Natural evolución del lenguaje, sí, pero a la vez retrato y síntoma de cada época que lo produce. En Colombia, por ejemplo; durante los últimos años, la palabra “Paz” se ha hecho peyorativa, obscena, incluso peligrosa.
Pero hablando de toros (nuestro tema); “Nostálgico”, antes respetado, en estos tiempos posmodernos, se dice y oye como descalificación, desprecio, insulto... ¿Por qué?
Por qué, si la nostalgia es una emoción fundamental del rito taurino. Lo experimentado frente a un toro, una suerte, una faena, una plaza tiene mucho de memoria, evocación, tiempo ido y revivido. Es desde luego un sentimiento, y como tal un derecho. Que se pueda infamar, claro, pero no prohibir. Los sentimientos para exasperación de los brutos no se pueden prohibir, los íntimos, digo. Su expresión es otra cosa, esa sí puede hacerse ilegítima, punible, mortal incluso.
Lo sabemos. El gesto, la palabra, la poesía, el arte, la corrida y hasta lo tenuemente sospechoso de simpatía o antipatía se ha condenado, censurado, perseguido desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, recordar, extrañar, querer lo ido es parte de la valoración estética, de la “conciencia de pasado”, caracteres exclusivamente humanos. Los otros animales, que viven solo en presente (si es que el presente existe), o al menos en el pasado inmediato, no poseen historia, ni tal sensibilidad. Sí a cambio, reflejos condicionados (Pavlov).
Pero la vejación esnob (inhumana) de la nostalgia puede haberla avergonzado, mas no extinguido. Sigue vigente, y en estos días aciagos exacerbada. Basta leer la prensa taurina cotidiana, de sus encabezados sale a borbotones:
“Cali añora su feria prohibida reeditando en radio y televisión tardes memorables a las mismas horas de las corridas que no pudieron ser”. “No queremos una nueva tauromaquia, queremos que regrese la vieja”. "Las Raíces del Toreo”, llaman un certamen de promoción en Andalucía. “Un ramo de orquídeas para quienes partieron en un año muy doloroso”. “El pasado no era mejor, éramos mejores nosotros” dice a El País, José Antonio Martínez Uranga… ¿Entonces?
El año viejo que se nos viene dentro de dos días no podrá ser de celebración, será de querer lo que perdimos, de llorar nuestros muertos. ¿O se negará también ese derecho?
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