Rock en el ruedo
Si ha servido para animar el cotarro, lo han logrado. La publicidad ha surtido efecto y el cartel con que se ha movido la actuación del grupo norteamericano Metallica en España ha cumplido con creces su función. El famoso grito en la pared se ha dejado oír de nuevo y se ha vuelto a poner de manifiesto que nada como llamar la atención para vender.
Viene todo esto a cuento de la imagen que se utilizó para promocionar los tres conciertos que el cuarteto de San Francisco ha dado en nuestro país y en el que la figura principal era un rockero vestido de torero.
Una vez más, dos de las más populares manifestaciones culturales de la humanidad, música y tauromaquia, se han dado la mano, en esta ocasión para dar a conocer un evento musical. Una performance de un grupo nada convencional que no tocaba por estos lares desde hacía seis años. Y avisaron echando mano de una propaganda tan potente como sugestiva, la ya dicha del torero melenudo y con bigote, dejando claro que los prejuicios son cosa de pacatos, reprimidos y, a menudo, malintencionados.
Pero no ha sido esta la primera vez que ha sucedido algo parecido. Hace más de medio siglo dio la vuelta al mundo la imagen de The Beatles bajando del avión que les trajo a Madrid tocados de montera. Tampoco tuvieron reparo en posar vestidos de torero ni de tocar con un sombrero de ala ancha. Claro que su caso es muy significativo y su manager y descubridor, Brian Epstein, era un ferviente aficionado que todos los años gastaba sus vacaciones en España para ver corridas de toros y hasta llevó a John Lennon a más de una plaza buscando aficionarle.
Jimi Hendrix, otra grandísima estrella del rock, el hombre que cambió la manera de tocar y entender la guitarra eléctrica, actuó por primera -y única- vez en España no por que tuviera especial interés en hacerlo en la inauguración de la sala mallorquina Sargent Peeper, sino porque sí tenía muchísimas ganas de ver torear, en vivo y en directo, a Manuel Benítez “El Cordobés”, que por aquellas fechas, verano del 68, toreaba en el hoy medio abandonado Coliseo Balear de Palma de Mallorca.
Muchos han sido los músicos que se han servido de la estética taurina para promoción o en sus actuaciones. Madonna, por poner otro ejemplo de personaje que arrastra multitudes, es una fan confesa y convencida del toreo y no pocos han sido sus trabajos en los que ha actuado vestida de torero, con atuendos de clara inspiración taurómaca o en los que hasta ha producido vídeos y películas con imágenes de corridas y con toreros de verdad, Emilio Muñoz, verbigracia, como protagonistas. O los Rolling Stones, cuando en su primera actuación española, el 11 de junio de 1976, en Barcelona, en la Monumental ahora cerrada, arrancaron el show con “Honky Tonk Women” y Ron Wood apareció vestido de torero. O, ya en plan casero, Miguel Bosé -hijo de figura del toreo- lucía un terno blanco y oro en las galas de sus primeros años en el show business. O, siguiendo con artistas españoles, Los Bravos, que a mediados de la década prodigiosa lograron ser ampliamente reconocidos fuera de nuestras fronteras y discotecas, se vistieron de torero, Gabinete Caligari o Manolo Tena dedicaron canciones a toreros, el grupo cordobés Los Yacentes se autodenominaba como rock taurino, Miguel Ríos bautizó una de sus más famosas y triunfales giras como Rock en el ruedo, etcétera, etcétera. La lista se haría interminable y aunque el tema me mola, tampoco es cosa de aburrir, aunque queda claro, una vez más, que en el mundo del arte todo se da la mano y nada excluye a nada. Y menos a un espectáculo tan de verdad y potente como nuestra fiesta nacional.
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