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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 13 de enero de 2020

Jugar como nunca, ganar como siempre


Mi amiga saudí. Grandes momentos en la Supercopa del cambio


Jugar como nunca, ganar como siempre

Ignacio Ruiz Quintano Abc
Zidane ha reseteado su lámpara y el Genio le concede sus deseos. ¡Ríndete, Klopp! Valverde salvó en Arabia el título de España talando a Morata como Sergio Ramos una encina. Así que, si eres atlético ¿con quién te vas a indignar? ¿Con los maleteros del aeropuerto?
  
Lo dijo un eximio arabista vasco, Luis Antonio de Vega, compañero de trasnoche de Ruano (no se acostaban y luego iban a desayunar a un prado donde los dejaban mamar de una vaca color canela), destinado a Tetuán:

    –No sé cómo se blasfema en árabe. ¡Cómo me voy a indignar con los maleteros de la estación!
  
Tres veces nos indignamos anoche. La primera, por coraje, con Joao Félix, por fallar el regalo de Ramos que hubiera cambiado el estilo del partido. La segunda, por capricho, con el Pajarito Valverde, por fallar una pelota de partido con un remate picado frente-muslo (“stop shot”, en el billar). Y la tercera, por placer, con la prórroga: ante semejante juego, una prórroga (ni siquiera la loca prórroga que vimos) no la merecía ni Rubiales.

Es verdad que el amo de la Federación de Fútbol, Rubiales, se gasta cierto aspecto de galán de cine serbio, pero tiene golpes, y el de la Supercopa ha sido genial. Si Gamper y Bernabéu tienen un trofeo de verano, ¿por qué Rubiales no iba a tener su trofeo de invierno, aunque haya que parar la Liga? Ese Trofeo Rubiales es la Supercopa, a jugar donde el cojonudismo de Rubiales nos lleve, que para empezar fue a Arabia Saudí y con música de “Aladdin”.
  
Hasta ahora, en la Supercopa se ventilaba un campeón de campeones, el de Liga y el de Copa, a un partido, y el que más chiflase, capador. Pero Rubiales tuvo la ocurrencia ante el espejo de organizar un “Mundialito Rubiales” con los campeones, Barcelona y Valencia, más Real y Atlético.
  
En aras del marketing y del glamour, Rubiales se llevó su trofeo al desierto, pero no al de Almería, sino al de Arabia, donde lo más parecido (físicamente) al “Aladdin” de la Disney (Mena Massoud) era Joao Félix, al que Simeone tiene privado de alfombra mágica, y así es imposible volar para hacer aladdinadas. Ésas las hizo este verano, cuando los siete goles, porque el castrador sistema simeónico aún no había atrapado al menino. Todo el morbo de la final de ayer venía dado por los siete goles del verano. Y deportivamente, eliminados el campeón de Liga y el campeón de Copa, la cuestión era dirimir que entrenador de los dos, Zidane o Simeone, es el mejor para los próximos quince días.

Zidane se cree mejor entrenador ahora que cuando ganó la Champions a Simeone, y también Simeone se cree hoy mejor entrenador que cuando la perdió ante Zidane. Visto desde fuera, Zidane tiene suerte, y Simeone, no. Si a Zidane no le aplazan el Clásico por la movida política en Cataluña, Zidane hubiera perdido el partido, y entonces no hubiera seguido en esta partida de ajedrez.

    –El ajedrez –observó Richard Burton (el orientalista, no el marido de Lyz Taylor)– es un juego erótico: todo consiste en poner horizontal a la reina.
  
Zidane primero puso horizontal a Celades y después el reto era poner horizontal a Simeone. Zidane tiene en su poder la lámpara de “Aladdin”, y el famoso Visitante Nocturno que se le aparece de madrugada para darle instrucciones y concederle deseos únicamente puede ser el Genio encerrado en la lámpara, que en la última versión de Disney es Will Smith, calvo como Zidane, pero con mejor sentido del humor. En su primera venida Zidane le pidió al Genio tres deseos, que fueron tres Champions. En su segunda venida, los tres deseos que haya pedido serán Liga, Copa y Champions, porque en la Copa Rubiales lo único que se juega el club es la honra. Montesquieu dice que el fundamento de una monarquía es el honor, y el Real es una monarquía, razón por la cual Bernabéu dio siempre la mayor importancia al honor. El Barça, por ejemplo, ha perdido en Arabia tanto honor que la directiva se ha fijado en un Príncipe de Asturias, Xavi, ex cerebro de España, para sentarlo donde el Chingurri Valverde. ¡Ojalá!
  
–Si miramos el resultado (7-0 ante el Bayern), nos quedamos en lo superficial. ¡El balón fue nuestro! –fue la explicación, en su día, de Xavi, dueño de la relatividad del juego en el fútbol, expresada por él en una frase: “En el Barça entendemos el fútbol como espacio-tiempo”.
  
Xavi, perfil numismático del “fúpbol”, vuelve como el giróvago del tiquitaca, que es al fútbol lo que la pierna atrás es al toreo, o sea, destoreo, y por consiguiente, antifútbol, que hace que el espectador (la observación es de Pablito Aimar) sea incapaz de ver un partido completo.
  
Pero ¿quién le quita a Zidane su lámpara maravillosa?

LECHE Y MIEL

    Arabia mana leche y miel. Su rey Iben Saud dijo un día en El Cairo a los periodistas que sólo le interesaban tres cosas: “Las mujeres, los perfumes, la oración”. Eran los 40 y todavía un rey podía comerse el fútbol, cosa que en los 70 ya no pudo hacer el roquero Rod Stewart cuando, puesto por la prensa ante la misma tesitura, contestó: “El fútbol, las cervezas, las mujeres”. Estas quisicosas y la imagen de Cerezo en el palco, que parecía un alcalde en la cabalgata de Reyes Magos ayudaron a sobrellevar el muermo de un espectáculo cuyo locutor de TV te aclara en cada pase con qué pierna, derecha o izquierda, le pega al balón el futbolista.

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