El nacimiento de Cristo es uno de los acontecimientos bíblicos que más ha sido retratado a lo largo de la historia. Cada artista ha interpretado este providencial momento por el que Jesús entra en la historia del hombre, y lo ha significado desde su propia religiosidad, dotes artísticos y estilos de época.
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El nacimiento de Cristo es uno de los acontecimientos bíblicos que más ha sido retratado a lo largo de la historia. Cada artista ha interpretado este providencial momento por el que Jesús entra en la historia del hombre, y lo ha significado desde su propia religiosidad, dotes artísticos y estilos de época.
En esta galería te presentamos diez de las más bellas y representativas pinturas ejecutadas por algunos de los mayores maestros del arte europeo.
1. «El Nacimiento de Jesús» de Giotto Di Bondone
Durante siglos, el espacio en que los artistas situaron sus historias había sido abstracto. Con Giotto di Bondone (1267-1337) las figuras se situaban en un espacio embrionario pero verdadero. En sus obras el tamaño de la arquitectura es irreal: si bien es simbólico, resulta desproporcionado respecto a las figuras. Esta característica puso de manifiesto el cambio de mentalidad de finales de la Edad Media y sentó las bases para el desarrollo del arte renacentista. Lo totalmente nuevo en Giotto es que la conquista de lo real, la búsqueda por encontrar un acuerdo entre lo divino y lo humano.
En la obra «El nacimiento de Jesús», elaborada entre 1302 y 1305 en los muros de la capilla de los Scrovegni (Padova, Italia), se observan las características típicas del estilo de Giotto: un espacio con muy poco detalle y unas figuras humanas proporcionalmente más grandes. El centro de la escena del sencillo pesebre está constituido por la Virgen María, echada sobre un humilde lecho y el Niño Jesús a su lado y atendido por ella. Sentado a los pies del catre, con gesto pensativo, se reconoce a san José. Sobre María y Jesús un coro de ángeles enaltece la atmósfera sacra de este acontecimiento por el cual Cristo entró en la historia. En derredor, animales y pastores reverencian al Salvador.
2. «La Natividad» de Fra Angélico
El fraile Giovanni de Fiesole de la Orden de los Predicadores, célebremente conocido como Fra Angelico (1387-1455) expresó su fervor religioso a través de las imágenes. Pero aún participando de un espíritu litúrgico y de una sencilla religiosidad, Fra Angelico se diferenció de sus predecesores medievales por la coherencia y la decisión con la que se adhiere a la cultura renacentista. Aunque los motivos de sus pinturas son eminentemente religiosos y el espíritu con que los interpreta está invadido de un sereno misticismo, su modo de disponer las figuras, de organizar las escenas, pertenece ya a los nuevos tiempos.
Su mayor empresa pictórica fue la decoración del convento de San Marcos de Florencia (Italia). En este complejo arquitectónico se sitúa su obra «La Natividad», plasmada cerca de 1437. En ella se observa un Niño Jesús tendido en el suelo de paja mientras la virgen María y san José lo observan con gesto de adoración. En la escena se suman dos personajes que no pertenecen al momento del nacimiento: san Pedro y Santa Catalina de Siena, ambos protagonistas clave en la futura historia de la Iglesia.
3. «Tríptico de Santa Columba. Adoración de los magos» de Rogier Van der Weyden
Rogier Van der Weyden (1400-1464) fue un pintor flamenco que, fiel al estilo de su región, prestó especial atención a los detalles, el vivo colorido y el realismo de las figuras. Particularmente, las obras de este artista se caracterizan por el dramatismo con que retrata a los personajes y sus expresiones.
El Tríptico de santa Columba, iglesia de Colonia, Alemania; incluye en su parte media una escena de la adoración de los magos. El centro de atención de la pintura lo constituye la Virgen María con el Niño Jesús y un Rey Mago besándole los pies. Una curiosidad de la obra es que los magos son todos de tez blanca, con lo cual, a diferencia de otras composiciones, no se representan los tres continentes conocidos (Europa, Asia y África) sino las tres edades del hombre. A la izquierda san José observa el encuentro. Por detrás, un establo en ruinas con un crucifijo en el centro de dos arcos de medio punto.
4. «Natividad» de Sandro Botticelli
La juventud y el amor, con el disfraz alegórico de la mitología antigua, son los temas imperantes y también los motivos que inspiran las obras más famosas de Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, o popularmente, Sandro Botticelli (1444-1510).
En su madurez, el arte de Boticelli sufrió una profunda mutación en la que influyeron los acontecimientos políticos que turbaron a Florencia a la muerte de Lorenzo el Magnífico. Al desaparecer el príncipe humanista y poeta, se impuso el carácter moralizante y reformador. Durante su dominio, Boticelli se sumergió en un celo místico y abandonó los pasados ideales mundanos. En su pintura penetraron por lo tanto los elementos simbólicos que habían caracterizado la religiosidad medieval y dejaron de ser aplicadas, por considerarse impropias, las reglas de la proporción y la perspectiva renacentistas. A esta última etapa pertenece la obra «Natividad». En ella puede reconocerse la jerarquía típica del estilo gótico, evidenciada por el mayor tamaño de la virgen María junto a Jesús, que estira sus brazos para tomar a su madre. A un costado, san José observa con atención al niño. El centro de la escena sucede en la pequeña cueva ante la mirada de animales, humanos y ángeles; toda la Creación adorando al Redentor. En la parte superior un grupo de ángeles sostienen ramas de olivo que simbolizan la paz mientras en la parte inferior humanos y ángeles se abrazan. A un costado un grupo de demonios yacen encadenados figurando el advenimiento del Reino de los Cielos.
5. «La Adoración de los magos» de Leonardo Da Vinci
Leonardo da Vinci (1452-1519) es una de las mayores personalidades del Renacimiento. Polifacético, se dedicó a la pintura, escritura, escultura, arquitectura y ciencia. Las obras incompletas serían una característica de cierta parte de su producción, confirmando la actitud experimental que lo caracterizaba. Era un pintor lento y meticuloso, por lo que, probablemente, una vez resueltos los problemas formales, sintiese menor interés en continuar una obra que ya no le planteaba cuestiones que resolver. De aquel tipo de obras es «La adoración de los magos» de 1481, pintura que revela una de las características fundamentales de su estilo: el uso de sombras que gradúan sutilmente las luces, un modo de obtener el relieve a través de suaves tonos claroscuros que sería característico de Leonardo. Este esbozo monocromático al que falta agregar los colores es de una extrema complejidad compositiva e incluye a numerosos personajes.
El centro de la pintura está formado por el triángulo que se forma entre la virgen María, el Jesús y dos ancianos que obsequian regalos al niño. A cada lado un anciano y un joven que, según la tradición, representan a la Filosofía y la Acción, y en torno a ellos múltiples personajes que incluyen a los Reyes Magos, ángeles y pastores. Hacia el fondo a la derecha se vislumbra una escena bélica cuyo significado es incierto. Como posibles se destacan la lucha contra el pecado o la caída de la civilización hebrea.
6. «Adoración de los Pastores» de Giorgione
Giorgione (1479-1510) es un artista cuya vida y obra son misteriosas, muy poco se sabe de ellas. Respecto a sus pinturas, parece que no existe el dibujo y no le resulta necesario definir una forma, un plano o una distancia; para lograr la perspectiva le basta acercar un color a otro.
En la obra «Adoración de los pastores», elaborada antes de 1506, se encuentra al Niño Jesús en la entrada de una cueva entretanto la Virgen María, san José y dos pastores lo observan con reverencia. Sobre ellos un par de rostros angelicales flotan en el aire contemplando el acontecimiento. En esta pintura se destaca especialmente el paisaje que es trabajado ricamente para insertar las personas en un ambiente propicio.
7. «Adoración de los magos» de Alberto Durero
Alberto Durero (1471-1528), castellanización de Albretch Dürer, fue uno de los artistas más importantes del Renacimiento alemán. Es pintor, filósofo, escritor y dibuja sobre botánica y anatomía. Entre sus mecenas pueden mencionarse a la familia de banqueros Fugger, al emperador Maximiliano I y Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, y es conocido que mantuvo una relación con Erasmo de Rotterdam quien le propinó elogios.
En sus obras, Durero manifiesta una obsesión por la perspectiva y la proporción. Esta ambición se manifiesta en su pintura «La adoración de los magos» de 1504. En ella afloran muchos componentes medievales pero el espacio se organiza de forma racional y los detalles arquitectónicos adquieren una visión clasicista. Esta obra resume las teorías de Durero sobre la arquitectura y su relación con la figura humana. La pintura se destaca por la prolífica utilización de los colores. El centro de atención lo conforman la Virgen María presentando al Niño Jesús a los Reyes Magos, quienes entregan sus ofrendas al Redentor.
8. «La Adoración de los Reyes Magos» de Rubens
Pieter Paul Rubens (1577-1640) fue un maestro barroco de la escuela flamenca con gran instinto pictórico, capaz de dotar a sus pinturas de un exuberante movimiento y expresionismo. Además de un eximio pintor supo desarrollarse en otras áreas como la diplomacia y ostentaba conocimiento de latín y lenguas modernas.
La obra «La adoración de los Reyes Magos» representa un arquetipo de barroquismo con su clásico juego de luces focales y sombras, la riqueza de colores y las enfáticas expresiones corporales de las figuras retratadas. La pintura fue hecha en dos momentos diferentes. La parte inferior izquierda que corresponde a la Adoración fue ejecutada en 1609 en tanto la parte derecha y superior fue ampliada en 1628. En esta obra la luz que ilumina la escena proviene del Niño Jesús y se proyecta sobre los rostros de la Virgen María y los Reyes Magos. La parte izquierda, caracterizada por la serenidad que transmite la contemplación se contrapone a la derecha donde los cuerpos de los porteadores, los caballos y los jinetes muestran dinamismo y tensión. Los personajes se apiñan unos sobre otros dándole muy poco protagonismo al paisaje que apenas se descubre en el fondo.
9. «Adoración de los pastores» de Francisco de Zurbarán
Francisco de Zurbarán (1598-1664) fue un eximio pintor del barroco español. Algunos rasgos de su estilo fueron la resistencia a la perspectiva y la proyección geométrica del Renacimiento y la falta de coherencia espacial, que arrojaron como resultado espacios que carecían de profundidad y orden. Todos estos aspectos fueron compensados por el sobrio realismo con que logró plasmar los diferentes objetos, la forma expresiva con la que caracterizó los rostros de los personajes y la intuición para utilizar colores que se consideraban contrarios pero que el pintor lograba armonizar.
Todas estas cualidades se traslucen en su «Adoración de los pastores» donde el artista logra confeccionar un ambiente oscuro y misterioso. La luz parte del Niño Jesús y alumbra la escena mientras la Virgen María descubre suavemente el paño que lo envuelve para que los pastores y ángeles lo adoren. Todos los personajes visten ropajes humildes que sirven de marco para la situación, mientras los objetos cotidianos como jarros y canastas otorgan realismo al suceso.
10. «La adoración de los pastores» de Rembrandt
Rembrandt van Rijn (1606-1669) fue un genio de la pintura barroca holandesa. Se destacó frente a la mayor parte de los artistas holandeses que se especializaban en una temática particular, como retratos, paisajes, etc., practicando todas las modalidades, incluso los temas religiosos, pese a ser rechazados por el protestantismo. Dentro de este último género se inclinó por las escenas bíblicas, que le permitían expresar mejor los graves problemas del alma humana.
La pintura de Rembrandt es de una enorme sensibilidad y se basa en los efectos de la luz y las sombras graves y profundas en las que se pierden los límites del espacio. Esta cualidad se manifiesta en su «Adoración de los pastores» de 1646, en la que apenas se logran distinguir las figuras que componen la escena. La escasa luz que alumbra el establo está focalizada sobre el Niño Jesús y contribuye a subrayar la atmósfera de intimidad. A su alrededor la Virgen María, san José y los pastores observan con devoción al pequeño. En la pintura se revela que el pintor es amante de los efectos nocturnos.
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