglo en la plaza de Santo Domingo se le clavó en el alma, despejó toda duda y le marcó el camino.

Con la decisión como norte se convirtió en profesional al presentarse vestido de seda y plata en Tulcán y Baños, sus escasos 157 centímetros de estatura fueron compensados por su fortaleza física y sobre todo, por su valor; el caso es que el volumen del toro jamás supuso una dificultad para el pequeño e inmenso rehiletero que desde entonces paseó su gallardía por arenas de aquí, allá y más allá.

Su baja y recia figura añadida a su peculiar carrera para reunirse con los astados y la certeza al colocar los palos le granjearon el favor popular y el de los matadores que disputaban su presencia en las cuadrillas, entendían que no era poco tener en sus filas a “El Tortuga” que con destreza y arrojo ofrecía espectáculo y encendía el graderío.

El banderillero construyó su gloria en el redondel capitalino, vivió con intensidad el tiempo de crecimiento y prestigio de la Feria de Quito, no en vano se presentó en 42 ediciones del importante ciclo de festejos a órdenes de las máximas figuras que no ocultaban su asombro por la talla del subalterno y el encendido color de sus trajes.

En un rincón de su casa atesora los quince trofeos que recibió por sus ejecutorias en el ruedo, más allá de estos reconocimientos su orgullo se inflama al recapitular sus cuatro paseíllos en ruedos franceses a los que llegó con marca de gran torero y en los que dejó una estela de talento y carisma. Lo propio sucedió en escenarios de todo el orbe taurino; los públicos de España, México, Colombia y Perú también reconocieron sus cualidades profesionales.

Con la suma de más de mil corridas, dieciocho cicatrices en el cuerpo y un hijo –Gabriel- también torero, el entrañable “Tortuga” se corta la coleta deletreando el adiós a una profesión a la que respetó y honró.

Al final del camino, 54 años después, Neptalí el hombre y “Tortuga” el torero se encuentran de nuevo en un cara a cara en el que se dicen que valió la pena consagrar la vida a un sueño y al toro.


¡POR LIBERTAD DE LOS TOROS EN QUITO!
¡POR  FERIA DE JESÚS DEL GRAN PODER"!


No hay comentarios:

Publicar un comentario