No obstante, hay que estar ciego para no darse cuenta de que ahora mismo atraviesa uno de sus momentos más difíciles y delicados. Y no faltan agoreros, maledicentes y aprovechados que lo recuerdan a cada momento y chorreándole el colmillo de malsana satisfacción.
Cuando, a mediados de 1966 -ya ha llovido desde entonces…- se publicó Aftermath, el cuarto disco de los por entonces emergentes Rolling Stones, se incluyó en aquel trabajo Paint it black, una pieza de Mick Jagger y Keith Richards, dicen que inspirada, nada menos, en el Ulises de Joyce, con la que se buscaba describir la desolación y la depresión a través del uso de metáforas basadas en los colores.
Una alegoría de la desesperación y la tristeza envuelta en unas notas y un ritmo que invitaban -y mas de medio siglo después lo siguen haciendo- al optimismo y a tratar de ver las cosas no pintadas con el negro del título sino con tonos mucho más alegres. Algo que nos hace mucha falta.
El mundo de los toros no puede dejar caer los brazos ni rendirse, pese a que este desgraciado 2020 haya dado motivos más que suficientes para que así fuese.
Pero hay que hacer un esfuerzo, eso sí -sin trabajo ni sacrificio no se logra nada- para tratar de revertir la situación y dar la vuelta al resultado, ahora muy adverso. Aunque todo parezca pintado de negro, de un negro denso y espeso, la historia, terca y machacona, nos demuestra y recuerda siempre que no hay mal que cien años dure ni pena que no se cure. Los Stones también lo cantan.
Claro que no está fácil. La realidad, no menos tozuda y ahora tremenda, nos lo restriega por la cara a cada paso. Y ahí tenemos el continuo desprecio que desde las más altas instancias se hace a todo lo que signifique toros. De marzo hasta noviembre no se han acordado de que los profesionales dele toreo también tiene derecho a subsidios y ayudas -esperemos y toco madera de que el último anuncio al respecto no sea otro truco dilatorio-. Los ganaderos, a quienes se niega así mismo el pan y la sal, con lágrimas en los ojos mandan sus toros al matadero y tienen sobre sus cabezas la espada de Damocles del Parlamento europeo, cuya siniestra propuesta viene avalada por eurodiputados españoles, tiene maldita la gracia. Y el Senado, con votos de partidos separatistas, Podemos y PSOE, tumba una propuesta de reconocer la tauromaquia como seña de identidad de nuestro país y cultura. Como para no verlo todo a través de un velo negro…
Pero, repito, hay que ser positivos y optimistas; la fuerza de esta manifestación es tal que a poco que se le ayude volverá a recobrar su habitual pujanza. Como siempre se ha dicho, mientras haya un toro y un hombre dispuesto a ponerse frente a él, la tauromaquia no desaparecerá. De una forma u otra lleva entre nosotros miles de años y podrá transformarse o adquirir otra envoltura, pero no se destruirá.
Y Lavoisier sabía de lo que hablaba.
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